Ejército reconoce "profunda herida" causada por violaciones a los DDHH en que participaron militares en dictadura
Publicado: Viernes, 4 de Marzo de 2022 a las 13:24hrs. | Periodista Digital: Cooperativa.cl
La institución dedicó un capítulo completo de su informe "Reflexión sobre las actuaciones del Ejército en los últimos 50 años" a las vejaciones cometidas bajo el mando de Augusto Pinochet.
La Caravana de la Muerte, los asesinatos de los generales Schneider y Prats y la ejecución de Tucapel Jiménez son algunos de los hechos repudiados en el texto.
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Informe Final
“Reflexión sobre las actuaciones del Ejército y sus integrantes en los
últimos 50 años y sus efectos en el ethos militar”
Santiago, marzo de 2022
ÍNDICE
Introducción 3-9
Capítulo I
“Marco Teórico” 10-20
Capítulo II
“Síntesis histórica de la actuación del Ejército en el acontecer nacional
en el siglo XIX y la primera mitad del siglo XX”.
21-35
Capítulo III
1960-1973 “Del Tacnazo al 11 de septiembre de 1973” 36-45
Capítulo IV
1973-1998 “Del gobierno cívico militar a los cambios institucionales en
doctrina, derechos humanos y justicia”
46-62
CAPÍTULO V
1975-1978 “Desempeño del personal del Ejército en potenciales
conflictos armados”
63-75
Capítulo VI
2000-2021 “El Ejército en el siglo XXI” 76-102
CAPÍTULO VII
“Reflexiones” 103-110
Capítulo VIII
“Conclusiones, lecciones y sugerencias” 111-120
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INTRODUCCIÓN
A pocos días de haber asumido el mando en jefe de la Institución difundí el
documento denominado “concepto de mando”, a través del cual, establecí los
lineamientos generales de cómo se cumpliría la gran y desafiante tarea de
comandar al Ejército, entregando las principales orientaciones para el trabajo de
los asesores y señalando los énfasis y prioridades que tendría la gestión de
mando para el periodo 2018–2022. Para tal efecto, definí seis pilares con sus
respectivas líneas de acción.
Esta conceptualización tiene como propósitos hacer del Ejército una mejor
institución desde la cual servir a Chile y lograr con el abnegado, honesto y
profesional trabajo de sus integrantes que sea “más valorado, reconocido y
respetado por la inmensa mayoría de los chilenos”.
En pos de alcanzar lo anterior, especial trascendencia adquiere la formación
valórica del personal del Ejército, razón por la cual en dicho documento expresé:
“se tendrá presente que para cimentar los valores militares se requiere
revisar el accionar institucional del pasado reciente y ello será abordado
durante el periodo de mando”.
La importancia de realizar la revisión de lo señalado radica en el hecho que el
Ejército, al igual que el resto de las instituciones de la Defensa Nacional, ostenta
en representación del Estado, el uso legítimo de la fuerza con el fin de proteger la
soberanía, la población y sus instituciones.
Por tal razón, su condición de institución disciplinada, jerarquizada y no
deliberante es esencial para generar un sentido de pertenencia a toda la
sociedad. El militar, si bien es un servidor público, lo es con una misión y
compromiso específico y único que lo hace diferente a cualquier otro.
Es por ello fundamental que la profesión militar se desarrolle bajo un modelo
profesional vocacional en el que sus integrantes comprendan que deben
profesar, voluntariamente, un código de conducta singular y que adhieran,
igualmente, a comportamientos intachables, sustentados en principios, valores y
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formas de actuar, asumiendo conscientemente que la sociedad exige a quienes
forman parte de la Institución, un estándar de comportamiento superior.
El código de conducta propio de la profesión militar ha sido recogido en diversos
textos doctrinarios, entre ellos, el “Reglamento de Disciplina para las Fuerzas
Armadas”, la “Ordenanza General del Ejército” y el Manual “Ethos del Ejército de
Chile”, documentos que constituyen la base de la formación valórica del personal
institucional que debe ser enseñada, asimilada, reforzada y lo que es más
importante, puesta en práctica en cada una de las actividades y etapas de la vida
militar.
Uno de los aspectos centrales del ethos militar, es el respeto y servicio a las
personas en su dignidad y en sus derechos, como un bien primario incluso
anterior al propio Estado. Esta consideración forma parte de los principios y
valores originales del Ejército, los cuales se han ido reforzando en el tiempo
debido a nuevas exigencias de la sociedad o como consecuencia de los
compromisos internacionales contraídos por el Estado de Chile.
De lo expresado, se pueden inferir las siguientes premisas básicas:
1. Que el Estado de Chile tiene un rol central en la formación de los militares en
materias de Derechos Humanos. Lo anterior, porque según los preceptos
legales que rigen esta materia, los derechos humanos son responsabilidad del
Estado y las Fuerzas Armadas forman parte de éste.
2. Que el Ejército, como institución permanente de la República, se debe a Chile y
a los chilenos y, no pertenece ni puede ser identificado con ningún sector
político en particular, y por tanto, sus integrantes, aun cuando pueden ejercer
sus derechos civiles como cualquier ciudadano, no deben tener ninguna
participación política partidista.
3. Que los militares, en toda circunstancia y escenario, deben siempre observar
en el cumplimiento de sus actuaciones profesionales un trato digno y
respetuoso con las personas, no sólo porque está ello normado en las leyes y
tratados internacionales que el país ha suscrito, sino, porque es una conducta
consustancial a la profesión militar.
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4. Que ninguna norma institucional, así como tampoco, la conducta de los
integrantes del Ejército, puede trasuntar en la validación y/o comisión de
hechos que afecten al ethos militar y la cultura de la organización.
5. Mientras el Ejército cumple su rol principal de defensa, mejor cumple su
función militar ya que esta última es parte del sistema de Defensa Nacional y,
por tanto, es la que demanda el principal enfoque en las materias
profesionales.
6. No obstante lo anterior, las convulsiones globales generadas por la llamada
“Guerra Fría”, surgida después del término de la II Guerra Mundial, provocaron
a partir de la década del 60, no sólo en Chile, sino en todo el mundo, una
dinámica política, económica y social muy compleja, de la cual la institución y
sus integrantes –como parte activa de la sociedad– no se pudieron sustraer, y
por lo tanto, fueron influenciados involucrándose en actuaciones políticas de
la más diversa índole, como también, siendo protagonistas de hechos que
generaron gran impacto en la sociedad.
7. Si se revisan los últimos 50 años de la historia institucional, encontraremos –
entre otros y guardando las diferencias de época–, circunstancias e impacto los
siguientes hechos relevantes:
a. “Tacnazo”, sublevación militar ocurrida el 21 de octubre de 1969, en la que
un grupo de oficiales dirigidos por el General Roberto Viaux Marambio se
acuarteló en el Regimiento de Artillería “Tacna”, planteando demandas
principalmente salariales.
b. Asesinato del Comandante en Jefe, General de Ejército René Schneider
Chereau, el 25 de Octubre de 1970, destinado a evitar la asunción a la
presidencia de la República del entonces ganador de la primera mayoría
relativa nacional Salvador Allende G.
c. El “Tanquetazo”, sublevación militar ocurrida el 29 de junio de 1973
encabezada por el Teniente Coronel Roberto Souper Onfray, Comandante
del Regimiento Blindado N.° 2.
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d. Participación de Oficiales Generales del Ejército junto a Oficiales Generales
de las otras instituciones de las Fuerzas Armadas y de Carabineros de Chile,
en distintos cargos del gobierno de Salvador Allende, hecho que fue
denominado en la época como el “Gabinete Militar”.
e. Golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973 para derrocar al presidente
en ejercicio, asumiendo el Comandante en Jefe del Ejército (CJE) como
Presidente de la Junta de Gobierno.
f. Asesinato del General de Ejército Carlos Prats González y su esposa,
ocurrido el 30 de septiembre de 1974 en la ciudad de Buenos Aires.
g. Participación de miembros del Ejército durante el Gobierno Militar, ya sea
cumpliendo las misiones tradicionales asociadas a la Defensa Nacional,
tareas en cargos políticos y otras derivadas de la cooperación al control del
orden público.
h. Participación del Ejército en las crisis vecinales; con Perú el año 1975 y con
Argentina en 1978 la que casi termina en una guerra.
i. El Ejército en la vuelta a la democracia. En este período acontecieron los
siguientes hechos principales: Traspaso del gobierno, permaneciendo en la
Comandancia en Jefe desde 1990 a 1998 el ex Presidente de la República,
Capitán General (CGL) Augusto Pinochet Ugarte, situación que implicó una
particular dinámica en las relaciones del Ejército con el ejecutivo. Además,
la participación institucional en la “Mesa de Diálogo” y “Comisión Valech”.
j. Efectos del proceso de internacionalización del Ejército con la participación
de su personal en operaciones de paz en Timor Oriental, Haití, BosniaHerzegovina, Chipre, República Democrática del Congo y Colombia, entre
otras.
k. Declaración del Comandante en Jefe del Ejército, GDE Juan E. Cheyre
Espinosa conocida como el “Nunca Más”, en la búsqueda de que no se
repitieran hechos que permitieran la ruptura institucional.
l. Tragedia de Antuco ocurrida el 18 de Mayo de 2005, que costó la vida de 45
integrantes de la Institución.
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m. El fraude del que fue objeto el Ejército que fuera detectado y denunciado
por la propia Institución.
n. Despliegue de la fuerza militar en el marco de los Estados de Excepción
Constitucional decretados por el Ejecutivo.
Todos los hechos indicados, son fuente de experiencias y de lecciones para la
Institución y sus miembros y constituyen por tanto, eventos susceptibles de ser
analizados para determinar causas, efectos y comportamientos, extraer lo
positivo y negativo y determinar si se afectó o no al ethos militar y a la cultura de
la Institución, para con esa información adoptar las medidas que sean
pertinentes.
Sin embargo, para hacer un adecuado análisis, debió revisarse brevemente la
conducta política del Ejército desde el momento de su creación en 1810, con un
recorrido por su historia que está muy ligada a la República, ya que si
revisábamos sólo el actuar institucional de los últimos 50 años, sería una visión
muy reducida de las influencias que fue recibiendo la Institución y sus
integrantes desde los distintos sectores nacionales hasta llegar al lapso en
estudio.
Esta iniciativa fue incorporada a la planificación del Ejército, constituyendo uno
de los objetivos estratégicos del Plan de Acción “Carrera” elaborado para el
período 2019-2022, de modo de alinear los estudios e iniciativas resultantes, con
la mirada integral del futuro del Ejército. Dicho objetivo señala lo siguiente:
“Fortalecer los valores militares a partir de las conclusiones que se obtengan
de la reflexión sobre la participación de la institución y de sus integrantes, en
los hechos relevantes del pasado reciente del Ejército, determinando además
cómo dicha participación influyó en el ethos militar y la cultura de la
institución”.
El análisis efectuado se basó en el “pensamiento crítico” –entendido como un
proceso racional, reflexivo y analítico que cuestiona lo que se ha asentado como
realidad– valiosa herramienta de mejoramiento institucional que permite
además que estas reflexiones sean transmitidas como una opinión institucional
para conocimiento de las autoridades y de todos los chilenos.
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Bajo esta idea, no se pretende auto-justificar los errores cometidos en diferentes
periodos de la vida del Ejército y del país, y menos aún, escudarse en ellos para
no asumir las responsabilidades institucionales que correspondan. Pero tampoco
se trata que el Ejército asuma toda la responsabilidad histórica en los hechos de
carácter político del periodo analizado, ya que ello supondría asumir un
protagonismo exclusivo que no le corresponde, tal como si hubiese sido una
institución que actuaba al margen de las coyunturas que afectaban al país. De
hecho, respecto de la crisis de 1973, el Informe de la Comisión Nacional de
Verdad y Reconciliación, señala “en general, puede ser descrita como una
aguda polarización a dos bandos –gubernativo y opositores– en las
posturas políticas del mundo civil. Ninguno de estos bandos logró (ni
probablemente quiso) transigir con el otro” (…).
Es pertinente señalar, que este trabajo se refiere exclusivamente al Ejército
Institución, y por tanto, no considera a aquellas organizaciones que no
pertenecían al Ejército, tales como la Dirección de Inteligencia Nacional (DINA),
creada por el Decreto Ley 521 de 14 de junio de 1974, que dependía
directamente de la Junta de Gobierno como expresamente lo indica su decreto de
creación, y la Central Nacional de Informaciones (CNI), creada por Decreto Ley
1878 de 12 de agosto de 1977, la que conforme lo señala su decreto de creación,
se relacionaba con el gobierno a través del Ministerio del Interior.
Finalizado el trabajo de análisis y discusión que fue realizado desde una
perspectiva eminentemente institucional o del quehacer militar y que incluyó,
inicialmente, investigación y jornadas de exposición y debate con el Cuerpo de
Generales y posteriormente, el trabajo de un equipo de profesionales militares
bajo la supervisión directa de quien suscribe, se entrega para conocimiento del
Ejército y de la sociedad en su conjunto, el informe final de esta reflexión.
Con esta reflexión, se busca entregar una narrativa sobre el papel del Ejército en
el devenir del país en el pasado reciente y las causas de sus aciertos y errores en
hechos diferentes de su rol más tradicional, para contar con una comprensión del
contexto en que surgieron los eventos de mayor controversia. Con ello, se espera
que sirva para formar parte de las experiencias institucionales y algunas de estas
se transformen en nuevas materias del currículum formativo a lo largo de la
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carrera militar, con la finalidad que se fortalezcan aquellas áreas que conforman
lo que se podría denominar como “valores estratégicos claves”, los que se
pueden entender como el conjunto aplicado del ethos, de los procesos
educativos, del profesionalismo, del liderazgo, la disciplina y del cumplimiento
de las normas y leyes, que junto con las metodologías de planificación y del
proceso de toma de decisiones, le dan forma a la manera que el Ejército va
construyendo su camino.
He estimado oportuno hacerlo en esta ocasión, antes de entregar el mando del
Ejército, debido a que es una iniciativa que fue concebida, incorporada a la
planificación estratégica institucional y trabajada durante esta gestión de mando,
con plena convicción en que la Institución, como se debe a la República, tiene la
obligación de revisar su accionar de manera transparente y de cara a la
ciudadanía, ya que de no hacerlo así, significa traicionar los fundamentos de su
creación.
Este trabajo, cuyo contenido por cierto se puede ampliar y mejorar, recae bajo la
responsabilidad de quien ejerce temporalmente la Comandancia en Jefe del
Ejército en el periodo 2018-2022, y constituye un insumo para que las
autoridades correspondientes adopten las medidas que estimen necesarias, en
la siempre desafiante tarea que tenemos todos, civiles y militares, de hacer
del Ejército una mejor institución al servicio de Chile y de todos los
chilenos.
Santiago, marzo del 2022.
Fdo) RICARDO MARTÍNEZ MENANTEAU
General de Ejército
Comandante en Jefe
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CAPÍTULO I
“Marco Teórico”
Este capítulo se refiere a una toma de posición teórica para explicar cómo se
fue configurando la Institución en el tiempo y cuáles han sido sus rasgos más
importantes que confluyen en el ethos militar. Los conceptos teóricos que se
emplean no constituyen un dogma por lo que no excluyen otros conceptos que
pueden ser correlativos.
Lo primero que se debe establecer, por muy obvio que parezca, es que el
Ejército es del país y para el país. Su fundación obedeció a la necesidad de
poseer una fuerza militar al servicio de los intereses nacionales y, por ende, de
los ciudadanos. Esta sentencia es un principio fundamental que sus miembros
deben asumir.
En el caso de Chile, el Ejército en su creación no obedeció a la iniciativa de un
caudillo que crea una fuerza militar para sostenerse en el poder, sino que
obedece a la decisión de un conjunto de patriotas que organiza una fuerza militar
para luchar por la independencia. Por esta razón, el Ejército, históricamente,
no fue de Carrera ni de O’Higgins, como tampoco, de ningún comandante en
jefe a lo largo de la historia. El Ejército pertenece a Chile.
Desde una perspectiva netamente teórica como también de hecho, los ejércitos
desde sus orígenes, fueron parte constitutiva del poder (autoridad) y, por esa
razón, es muy importante conocer a fondo sus elementos esenciales para poder
organizarlos, alinearlos y subordinarlos a los preceptos democráticos actuales.1
La historia del mundo nos enseña que el poder en su forma original se construyó
al integrar en un todo, tres componentes: lo político, lo religioso y lo militar. De
allí, que las máximas autoridades de las primeras civilizaciones buscaban tener
bajo su control estos componentes, los que configuraban entre los tres el poder
total, y con ello, dominar al grupo social. Con la evolución de la sociedad
1 Nogueira Humberto, Cumplido Francisco, Derecho Político, Universidad Nacional Andrés Bello, Santiago, Chile,
1987, Cap. VI, pp. 169 y siguientes.
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occidental y con el objeto de impedir que el poder estuviera radicado en una sola
persona, se le dividió y reguló.
Lo militar, en consecuencia, constituye un aspecto original del poder por lo que
la historia de un ejército estará ligada indefectiblemente a la política, en su más
alta definición. Por tal razón, la conducción de un ejército moderno debe ser
muy consciente de que, al ser parte constitutiva del poder, deberá tener en
consideración la regla de oro de la democracia moderna, cual es, ajustarse
estrictamente a las normas que limitan su acción, conforme a la
Constitución Política del Estado.
Nuestro Ejército, por su naturaleza integra elementos de diferentes caracteres,
por lo que resulta complejo de definir solamente desde una de sus facetas. De
hecho, contiene tanto elementos de tipo simbólico, que arrancan desde la
fundación del Estado, como otros de carácter tangible, como lo son su
organización y capacidades que son rasgos concretos que se observan a través de
su desarrollo histórico al servicio del país. Con la intención de explicar el
contenido indicado, resulta conveniente definir los aspectos substanciales que
componen a una fuerza militar y la vinculación que se produce entre estos
elementos constitutivos.
Una fuerza militar moderna está conformada por elementos constitutivos
esenciales que serán la base de su estructura interna y que las une y coordina la
doctrina que es la disciplina que resuelve las antinomias entre el deber ser y la
realidad.2
La doctrina será la base y la encargada de cautelar el funcionamiento ético y la
aplicación práctica y eficiente de la Institución. Por ello, resulta fundamental
estar consciente de tres características muy relevantes que definen el contenido
de una doctrina. En primer lugar, tiene un carácter normativo que emana del
núcleo ético. Lo segundo, que la doctrina es coyuntural ya que le afecta la
2 Vekemans, Roger. Doctrina, Ideología y Política, Cuadernos de Discusión, DESAL/CELAP, Santiago-Buenos Aires,
1970, p. 59.
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evolución de la realidad. Tercero, tiene un carácter general que es necesario
interpretar correctamente y llevar a lo particular.3
En consecuencia, la ética inspira la doctrina y es el pilar esencial de la institución
castrense, considerando que el espíritu general de la Institución debe
armonizarse con las conductas específicas de sus miembros; que son individuos
dotados de libre albedrío. Por tanto, será la convicción y la disciplina consciente
de cada miembro soldado la que le hará internalizar los preceptos éticos
institucionales.
Para explicar los pilares fundamentales que componen a un ejército asumiremos
una conceptualización teórica que se explica en dos triadas. La primera triada, es
su naturaleza, la norma jurídica que regula su misión y las capacidades con
las que está dotado para cumplir su misión, en consonancia con su naturaleza y
la norma jurídica. Estos tres elementos deberán estar en sintonía y serán
hilvanados por medio de la doctrina, la que deberá armonizar la relación entre
los principios y los cambios sociales que van ocurriendo.
La segunda triada, estará compuesta por el honor, la organización y la
disciplina en estricta correlación. Por lo tanto, no es posible que falte uno de
estos tres factores, ya que la combinación de éstos y su acción integral, permitirá
evitar una estructura estéril que se aleje de la esencia del ser militar o ethos
militar.
4 Por ejemplo, una estructura humana que tiene organización y disciplina,
pero no tiene honor, se puede constituir en banda delictual. Asimismo, el honor
acompañado con solo algunos de los dos elementos restantes será inútil como
estructura militar, debido a que la organización y la disciplina son esenciales a la
función militar.5
Al observar las dos triadas mencionadas, comprobaremos que hay un elemento
en cada una de ellas, que son la esencia de la identidad militar, estos son la
3
Ibíd. pp. 66 y 67.
4 Ver García Covarrubias, Jaime, Los tres pilares de la Transformación Militar, Military Review, Edición
hispanoamericana, marzo-abril, 2005, pp. 23 – 30.
5 Op. Cit. García, p. 31
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naturaleza y el honor. La naturaleza que contiene los principios que le han dado
identidad a la institución y que esta atestiguado en su historia, mientras que, en
la segunda, se ubica el honor que es el compromiso convertido en virtud, que
excede la ley y los reglamentos. El honor es vital y está muy presente
actualmente, tanto que el juramento del soldado de rendir la vida si fuera
necesario es una promesa en esencia basada en el honor, ya que no tiene
necesariamente alcance legal. Sin embargo, ningún militar está dispuesto a
traicionar ese juramento del que nos dieron testimonio tantos soldados a lo largo
de la historia.
Estas triadas, en teoría, podrían producir una especie de disonancia entre la
cultura militar y la sociedad civil, derivado de que los componentes que las
forman se encuentran al servicio de la necesaria integración y aglutinamiento de
la institución, más que sirviendo directamente a las transformaciones que
experimenta la sociedad. Por lo anterior, la adecuación de un ejército a las
transformaciones de la sociedad será lenta y gradual, ya que las instituciones
militares evaluarán e incorporarán los cambios con precaución y gradualidad
para cautelar su eficiencia. Es responsabilidad del alto mando interpretar la
evolución de la sociedad para poder adaptar en tiempo y forma, en lo que
corresponda, a la fuerza militar, como también de la autoridad política,
responsable de ejercer la supervisión respectiva.
Siguiendo esta idea, es primordial, entonces, que al modernizar o transformar
una fuerza militar se establezca una congruencia con los cambios de la sociedad.
Para que se cumpla lo anterior, es muy gravitante tener una correcta
interpretación del grado de evolución de la sociedad y hacia dónde se encamina.
Los altos mandos, en todos los tiempos, tendrán una gran responsabilidad
incorporando lo que se verifique como apropiado, sin debilitar las capacidades
militares, ni los deberes militares constitucionales. Para esta tarea de evolución
institucional las dos triadas que hemos estudiado son fundamentales, puesto que
en sus componentes está el contenido de un ejército.
Por su parte, los valores militares deben ser coherentes con las virtudes militares
de cada uno, las que se deben cuidar y, ojalá, profundizar. Los valores militares
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son los mismos que practica la sociedad civil solo que la jerarquización es
distinta. Por ejemplo, el valor patriotismo podrá estar en el primer lugar en la
jerarquización que hacen los militares, en cambio, para un médico podría ser
que, el principal valor sea el servicio al prójimo lo que no significa ser menos
patriota. La valentía será muy importante para un militar, pero no lo será tanto
para otras profesiones que priorizan otras cualidades derivado de su propia
finalidad. Ahora bien, los valores y virtudes militares no son abstractos, ya que
están claramente descritos en los reglamentos de disciplina y códigos de justicia
militar de las Fuerzas Armadas y es obligación de todo soldado, marino y aviador
conocerlos y practicarlos. En síntesis, en una sociedad habrá valores globales y
valores sectoriales, constituyendo los mismos valores, pero con distinta
jerarquización. Entre los valores sectoriales se encuentran los militares.
6
En época de crisis o guerra se ha evidenciado que los valores militares se
extienden más allá de las instituciones de la defensa, ya que la población de cara
al peligro da cierta preeminencia a los valores castrenses. Esto último se
comprobó, luego del Combate Naval de Iquique, cuando los chilenos se
presentaban en gran número a reconocer cuartel. Lo mismo ocurrió, cuando se
produjo el incidente de Laguna del Desierto en 1965 y posteriormente, en la
crisis con Argentina de 1978.
El problema que ocurre en la modernidad es la discordancia que se puede
producir entre los valores considerados como ideales de la organización,
respecto a los valores de las personas, ya que, al fin y al cabo, hay valores que son
personales. Esto es que, individualmente, algún miembro de la institución puede
estar en desacuerdo con algún valor de la organización. Los seres humanos no
son máquinas que pueden ser programadas. La absorción de los valores y su
práctica finalmente será una tarea y esfuerzo individual.
6 Ver García, Jaime. La Profesión Militar ayer y mañana, Red de Seguridad y Defensa de Latinoamérica, Buenos
Aires, 2005.
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De estas ideas se desprende el ethos militar, que será pilar de este trabajo ya que
es la vara de medida de las actuaciones del hombre de armas. El ethos se va
construyendo sobre una base de principios, virtudes y valores.7
De esta manera se desprende al ethos militar, el que es definido por el Ejército
de Chile como un modo de ser derivado de la costumbre.8 Lo anterior, implica que
es adquirido paulatinamente de los actos que se van realizando en el tiempo. Por
ello, no es uno solo para todos los ejércitos del mundo, sino que cada realidad
militar va estableciendo los propios. En el caso de Chile, por ejemplo, el ethos
militar del siglo XIX no es el mismo del siglo XX o XXI.
Al hacer un análisis del ethos militar del Ejército en el periodo de este trabajo,
hay que tomar en cuenta que, a la fecha de los acontecimientos, no existía
ninguna Ordenanza del Ejército adecuada al tiempo como la que existe hoy. Por
este motivo, es que se dictó la Ordenanza en el 2006 y el Manual del Ethos del
Ejército el 2017.
En los últimos cincuenta años la sociedad ha evolucionado y estos cambios han
impactado la cultura castrense. Destacados especialistas en temas militares de
Estados Unidos identifican las tendencias que han ido marcando a la sociedad y
al mundo militar, tales como el pluralismo, la fragmentación, la heterogeneidad,
la permeabilidad, la deconstrucción y la ambigüedad. En nuestro país se observa
la profundización de estas tendencias. Por ejemplo, el pluralismo es
consubstancial en las democracias y las mismas Fuerzas Armadas se rinden a la
evidencia de tener que aceptar el tema de la defensa como un asunto de manejo
público. Similarmente, la fragmentación de la sociedad es cada día más visible,
toda vez que las personas cumplen hoy varios roles en la sociedad y el militar de
hoy, no sólo es soldado, sino que realiza paralelamente otros roles o trabajos.
Otro ejemplo se refiere a la heterogeneidad, la que también es bastante real y las
diferencias se aceptan y se respetan en la organización militar mucho más que
7 Ejército de Chile, MOLD – 02005 Manual Ethos del Ejército de Chile. Santiago, 2017. Ver cap. III y IV, referido a
principios éticos, valores y virtudes. En el caso de un cuerpo armado, los principios, son los preceptos
constitucionales que definen la función militar y/o valores que se elevan a la categoría de permanentes. Están en
convergencia con los intereses permanentes del país.
8 Op. Cit. Ejército de Chile, 2017. cap. I.
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hace algunos años atrás, producto de la mayor permeabilidad en nuestra
sociedad, de la globalización y de las fronteras abiertas y virtuales. Por su parte,
a la deconstrucción se le interpreta como la objeción a los valores que han
fundado a la sociedad9.
Todo lo anterior produce un impacto en los valores militares tradicionales. Como
ilustración podemos citar que el patriotismo tradicional que se visualiza en
relación con el territorio y sus símbolos está dando paso a uno que se
reinterpreta en función de fronteras virtuales y símbolos internacionales. La
valentía tradicional que corresponde al idealismo tipo heroico que lucha y muere
por una causa muy simbólica, transita hacia una versión de mayor racionalismo
en la acción, que comienza desde el mismo momento en que el soldado al partir
al campo de batalla se plantea la legitimidad del conflicto y su pertenencia a éste.
Por su parte, el honor tradicional que ya tratamos también sufre un impacto, ya
que en las nuevas definiciones militares del siglo XXI se actúa por un concepto
del deber que tiene una connotación más jurídica. Derivado de lo anterior, se
debe formar un oficial muy respetuoso de los acuerdos y tratados
internacionales, los que deberá cumplir y hacer cumplir sin ningún tipo de
dudas. En el futuro, el oficial que no sea meticuloso en esta materia
comprometerá gravemente el honor y prestigio de su ejército y país.10
Otro aspecto significativo es el referido al reconocimiento que la población ha
tenido del Ejército. Si observamos la historia sociológica de nuestra sociedad,
podemos reconocer que concurren dos roles de las instituciones. Los “roles
manifiestos” que tienen expresión jurídica y los “roles latentes” que surgen
desde una percepción emocional o de la costumbre.11
Como lo atestigua la historia, al Ejército desde sus inicios se le concedió la muy
simbólica condición de institución permanente y fundadora del estado nación. Con
9 Moskos, Charles. Williams, Allen. Segal, David. The Postmodern Military. Armed Forces after the Cold War.
Oxford University Press, New York & Oxford, 2000, p. 4.
10 Op. Cit. García, Jaime, La Profesión Militar ayer y mañana.
11 Este concepto tratado por otros autores, se basa en Robert Merton. Otros autores han usado esta conceptualización
como López Silva, Claudio, en Fuerzas Armadas en el Tercer Mundo, Memorial del Ejercito, 356, 1970. Más
información en Merton R, Social theory and social structure (1957).
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ello, se selló en el inconsciente colectivo que esta institución constructora del
nuevo Chile, era en la práctica protagonista esencial del poder, fuente de normas,
reglas y colonizadora de las primeras ciudades. No en vano, los padres
fundadores fueron o se convierten en militares. Con ello se consolida en el
tiempo, entonces, una idea colectiva de una cierta responsabilidad política del
Ejército debido a que éste desde su inicio, permitió por su sola existencia la
normal convivencia, estabilidad y desarrollo nacional con éxitos militares, cuál
era su razón de ser. Esta responsabilidad política, concebida como forma de un
rol latente, se debe cautelar que tenga expresión democrática y que no se
constituya en una conducta militar antidemocrática.
Uno de los hechos que ayudó mucho al rol latente fue la promulgación de la ley
de reclutas y reemplazos en 1900, que se encarna en el Servicio Militar
Obligatorio. Nadie a estas alturas, podría desconocer el aporte social que esta ley
significó para el país, así como tampoco, la enorme legión de ciudadanos que en
140 años aprendieron a leer en los cuarteles, se instruyeron en tareas útiles para
su futuro y se nutrieron de normas de disciplina, orden y urbanidad. Asimismo,
es menester recordar que el Ejército participó en la instrucción primaria
obligatoria de los ciudadanos, que fue una obra de adelanto cultural enorme en la
historia del país. El Ejército, en consecuencia, fue una instancia educadora por
largos años a través del servicio militar y ha sido desde sus orígenes una
Institución que produce “movilidad social” de quienes ven en ella una opción
profesional y vocacional desde donde servir al país.
Son muchas las tareas realizadas por el Ejército en apoyo de la comunidad que
en el tiempo fortalecieron el rol latente. Una de las causas radicó en las propias
carencias del Estado que fue incapaz de cubrir con su propia estructura político
administrativa, una geografía larga, sinuosa e inédita en el mundo. Esto, adquiere
mayor notoriedad en catástrofes naturales, tareas de reconstrucción y abriendo
rutas en lugares donde jamás llegó la mano del hombre. Así, se forjó una función
latente derivada más allá de los roles manifiestos. Todo este reconocimiento
latente es producto de la efectiva y amplia labor que, aun sujeta a carencias,
cumplió el Ejército con sacrificio muchas veces más allá de lo esperado, y ante
crisis políticas de la que no fue su causante.
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En consecuencia, de todo lo descrito en la Introducción y de lo que precede de
este capítulo, generó como se dijo, la necesidad de evaluar los comportamientos
y toma de decisiones para actualizar la normativa y adecuarla a los cambios y
necesidad de la sociedad y de los imperativos del conflicto moderno. La
Institución se rigió por la Ordenanza General de 1839 que tuvo algunas
modificaciones hasta la versión de 2006.
Entre una y otra Ordenanza, la sociedad y la Institución han vivido profundos
cambios, lo que exigía revisar el ethos militar para alinear el denominado “deber
ser” con las conductas que se toman de la realidad misma de una sociedad
cambiante y en un tipo de conflicto cada vez más normado, pero indefinido en
sus formas. El ethos militar puede ser frágil si no se revisa con cierta continuidad
y se evalúan las conductas a las que los miembros de la institución deben ir
adhiriendo. Para una institución permanente cuyo modelo está basado en la
vocación, es muy importante cautelar esta condición, la que se ve afectada por
las naturales influencias propias de una sociedad que persigue el éxito y el
consumo.
Sin embargo, las causas que generaron los hechos más reñidos con la conducta
esperada de los miembros del Ejército, no pueden reducirse solo a un
incumplimiento del ethos militar, sino también, a situaciones y eventos
conductores que generaron el entorno y las condiciones para que ello ocurriera.
Por ello, es muy importante comprender estas causas para evitar que ellas se
vuelvan a repetir. Considerando este basamento, estimamos que, entre otras, se
encuentran las siguientes:
1. Involucramiento directo en la política contingente: En el desarrollo
histórico de Chile, las Fuerzas Armadas y el Ejército principalmente y sus
autoridades, mantuvieron un involucramiento político derivado de vacíos de
poder, caudillismos y los roles latentes que le otorgó la propia sociedad, como
una manera de superar eventos críticos. Solo en periodos muy puntuales hubo
una situación relativamente estable, como por ejemplo entre 1932-1969, a
pesar de algunos incidentes. Asimismo, el Ejército como parte del Estado y por
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mandato de las autoridades políticas, muchas veces fue la cara visible junto a
Carabineros de trágicos acontecimientos al reprimir levantamientos sociales.
2. Se mantuvo un sistema jerárquico que centralizaba el poder: Desde la
reforma prusiana a finales del siglo XIX, el sistema de mando se conformó
sobre la base de un mando centralizado e integral, con una obediencia
absoluta, debido a las experiencias europeas y de lo complejo de la conducción
y la mantención de la disciplina en las operaciones terrestres, especialmente
por los orígenes de los contingentes reclutados. A lo anterior, se sumó una
normativa nacional que se basa en mantener esta centralización del mando, lo
que produce una inhibición de un proceso de toma de decisiones deliberativo
en la gestión de la Institución en tiempos de paz a diferencia de la conducción
de la fuerza en su empleo operativo real en el campo de batalla, el que obedece
a un proceso de toma de decisiones mucho más deliberativo y descentralizado.
3. Subyacía una inclinación nacionalista: La misión principal del Ejército es la
Defensa de la Soberanía Nacional, por lo tanto, de manera inherente se
encuentra su protección. Bajo ese requisito, aquellas personas y grupos que
sustentaron ideologías que fueron percibidas como una amenaza por
intervenir en la soberanía o abiertamente utilizaron la violencia para lograr
objetivos políticos, pasaron a constituir un adversario identificable y
confirmado.
4. Insuficiente preparación en materias legales y de derechos humanos:
Hubo a la luz de los hechos ocurridos, una insuficiencia en las políticas y
planes de formación para alcanzar un claro conocimiento y manejo de
fundamentos en el derecho del uso de la fuerza, derechos humanos y las
responsabilidades de mando en la emisión de órdenes. Por consiguiente, la
poca conciencia que existía en décadas pasadas respecto al respeto de los
derechos humanos (DDHH), vacíos en la respectiva instrucción de estas
materias y el necesario entrenamiento de procedimientos para la fuerza
militar en todos los niveles de planificación y ejecución, bajo diferentes
situaciones.
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5. Mantener estructuras y responsabilidades que no son parte de lo
esencial en las operaciones militares: Si bien se cuenta con especialistas
para participar en la definición de las capacidades militares que se requieren
para el desarrollo y mantenimiento de la fuerza operativa, la responsabilidad
institucional de llevar a cabo las licitaciones y adquisiciones de material
militar, es una tarea que obliga a mantener una gran estructura que consume
un significativo número de personas y que no necesariamente cuentan con las
competencias adecuadas en materias legales y financieras, sumado a la propia
rotación por la dinámica de la carrera.
6. Grandes cambios organizacionales que no dieron tiempo a regular los
procesos asociados: En un período se realizaron grandes cambios en las
organizaciones con la finalidad de alcanzar una mayor eficiencia, sin embargo,
no se alcanzó a realizar los cambios de todos los procesos, normativa y el
entrenamiento asociado a estas nuevas organizaciones, dejando espacios que
escaparon al control exhaustivo con el que se debería haber contado,
especialmente, en el área contable y financiera.
Teniendo esto presente, abordaremos ahora lo ocurrido entre finales del Siglo
XIX y la primera mitad del Siglo XX, para comprender ciertos eventos y hechos
que fueron el preámbulo al período de los 50 últimos años a analizar.
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CAPÍTULO II
“Síntesis histórica de la actuación del Ejército en el acontecer
nacional en el siglo XIX y la primera mitad del siglo XX”
El “ethos militar”, entendido como el modo de ser de un ejército, no se construye
en un vacío, se forja en la actividad del día a día y se refunde en su quehacer a
través del tiempo. No se podrá entender la convergencia entre virtudes y valores
militares si no se tiene en cuenta el recorrido efectuado con sus éxitos y fracasos,
aunque estén cubiertos por la pátina del tiempo. Efectivamente, los éxitos de un
ejército son el resultado del respeto a las normas que constituyen su carácter y
los fracasos son la consecuencia de contravenir estas enseñanzas transformadas
en el ethos militar.
De esta manera, en este capítulo se presentará la evolución y devenir del Ejército
a través de los siguientes fenómenos y eventos:
1. La transformación de una institución muy precaria en términos de su sistema
formativo, de instrucción, entrenamiento, planificación y operación en el
campo de batalla, comparativamente con el desarrollo que tenían los ejércitos
europeos como referencia, hacia una organización más profesionalizada.
2. Una participación en eventos de carácter político, la que en la mayoría de los
casos se debió al papel que el propio gobierno, autoridades políticas y la
ciudadanía le otorgó a la institución, apartándola de su función principal.
3. Una construcción de principios y valores propios, transformando aquellos que
rigieron a la Institución por largo tiempo y que constituían una adopción
externa que se basaban en una obediencia absoluta, asentada en la disciplina
del campo de batalla, las capacidades de una tropa proveniente de diversos
orígenes, sin considerar las realidades culturales y sociales del país.
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4. La influencia del enfrentamiento ideológico entre los dos bloques durante la
Guerra Fría, lo que arrastró al mundo y, por tanto, a los países de
Latinoamérica a tomar posición en uno u otro bloque.
En sus orígenes, nuestro Ejército fue determinado por las experiencias recogidas
en el campo de batalla. No hubo treguas de acciones militares entre 1810 y 1891.
En efecto, participó en conflictos internos desde la Guerra de la Independencia
(1810-1818), hasta la Guerra Civil de 1891. Complementariamente, enfrentó tres
conflictos fuera de las fronteras: la expedición Libertadora al Perú (1820-1823),
la Guerra Contra la Confederación Perú-Boliviana (1836-1839) y la Guerra del
Pacífico (1879-1884).
Por ello la preparación de los oficiales y suboficiales durante el siglo XIX, estuvo
determinada por una formación práctica en el propio campo de batalla. En
consecuencia, la necesidad de organizar una Escuela Militar con un carácter
profesional fue de primera necesidad. Pero ésta no se consolidó inmediatamente
sufriendo reformas y suspensiones. Los militares, al menos en su mayoría, no
eran profesionales dotados de conocimientos sistemáticos, como en la
actualidad. Eran combatientes aguerridos, con fuerza física, disciplinados con
mucho rigor, sin grandes conocimientos en táctica ni en estrategia y con
habilidad para el empleo de las armas y el caballo.
Hubo excepciones en las capacidades de oficiales que crecieron en su formación
en Europa, pero fueron una minoría. Por esta razón, tras las lecciones aprendidas
de la Guerra del Pacífico los gobiernos de la época contrataron a los militares
alemanes para reorganizar y modernizar al Ejército. En ese momento, se decide
abandonar la doctrina de la escuela francesa y adoptar la alemana,
principalmente por ser éstos últimos victoriosos en la Guerra de 1870 y
evidenciar un adelanto general sorprendente en términos comparativos,
derivado que entre 1864-1871, Prusia emprendió y ganó tres grandes guerras
contra sus vecinos: contra Dinamarca en 1864, contra Austria en 1866 y contra
Francia en 1870-1871.
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En esa época, la normativa de la Institución se regía por la Ordenanza General del
Ejército dictada en 1839 y con diversas modificaciones a través del tiempo. En
aquella normativa inspirada en la experiencia hispana se regulaba la
organización, lo administrativo, obligaciones, formalidades y reglas de conducta
de los miembros del Ejército, ya que se carecía de normativas legales que lo
regularan. Básicamente, a partir de lo que eran los deberes y obligaciones, se
deducía el ethos profesional, que no estaba explícitamente enunciado en un
documento único. La Ordenanza era cristiana-católica y ese era su fundamento
acorde con la sociedad de la época, incluso en el programa de la Escuela Militar
del reglamento de 1866 los estudios contemplaban Historia Sagrada en I año y
Catecismo en II año. No había ramos sobre estudios propios de los aspectos
valóricos de la profesión.
Lo precedente, sirvió para constituir una institución con una inspiración
cristiana-católica que sustentó al rito militar desde sus inicios, muy
comprensible desde la perspectiva de un país colonizado por la monarquía
española y en un sistema político en que la religión católica era la oficial al no
estar separada la iglesia del Estado. Muchos años después, comenzará una etapa
de laicización que llevará a separar la iglesia del Estado. Por ello, el Ejército,
recién avanzado el siglo XX incorporará otras religiones a su quehacer.
La Ordenanza contenía regulaciones muy importantes como lo eran el
tratamiento de los enemigos capturados y la obligación de los oficiales en cuanto
al ejercicio del mando, señalando en el título XXXII, Art. 13, un concepto
fundamental para un comandante en todo tiempo y lugar: “en cualquier oficial
que mande a otros, o se halle solo, será prueba de corto espíritu e inutilidad para
mando el decir que no pudo contener la tropa que tenía a sus órdenes o que el solo
no pudo sujetar a otros, con otras espresiones dirijidas a disculparse de los excesos
de su jente o de su cobardía en acciones de guerra; porque el que mande, desde que
se pone a la cabeza de la tropa, ha de celar la obediencia en todo, e inspirar el valor
i desprecio de los riesgos: siempre que suceda cualquiera de estos casos, el oficial u
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oficiales serán juzgados por el consejo de guerra quien graduará la falta que haya
habido”12
A lo largo de la historia y ya en el siglo XX, comprobamos que estos preceptos,
propios del mando y fundamentales en el ethos militar, señalados en el párrafo
precedente no siempre se cumplieron, por lo que hasta hoy se presentan
situaciones en que subalternos sufren las consecuencias de comandantes que
olvidan este imperativo del mando.
La Ordenanza era muy estricta ya que corresponde a una época que se basaba en
la obediencia absoluta, debido a que el sistema de valores de la sociedad no era
consensuable como lo es en la sociedad moderna. Los valores se transmitían
generación por generación. Este cuerpo legal era muy exigente con los oficiales y
las penas para ellos eran altísimas, tales como pena de muerte, prisión y
expulsión. En tiempo de guerra, obviamente, la pena de muerte era recurrente
para todo el personal. Como ejemplo citaremos que el abandono del puesto, aun
en tiempo paz, era pena de muerte. La desobediencia y sedición era pena de
muerte y la cobardía corría la misma suerte. El insulto a lugares sagrados podía
ser pena de muerte o corporal según las circunstancias. También, se involucraba
en la vida privada cuando sentenciaba que el que se casaba de nuevo teniendo
con vida a la primera mujer, eran seis años de presidio y pérdida del empleo si
era oficial.13
Como expresáramos al inicio, el ethos militar chileno, principalmente se
construyó en los tres conflictos exteriores a su frontera, ya que en los conflictos
internos se dividió el Ejército en bandos contrincantes. Debido a que en la Guerra
del Pacífico se movilizaron miles de ciudadanos que no pertenecían previamente
al Ejército, se produjo entonces una transmisión de valores militares y
reforzamiento de sentimientos patrióticos entre militares y civiles. Esto influyó
en forma gravitante en generaciones de ciudadanos muy ligados
12 Ejército de Chile. Ordenanza del General del Ejército, 1839, edición de 1874, título XXXII, Art.13, p. 232.
13 Op. Cit, Ordenanza General del Ejército 1839, Título LXXX, art. 14, Crímenes militares i comunes i penas que a
ellos corresponden.
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emocionalmente al Ejército. La Institución, en ese periodo, era más bien de
cuadros de oficiales y suboficiales que organizaban e instruían a quienes eran
movilizados. En tal sentido, estaban representadas las clases sociales de aquellos
tiempos, distribuidos en los grados por el nivel de estudio que cada cual poseía.
Con la llegada de los instructores alemanes se produce un rompimiento con lo
que había sido hasta entonces el Ejército. Así lo establece el General Indalicio
Téllez en su libro Recuerdos Militares, cuando señala: “La llegada de los alemanes
significó para el Ejército el trastorno más completo que sea dable imaginar: lo
borraron todo para comenzar de nuevo”14. En esta línea, el General Téllez expresa
que los alemanes encontraron en el país al mismo Ejército de la Independencia
que solo había evolucionado en el armamento que los sucesivos gobiernos le
habían proveído, pero que había una estagnación en la preparación del personal
dada la debilidad de la Escuela Militar. Se agrega a lo anterior, que la disciplina
era mantenida con castigos muy duros, aún basados en azotes, lo que comienza a
ser erradicado paulatinamente en la medida de que la reforma germana se va
implementando. Se decía, ya lo hemos podido comprobar con la Ordenanza ya
citada, que “el soldado temía más al palo que al enemigo”.15
Como parte de ese proyecto de vinculación con Alemania, el gobierno de Chile
contrató el sistema educacional y militar alemán. Para los alemanes, ambos
proyectos conformaban un todo, porque la experiencia de la Guerra de 1870 les
había enseñado que el maestro de escuela era quien había ganado la guerra al
educar al joven en el patriotismo. Bajo esta idea en 1885, se contrataron
profesores civiles y al capitán prusiano Emilio Körner Henze, prestigioso
profesor de artillería e ingenieros. Para su proyecto de reforma militar contó,
entre otros, con la colaboración del Sargento Mayor Jorge Boonen Rivera, un
eminente oficial de artillería de gran preparación y dominio de idiomas. Ambos,
redactaron una historia militar que tuvo como resultado un muy buen
14 Téllez Indalicio. Recuerdos Militares. Instituto Geográfico Militar, Santiago, Chile, 1949. p. 13.
15 Sáez Morales Carlos, Recuerdos de un Soldado, Biblioteca Ercilla, Santiago, Chile, 1934, p. 21.
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diagnóstico de la situación militar chilena con una proposición para corregir las
anomalías detectadas.16
Lo central del proyecto de reforma fue actualizar y adaptar la organización y
práctica del Ejército a los nuevos conflictos. Para esta tarea, Körner contaba con
notable prestigio y competencias dada su participación en la victoria de la guerra
contra los franceses y de sus estudios en la Academia de Guerra de Berlín junto a
militares de la talla de Hindenburg y Meckel. Por ello, su autoridad fue
indiscutible hasta la reforma que culmina en 1906, quedando a partir de esa
fecha, como Inspector General con facultades solamente fiscalizadoras de
acuerdo al nuevo reglamento orgánico. A partir de ese momento, comienza el
relevo hacia un mando de oficiales nacionales, quienes darán una impronta
paulatinamente más nacional respecto a sus instructores alemanes haciendo una
síntesis entre el ethos militar germano y las costumbres chilenas.
Lo primero que llamó la atención a Körner, fue la calidad del personal que se
reclutaba para los cuadros de oficiales y suboficiales. Tuvo una mirada crítica
sobre la Escuela Militar en la que veía una semejanza más a un politécnico que a
un instituto formador de oficiales, señalando que había que profundizar los
conocimientos científicos. En esa época, el plan de estudios vigente (1883) se
orientaba a una enseñanza enciclopédica en desmedro de los ramos militares y
científicos. La educación humanística, similar a la que se impartía en los colegios
de nivel superior, restaba demasiadas horas a la disponibilidad de los ramos
profesionales.
Como soluciones a los problemas detectados, se resuelve reestructurar planes y
programas de la Escuela Militar, crear la Academia de Guerra (1886) para
preparar oficiales para los altos estudios militares y la Escuela de Clases (1887),
para formar a los suboficiales. En estas iniciativas se moldearía al oficial y al
suboficial tanto en su formación profesional como valórica y de disciplina. Estos
institutos eran los pilares en un ejército del siglo diecinueve ya que, a través de
16 Quiroga Patricio, Maldonado Carlos. El Prusianismo en las Fuerzas Armadas Chilenas: Un estudio histórico entre
1885-1945. Ediciones Documentas, 1988, Santiago, Chile, p. 29.
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su personal, permeaban el ethos militar al resto de las unidades. El proyecto
Körner no estuvo ausente de críticas. Es así que el destacado oficial Carlos Sáez
Morales, que más tarde sería general, llegó incluso a publicar un artículo en el
Diario "El Sur" acerca de la "prusianización" y de la imitación que se hacía de otra
realidad. Es interesante aclarar que las críticas no iban destinadas a Emilio
Körner, a quien el autor admiraba, sino que a sus exégetas que a juicio de Sáez,
exageraron el proceso copiando reglamentos y uniformes.
Luego de la Guerra del Pacífico se constataron anomalías que era preciso
mejorar. Así fue, como se envió a Europa al Sargento Mayor Jorge Boonen Rivera,
quien a su regreso estableció que los énfasis en la Academia de Guerra debían
colocarse en los ramos de servicio de estado mayor, alta ayudantía y en el
empleo de las armas técnicas. El decreto de fundación del instituto señala: "Que
es conveniente elevar en cuanto sea posible el nivel de instrucción técnica y
científica de los oficiales de ejército, a fin de ponerlos en aptitud de utilizar en la
guerra las ventajas que presentan los nuevos métodos de combatir y las armas
perfeccionadas hoy en uso".
17 En los otros puntos se adoptan otras
consideraciones tales como formar al personal del alto mando, fomentar el amor
al estudio y renovar conocimientos adquiridos en la Escuela Militar. Todo lo
anterior, en coherencia con el ethos propio de la Institución que era preciso
transferir a los subalternos.
En la época, se organiza la participación del Ejército en el desarrollo nacional con
el impulso a la instrucción primaria en las tropas. De esa forma, se colaboraba a
superar el analfabetismo reinante. Desde 1843, existían escuelas primarias que
funcionaban a cargo de oficiales subalternos con la colaboración de profesores
primarios. Para mejorar esto último, se fundó la Dirección General de Instrucción
Primaria del Ejército en 1887. Poco después, en 1888, se dispuso por decreto la
instrucción militar obligatoria en los internados y escuelas primarias del Estado.
Con esta medida la influencia militar en la formación del ciudadano resultaba
evidente y es motivo de orgullo hasta hoy para los integrantes de la Institución.
17 Decreto de fundación de la Academia de Guerra, de fecha 9 de septiembre de 1886 y Decreto de 31 de mayo 1887.
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Los años que transcurren entre 1885 y 1890, son los precursores de las grandes
reformas del Ejército, sosteniendo que aun cuando la Guerra Civil de 1891
detendrá el proceso, esta situación será transitoria ya que vendrán nuevos
hombres a conducirlo.
Al término de la revolución de 1891 las cosas se facilitan enormemente, ya que la
tarea de reforma militar se materializa en un Ejército que había sido disuelto y
que ahora estaba conformado por oficiales provenientes del bando vencedor
formados militarmente en el campo de batalla. Esto obligó a generar un nuevo
impulso del proceso de modernización iniciado en 1885. Esta decisión coincide
con la refundación del Ejército el 2 de enero de 1892, con una dotación de 6.000
plazas basada en los oficiales que se habían incorporado al bando congresista. La
influencia alemana fue muy gravitante debido a que 31 instructores alemanes
llegan al país entre 1896 y 1898. Se mandaron oficiales a estudiar a países como
Alemania, Francia, Suiza, España, Italia, y Austria. La influencia más importante
correspondió a los dos primeros, ya que a esos países concurrieron los oficiales
que tuvieron mayor gravitación. Esta modalidad se mantuvo hasta bien avanzado
el siglo XX, pese a que los estudios en Berlín se suspendieron durante la Segunda
Guerra Mundial y no se continuaron después por razones obvias. En cambio, las
comisiones a Francia se prolongaron hasta fines de los años sesenta. Entre 1895
y 1913, se enviaron 133 oficiales a estudiar a Europa. En 1914, por ejemplo, se
encontraban cerca de 70 oficiales en Alemania, para un Ejército que no tenía más
de 800 oficiales, lo que significó imbuirse de los usos y costumbres germanas
que, sin duda, se fueron incorporando al Ejército de cara al siglo XX.18
Entrando al nuevo siglo, se disuelve la Guardia Nacional en 1900 y se dicta la ley
de reclutas y reemplazos, que venía gestándose desde 1892, con lo que se
estrena el “servicio militar obligatorio” a contar del primer día de agosto de 1902.
Este hecho configuró al Ejército de Chile con la modalidad del pueblo en armas,
manifestándose a partir de ese momento un fuerte vínculo entre la sociedad y el
Ejército. De acuerdo a la ley, se llamaron a cumplir con instrucción militar
obligatoria a ciudadanos que tuvieran 20 años de edad en los cantones
18 Ver Op. Cit. Historia del Ejército de Chile, Ed. 1982, Tomo VII.
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correspondientes. En 1903, se acuartelaron 4.000 soldados para prestar un
servicio de cinco meses, salvo en la I Zona Militar con 6 meses. En esta etapa de
grandes cambios fue muy importante la reforma de 1906. Para el general y
destacado intelectual militar Carlos Sáez, este tránsito al servicio militar fue un
gran paso ya que los anteriores cursos de guardias nacionales eran cursos
rápidos de escaso valor militar.19 La trascendencia que ha tenido para millones
de jóvenes hombres y mujeres el servicio militar, ha sido reconocida por la
misma ciudadanía a través del tiempo.
La modernización de Körner que acentuaba la preparación científica, tuvo
resultados en el corto plazo con el nacimiento de la aviación militar dependiente
del Ejército, el 7 de febrero de 1913. La aviación, en la época, no era ajena a los
ejércitos ya que se consideraba una especialidad militar y una ayuda para la
artillería. El optar por esta especialidad muy peligrosa en la época era una
muestra de vocación y amor a la carrera. Con este paso, Chile, se convierte en
pionero de la aviación militar en el mundo. Los resultados de esta nueva
especialidad fueron notables e históricos como el cruce de la cordillera de los
Andes por el teniente Dagoberto Godoy del arma de zapadores. Los militares que
optaban por la especialidad de aviación eran provenientes de la artillería y
zapadores (ingenieros), algo natural ya que tenían una mayor cualificación
técnica asimilada en el programa de la Escuela Militar perfeccionado por Körner.
Finalmente, en 1928, el Ejército crea la Dirección General de Aviación y en 1930,
al fusionarse la aviación militar y naval nace la Fuerza Aérea Nacional,
posteriormente Fuerza Aérea de Chile. Los miembros del Ejército actual, deben
sentirse orgullosos de estos magníficos logros de valientes y audaces militares
pioneros de nuestra Fuerza Aérea.
Tras su retiro en 1910, el General Körner dejaba obras tangibles que
consolidarían años más tarde un Ejército de alto nivel profesional. Junto a ello,
los alemanes dejaron un sistema educativo civil basado en el patriotismo muy
coherente con el ethos militar.
19 Op. Cit., Sáez Morales, Carlos, p. 24.
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En ese contexto de modernización y debido al prestigio alcanzado, el Ejército de
Chile fue requerido en la región enviando comisiones a diversos países del
continente para reorganizar las Escuelas Militares o las Academias de Guerra. Es
el caso de El Salvador, Ecuador, Colombia, Honduras, Guatemala y Nicaragua.
Además, fueron contratados oficiales en retiro en Bolivia, Paraguay y Venezuela.
La influencia de Chile y la prusianización de su Ejército se proyectaron por toda
América.20
Además, dentro de este perfeccionamiento profesional e intelectual alcanzado en
la Institución, se inscriben los trabajos geopolíticos del General Ramón Cañas
Montalva, más tarde Comandante en Jefe, pionero de la disciplina en el país y
que, desde sus estudios en Europa en 1920, investiga y publica trabajos de
concepciones geopolíticas durante su gestión. Esto provocó que los estudios
geopolíticos chilenos fueran muy bien considerados en la región.
Después de la Primera Gran Guerra, el Ejército de Chile asimiló las enseñanzas y
experiencias del conflicto, formándose un oficial con las concepciones
estratégicas y tácticas estrenadas en la guerra. Uno de los estudios más
completos lo elaboró, ya en retiro, el General Carlos Sáez, cuando en 1933
publica un libro titulado "Estudios Militares" donde compila artículos que
publicara desde 1911. En sus páginas analiza y reflexiona sobre la guerra de
posiciones y la de movimientos, su significado y resultados. Esta obra adquiere
gran relieve y es difundida al interior del alto mando, quiénes, entre los años
treinta y hasta la llegada de la influencia norteamericana, seguramente aplicaron
las proposiciones de este inteligente y destacado oficial.21 Las proposiciones del
General Sáez, indican que el Ejército había alcanzado una madurez profesional
relevante y que los oficiales estaban suficientemente formados en el
pensamiento militar moderno. La base de esta madurez se forjó en una vocación
militar muy exigente con muchas horas de dedicación al estudio y al
perfeccionamiento.
20 Ver Arancibia Clavel Roberto. La influencia del Ejército chileno en América Latina 1900-1950, CESIM, 2002.
21 Para conocer en detalle sus propuestas, se sugiere a Sáez Morales Carlos. Estudios Militares, Imprenta y Litografía
Leblanc, Santiago, 1933.
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En los años veinte se produjo una inestabilidad política importante en el país que
se venía gestando debido a convulsiones sociales ocurridas desde inicio del
siglo.22 En ese periodo, dada las malas condiciones económicas que sufrían los
militares, jóvenes oficiales del Ejército tuvieron actuaciones netamente políticas
y deliberativas, aunque sus efectos fueran positivos para los trabajadores del
país con la aprobación de las leyes sociales largamente postergadas. También,
miembros del alto mando se vieron en la obligación de integrar juntas de
gobierno sucesivas en 1924-1925. Como consecuencia de esos acontecimientos
de inestabilidad política, el Coronel Carlos Ibáñez termina asumiendo el gobierno
(1927-1931), aun cuando había un alto mando más antiguo. Más allá de
consideraciones políticas, podemos comprobar que entre 1920 a 1932 no fue
una etapa donde primara la disciplina en las filas institucionales.23
Ese periodo de inestabilidad y desordenes políticos y militares, termina con la
participación activa del Ejército en normalizar la institucionalidad, cuando el
General Bartolomé Blanche a la sazón Vicepresidente de la República y a cargo
del gobierno, entrega el mando al Presidente de la Corte Suprema para que se
efectúen las elecciones presidenciales que culminan con el triunfo en 1932 de
Arturo Alessandri Palma, comenzando un período de mayor normalidad
institucional.
En la década de los treinta del siglo pasado, se vivieron, al igual que en los años
anteriores, fuertes convulsiones sociales producto de la grave crisis económica
internacional que impactó a Chile. Ocurrieron graves enfrentamientos con
numerosas víctimas, como el evento de San Gregorio, La Coruña, Asalto al cuartel
del Regimiento “Esmeralda” (1932) y Ranquil (1934). En todos estos incidentes,
tuvo que participar el Ejército por mandato de las autoridades políticas del
Estado.24
22 Ejército de Chile. Un recorrido por su historia. Academia de Historia Militar, Santiago, Chile, 2020, p. 177. Entre
1911 y 1920 se produjeron 293 huelgas que involucraron 150.000 trabajadores. Asimismo, hubo enfrentamientos
graves en Iquique (1907) Puerto Natales (1919) y Magallanes (1920).
23 Hay vasta bibliografía que da cuenta de estos acontecimientos tales como: Remembranzas del General Bartolomé
Blanche Espejo, El Ejército y la Revolución del 5 de septiembre de 1924 del General Arturo Ahumada y el ya citado,
Recuerdos de un Soldado del General Carlos Sáez.
24 Pinto Lagarrigue, Fernando. Crónica Política del Siglo XX, Editorial Orbe, Santiago, Chile, pp. 196, 239 y
siguientes.
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En 1941 el Presidente Pedro Aguirre Cerda, dispuso que el Director de Educación
Física, Primaria y Cultural del Ejército, General de Brigada Jorge Berguño,
visitara la zona de los minerales de carbón (Lota, Coronel y Lebu) y elaborara un
informe de la situación imperante. Después de un extenso trabajo, el General
Berguño entregó un completo informe donde da cuenta de los motivos de la baja
producción y entrega valiosas proposiciones para mejorar la calidad de vida de
los trabajadores, lo que fue reconocido por el gobierno del Frente Popular.25
En ese mismo periodo, ante los actos irregulares que se producían en las
elecciones, el gobierno promulgó una ley, entregando la fiscalización de los actos
eleccionarios a las instituciones armadas, quiénes por medio de los jefes de plaza
garantizaban el cumplimiento de las normas, lo que está vigente hasta hoy.
Paralelamente, los diversos desastres naturales que azotaron al país, hicieron
que el Ejército tuviera una participación relevante, como lo fue en los terremotos
de 1939 en Chillán y más tarde de Valdivia en 1960. Esta participación fundada
en la vocación de entrega y amor a Chile, más allá de los grados jerárquicos, fue
ampliamente reconocida por los compatriotas y asumida dentro del rol latente,
cual es contar con el Ejército en los momentos dolorosos y trágicos.
En 1944 el Ministro de Defensa General Arnaldo Carrasco, que había sido
Director de la Escuela Militar, difundió a las Fuerzas Armadas un documento
sobre la acción del mando, la que en algunos puntos refiere: “El mando solo
tiene prestigio cuando posee ascendiente moral sobre sus subordinados;
cuando se ponen en juego junto a su vocación sentida por la carrera, el
carácter, una gran capacidad profesional e intacta honorabilidad”. En otro
punto dice: “La duda acerca de la honorabilidad del jefe, destruye el respeto,
y, por consiguiente, relaja y corroe la disciplina”. Complementa ideas
afirmando: “La disciplina puede ser considerada el reflejo del mando. A un mando
puro e intachable corresponderá una disciplina inquebrantable y consciente.”26 El
25 Balart Francisco. La agitación comunista y el Ejército de Chile durante la primera mitad del siglo XX. El informe
Berguño, Academia de Historia Militar, 2016-2017.
26 Circular Ministerial Mando y Disciplina, Núm. 13 de 18-X-1944.
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documento del General Carrasco es de una enorme trascendencia y, se puede
decir, que es válido para todo tiempo y lugar. El mando es el alma del ethos
militar porque esencialmente ejerce una tarea educativa y su acción
atraviesa todas las actividades castrenses.
Finalizada la Segunda Guerra Mundial y al producirse la división del mundo en
dos bloques antagónicos, Chile al igual que el resto de los países del continente,
queda alineado tras los Estados Unidos de N.A. organizado ante el peligro de una
agresión soviética. En 1947, se firma en la ciudad de Río de Janeiro el Tratado
Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR). Los países firmantes, acuerdan
permanecer unidos dentro de un sistema compatible con las Naciones Unidas,
reafirmando los acuerdos que tiene para el mantenimiento de la paz y seguridad
internacional en el ámbito de la región. Asumen el compromiso de la solución
pacífica de las controversias y resuelven proveerse ayuda recíproca efectiva
frente a los ataques armados. Todos estos acuerdos ligaron a Chile al bloque
occidental y por ende a los Estados Unidos quien ejerció un liderazgo efectivo en
la región.27 Las circunstancias históricas y la evolución política en el Estado de
Chile, hizo que el país se alineara ideológicamente con Estados Unidos. Esto, forjó
que las Fuerzas Armadas y por ende el Ejército, tuvieran una orientación
proclive al bloque occidental.
Desde 1946 ya se habían iniciado intercambios en el entorno del alineamiento de
lo que sería llamado Guerra Fría. En ese año, se enviaron oficiales a cursos de las
Armas, esto es Infantería (Fort Benning), Blindados (Fort Knox), Artillería (Fort
Sill), Ingenieros (Fort Belvoir) y Comunicaciones (Fort Monmouth) y Servicio de
Estado Mayor (Fort Leavenworth). A inicios de 1946, arribaron los primeros
tanques y se conformaron los destacamentos blindados. Importante papel en
este período le cupo al Ministro de Defensa y ex comandante en jefe, General
Guillermo Barrios Tirado, distinguido oficial con estudios en Francia.
27 Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (1947) complementado con el Convenio de Pacto de Ayuda Militar
(1952).
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En julio de 1947, se llevó a cabo la aprobación del nuevo reglamento orgánico de
la Institución que disponía estudiar y redactar la doctrina de guerra del Ejército,
sobre la base de la doctrina de guerra nacional establecida por el Consejo
Superior de Defensa. Entre otras medidas trascendentes obligaba a introducir los
principios modernos de la conducción operativa y del mando táctico. Por otra
parte, nuestra Academia de Guerra, como resultado de los informes de los
oficiales de estado mayor que acudían a Fort Leavenworth, procedió a reformar
su plan de estudios con motivo de esta nueva influencia. Digna de destacar es la
incorporación de Organización Militar y Administración de Personal (1945),
Estrategia y Geopolítica (1951), Movilización e Informaciones (1952).28
Chile firmó con Washington en abril de 1952, el Pacto de Ayuda Militar (PAM),
acuerdo bilateral que permitía que el país del norte proporcionara ayuda técnica,
económica y militar con el fin de vigorizar la seguridad mutua y la defensa
individual y colectiva del mundo libre, facilitando la participación efectiva de los
países en el sistema de seguridad colectiva de las Naciones Unidas.
En 1952, se formaliza un juramento a la bandera único para las Fuerzas
Armadas, basado en el honor como todo juramento con alcances más allá de lo
netamente jurídico.29
La influencia técnica norteamericana fue importante, ya que la disciplina de sello
prusiana se fundió con la modernización y la experiencia reciente de guerra que
aportaba Estados Unidos. Lo precedente significó una nueva preparación del
mando superior, reforma al plan de estudios de la Academia de Guerra, creación
de la Academia Politécnica Militar, nacimiento del Arma de Blindados, nueva
doctrina institucional, organización de unidades conforme a la experiencia de
guerra, nuevos sistemas y modalidad de instrucción, aprobación de reglamentos
para instrucción de combate, evolución de las escuelas matrices y de las armas,
mejoramiento de los servicios logísticos y renovación de material de guerra con
la llegada de tanques, obuses, vehículos de transporte, morteros, ametralladoras,
fusiles, radios, etc.
28 Op. Cit. Historia del Ejército de Chile, Tomo IX, Capítulo IV, p. 129.
29 Ley 10.544 Ministerio de Defensa Nacional, 22 sep. 1952.
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Todo lo precedentemente señalado, se incorporó al pensamiento militar y la
práctica profesional con influencia norteamericana en el ethos militar y en la
formalidad militar que comienza a observarse como una síntesis con la alemana.
En efecto, en las actividades formales de desfile o cuartel se podía apreciar la
usanza alemana y en instrucción o campaña la norteamericana.
Como conclusiones de este periodo, se pueden consignar:
El Ejército desde una etapa de escasa profesionalización, consolidó en el
campo de batalla y en la instrucción diaria, así como en campañas, maniobras
y programas de estudios, su moderno desarrollo profesional.
La influencia alemana desde 1885 marca una modernización que abarcará
todas las estructuras del Ejército. Desde lo orgánico, estratégico, táctico,
técnico y logístico. Este cambio tendrá gran influencia en el ethos militar, ya
que se transitará desde un Ejército basado en la disciplina por el temor, a una
disciplina de mayor profesionalismo.
En los años veinte se observa una nueva generación de oficiales, ligados a la
clase media y no a la aristocracia tradicional. Ellos, le dan un nuevo impulso al
Ejército, pero son susceptibles de participar en el cambio del estado de las
cosas. Por tal razón, el periodo entre 1920-1932 tendrá mucha participación
militar en la política.
Se refuerza el rol latente de la Institución, básicamente, por la participación en
los conflictos del siglo XIX, por la actuación política al normalizar la
institucionalidad en los años treinta y por las acciones de ayuda de la
comunidad ante los azotes de la naturaleza en 1939 y 1960.
Como se indicó en el marco teórico, el ethos militar no es una foto estática, sino
una película que va recogiendo todo el quehacer, integrándolo y haciendo que
permee a toda la organización. En los tiempos que se describen, el honor, la
disciplina y la tradición militar, fueron unos de sus fundamentos históricos. De
aquí, que la revisión y enseñanzas del pasado son lecciones imprescindibles de
conocer.
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CAPÍTULO III
Periodo 1960–1973 “Del Tacnazo al 11 de septiembre de 1973”
En este periodo hay tres hechos que marcarán intensamente la actividad del
Ejército. El primero, su permanente vinculación con la política, ya sea por acción
o por omisión. En Chile el rol latente reconocido a las instituciones castrenses, en
especial al Ejército, hace que sea instigado a entrar en la política, lo que había
sucedido fuertemente en los años veinte y treinta. Lo segundo, será el gran
cambio social que viene ocurriendo en Chile desde principios de ese siglo y que
ocasiona que ya en los años sesenta se dibuja un país más urbano, más
alfabetizado, que avanzaba a la industrialización y con problemas diferentes a los
conocidos en los cincuenta años anteriores. El tercero es que en los años de inicio
al período analizado, la Guerra Fría (a la que nos referiremos más adelante)
alcanzaba su máximo punto de tensión entre los Estado Unidos de América
(EE.UU) y la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (U.R.S.S.), mientras
ejercían una enorme influencia en América Latina, traduciéndose en una
ideologización creciente en Chile.
Bajo este marco, el Ejército se asentaba en reglamentos y conceptos doctrinarios
que venían desde inicios del siglo veinte y que derivados de la Ordenanza ya
tratada, no habían tenido la actualización necesaria. Se agrega que desde los años
cuarenta se había ido conformando un Ejército más bien encerrado en los
cuarteles y ajeno a los sucesos políticos contingentes. Esto como resultado de las
ingratas experiencias revolucionarias de los años veinte y treinta. Como ocurre la
mayoría de las veces, los sucesos desencadenados fueron más rápidos y no se
pudo prever lo que pasaría posteriormente, pese a que ya se había advertido por
el estudio de Roy Allen Hansen de la Universidad de California, donde señalaba
que el Ejército de Chile era una fuerza en declinación, de bajo presupuesto, con
obsolescencia en el material y sujeta a ser acarreada a la política contingente.30
En consecuencia, dada las convergencias o divergencias propias de la Guerra Fría
y el cambio social en el país, el militar se encontró sorpresivamente con eventos
30 Hansen Roy Allen, Military Culture and Organizational Decline: Chilean Army study. University of California, Los
Angeles, 1967
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de carácter endógeno que le pusieron en escenarios alejados de su formación y
vocación.
Hay que reconocer que la generación militar de fines de los años sesenta fue
testigo de cómo el “ser militar” se veía alterado, ya que surgían conductas
reactivas más propias de los años veinte y treinta y muy determinadas por la
situación coyuntural, lejanas a las enseñanzas impartidas en las escuelas
matrices. Esta situación anómala, acarreó males que nos impactan hasta estos
tiempos.
El gobierno del Presidente Jorge Alessandri primero y después el del Presidente
Eduardo Frei Montalva, adherían a un desarme regional en un entorno de
creciente inestabilidad dada la influencia de las grandes potencias. Esta política
de desarme sin duda afectó al Ejército y a su capacidad de operar, ya que
requería la renovación de material obsoleto, lo que recién se corrigió en parte
mediante el pacto de ayuda militar que los EE.UU., ofreció a Chile.
Además de lo anterior, el personal militar tenía un bajo sueldo que le obligaba a
buscar alternativas laborales adicionales o a retirarse, afectando con ello las
capacidades operativas de la Institución. El resultado fue la aparición de
caudillismos en oficiales de baja graduación quienes expresaban las inquietudes
que el personal militar vivía en algunas unidades de provincia, tal cual lo había
advertido el informe Hansen ya indicado.
Especial mención se debe efectuar de un hecho que tendrá una enorme
influencia, la “Guerra Fría”, fenómeno universal que va a afectar al total de la
sociedad chilena, a la cultura, a los partidos políticos y de modo muy importante
al Ejército. Las dos superpotencias –EE.UU. y la U.R.S.S. – a partir de fines de los
años 50, empiezan a sostener que parte de su lucha por la hegemonía mundial se
libraría en las naciones del denominado “Tercer Mundo”, conflictos de baja
intensidad en la periferia, África, el Sudeste de Asia, América Latina. Ambas
naciones apoyaron, en grados diversos a fuerzas que creían les eran más
cercanas.
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Para la U.R.S.S., en América Latina Cuba, los movimientos guerrilleros y los
partidos políticos que sostenían la lucha armada. Los EE.UU., en cambio,
intensificaron su influencia sobre los ejércitos nacionales. Las declaraciones
de grupos políticos de izquierda y de grupos armados irregulares de que
aspiraban a derrotar a los ejércitos y cuestionarles el monopolio del uso de las
armas fueron el caldo de cultivo para que los soldados profesionales en países
como Brasil, Argentina, Uruguay y en nuestro país, fueran proclives a adherir a
las ideas de la guerra contrasubversiva y una concepción particular de la
seguridad nacional.31
Como podemos ver la ideologización producida por la “Guerra Fría” llevaba a
algunos a interpretarla bajo un lineamiento revolucionario que hacía del empleo
de las armas un instrumento para alcanzar el poder político bajo la esfera de la
U.R.S.S., en un escenario donde Chile y sus Fuerzas Armadas estaban integradas
al Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR) y, por tanto, en la
esfera de los EE.UU. Tras estos acontecimientos internacionales más la propia
experiencia interna, se profundiza el distanciamiento entre el militar chileno con
el marxismo internacional.
En este contexto se lleva a cabo el acuartelamiento en el Regimiento Tacna,
liderado por General Roberto Viaux y conocido como Tacnazo. Este movimiento
militar tenía fines reivindicatorios, debido a las carencias económicas que sufría
el personal del Ejército y de la política de desarme existente a pesar de las
amenazas fronterizas que no se habían terminado, lo que dificultaba dar
cumplimiento al mandato constitucional. Este último punto es muy relevante
en toda época y lugar, ya que el precepto constitucional debe tener una
respuesta estratégica debidamente financiada.
Las convulsiones posteriores a este movimiento militar, hicieron caer en cuenta
a las autoridades políticas que la Defensa Nacional necesitaba una mayor
prioridad. Como resultado de esta acción se produjeron cambios en las cúpulas
31
Ver Informe de la Comisión Nacional de Verdad y Reconciliación, Volumen I, Tomo 1 “Situación de Chile al 11 de
septiembre de 1973.
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39
de la Defensa y del Ejército. No obstante, se produjo un hecho muy nefasto cual
es que esta acción reivindicatoria en sus inicios, derivó hacia objetivos políticos
de corte nacionalista con tristes consecuencias.
A raíz del “Tacnazo” el Ejército sufrió diversas consecuencias, tales como,
renuncias y traslados de oficiales que a la sazón eran profesores en las
academias. A manera de ejemplo, los alumnos del último año de la Escuela
Militar (alféreces) a meses de egresar de oficiales, presentaron su renuncia en
masa en apoyo de su Capitán que había sido arrestado. Esto consta en el diario
de sesiones del Senado. Este hecho indica que los subalternos, particularmente
los más jóvenes, tendieron a seguir el liderazgo de sus comandantes con alto
prestigio militar, sin medir consecuencias de orden disciplinario y de la
interrupción de una carrera próxima a iniciar.32
Cuando asume el mando del Ejército el General René Schneider Chereau, se
reconoce a un general joven que desde el grado de General de Brigada llega a la
Comandancia en Jefe del Ejército. Venía precedido de una brillante carrera y con
toda seguridad, se volcaría a corregir las consecuencias de los sucesos ocurridos.
Es importante señalar que a lo largo de la campaña presidencial tanto las
candidaturas de Jorge Alessandri como de Salvador Allende empezaron a
sostener que debía ser nombrado presidente de la república quien
obtuviera un voto más, así fuera una débil mayoría. Este planteamiento
contradecía el texto expreso de la Constitución que establecía que en el caso que
ningún candidato obtuviera la mayoría absoluta sería el Congreso Pleno el que
elegiría entre los ciudadanos que hubieren obtenido las dos más altas mayorías
relativas.
En el mes de mayo de 1970, el Comandante en Jefe difunde una política que
debía iluminar la conducta del Ejército, que era la continuación de la mirada
histórica institucional de respetar la Constitución de la República, que la prensa
hasta el día de hoy la ha denominado “Doctrina Schneider”. En ella se reiteraba
un precepto fundamental del Ejército, cual era respaldar y respetar la carta
32 El Mercurio, Santiago, 1 de noviembre de 1969, en referencia a la intervención de la senadora María Elena Carrera,
Diario Sesiones del Senado, Sesión tercera ordinaria, del 29 octubre 1969, desarrollada entre las 16.12-20.12 hrs.
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40
fundamental del país. Consultado el Comandante en Jefe sobre lo que sostenían
dichas candidaturas, señaló “nuestra doctrina y misión es la de respeto y
respaldo a la Constitución Política del Estado. De acuerdo con ella el
Congreso es dueño y soberano en el caso mencionado y es misión nuestra
hacer que sea respetado en su decisión”.
33
Fue este compromiso con la Constitución el que le costó la vida. Dos días antes de
que el acuerdo entre la Democracia Cristiana y la Unidad Popular tuviera lugar
para elegir en el Congreso Pleno a Salvador Allende, el 22 de octubre de 1970,
mientras el Comandante en Jefe del Ejército se dirigía a su trabajo, un grupo de
individuos de extrema derecha34 rodean el vehículo disparando en múltiples
ocasiones sobre el general, quien fallece días después en el Hospital Militar, dada
la gravedad de sus heridas.
En el asesinato del General Schneider hubo participación de civiles y de
militares en servicio activo y en retiro, los que habrían contado con el
apoyo de la CIA.
35 Sobre la participación de esta entidad de inteligencia
norteamericana, se puede señalar que el 18 de octubre de ese año, hubo
comunicaciones que daban cuenta del embarque de armas y municiones desde
Norteamérica que llegaron a la embajada de los EE.UU. en Chile, para ser usadas
en el secuestro del Comandante en Jefe del Ejército.
En una de las notas de la CIA, se indicaba que “neutralizar a Schneider será un
prerrequisito clave para el golpe militar, ya que él se opone a cualquier
intervención de las Fuerzas Armadas para impedir la elección constitucional de
Allende”36. Las armas proporcionadas por la CIA habrían sido entregadas a un
grupo de oficiales chilenos liderados por el General Camilo Valenzuela y el
General Roberto Viaux, quienes tuvieron los principales roles en la planificación
y conducción del grupo que atentó y dio muerte el General Schneider.
33 Entrevista en el Diario El Mercurio 8 de mayo de 1970.
34 Academia de Historia Militar: Ejército de Chile. Un recorrido por su historia. AHM, 2020. p.180.
35 Weiner Tim, Legado de Cenizas. Historia de la CIA. Editorial Debate, New York, 2008, Cap. 25, pág. 321 a 333.
36 Schneider Víctor: General René Schneider. Un hombre de honor, un crimen impune. Editorial Ocholibros, Santiago,
Chile, 2010, p. 10.
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Debido a su asesinato, el presidente Eduardo Frei nombra a quien le seguía
en antigüedad, el General Carlos Prats González, decisión que
posteriormente fue ratificada por el presidente Salvador Allende.
Es importante señalar que producida la elección de septiembre de 1970 y en el
lapso anterior a su asesinato, los Generales Schneider y Prats más los
comandantes en jefe de la Armada y Fuerza Aérea, fueron autorizados por el
Presidente de la República y su Ministro de Defensa, para prestar asesoría
técnica a los grupos parlamentarios que negociaban la reforma constitucional
conocida como “Estatuto de Garantías” que estableció en el artículo 22 que “la
fuerza pública está constituida única y exclusivamente por las Fuerzas
Armadas y el Cuerpo de Carabineros, instituciones esencialmente
profesionales, jerarquizadas, disciplinadas, obedientes y no deliberantes.
Sólo en virtud de una ley podrá fijarse la dotación de estas instituciones. La
incorporación de estas dotaciones a las Fuerzas Armadas y a Carabineros
sólo podrá hacerse a través de sus propias escuelas institucionales
especializadas, salvo la del personal que deba cumplir funciones
exclusivamente civiles”.
Esta reforma recogía dos objetivos que son consustanciales a los ejércitos
del mundo, la defensa del monopolio del empleo de las armas y la
preocupación por la carrera profesional que supone su inicio y formación
en las escuelas matrices.
El asesinato del General Schneider fue un triste y luctuoso hecho, muy doloroso y
un agravio al ethos militar. Quedó en evidencia que cuando militares de alto
rango pierden las referencias éticas y se mezclan con activistas políticos
fanatizados por causas afirmadas en un patriotismo equivocado, al final será el
Ejército el que sufrirá un perjuicio muy difícil de reparar. Un oficial general está
enseñando siempre a su tropa y es un faro que ilumina, aunque él no se dé
cuenta. Su ejemplo, es referencia y en este caso fue una vergüenza para la
institución, aunque el crimen en sí haya sido materializado por civiles.
Este deleznable asesinato, no solo truncó la vida de un comandante en jefe en
ejercicio del cargo, sino que también destruyó la vida de una persona sencilla y
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afable que era capaz de unir sus notables condiciones militares con la
sensibilidad artística de la pintura.
Ante este crimen, también es reprochable que los mandos institucionales en los
años posteriores, no honraran su memoria dejando pasar el tiempo sin
explicación alguna. Muchos años transcurrieron, para ser más exactos hasta el
término del gobierno militar, para que paulatinamente su figura fuese recordada
y su nombre puesto en el sitial de relevancia que le correspondía. Su nombre fue
disputado políticamente por unos y otros, lo que seguramente debe haber
influido en esta inacción institucional.
Producto de la grave crisis política, económica y social que se comienza a vivir, el
presidente Allende en un intento de revertir esa situación, designó un gabinete
que integraba a miembros de las fuerzas armadas conocido como “cívicomilitar”.
37 Meses después, organizó el gabinete llamado de “seguridad
nacional” con los comandantes en jefes institucionales, con la misión entre otras,
de controlar las acciones subversivas que se estaban llevando a cabo y recuperar
el orden público. Con esta decisión del presidente, apoyada por algunos e
impugnada por otros partidos de la Unidad Popular, se les reconocía a las FF.AA.
de hecho y una vez más en la historia del país, una especie de rol de garantes de
la normalidad institucional, que no era otra cosa, que confirmar el ya aludido rol
latente, toda vez que con esta medida se les volvía a involucrar en la coyuntura
política, después de cuarenta años de ejercicio solo castrense y de marginación
de la política contingente.
Sin embargo, la presencia de las FF.AA. no se agotó únicamente en los gabinetes,
ya que también se extendió a las empresas estatales. En efecto, en alrededor de
cuarenta organismos tales como CORFO, Comisión de Energía Nuclear y otros
hubo representación militar. Así también, en abril 1972, el comandante de la II
División de Ejército, General Orlando Urbina, tuvo la responsabilidad de
37 En noviembre de 1972 se incorporan al Gobierno, el General Carlos Prats (Comandante en Jefe del Ejército) como
Ministro de Interior, el General de Aviación Claudio Sepúlveda (Minería) y el Almirante Ismael Huerta (Obras
Públicas y Transporte). (Ver de Andrea Ruiz Esquide, “Las Fuerzas Armadas durante los gobiernos de Eduardo Frei
y Salvador Allende” en Centro de Estudios del Desarrollo, Núm. 22, 1993.
El 9 de agosto de 1973, Allende nombra otro gabinete con los Comandantes en Jefe donde curiosamente emplea el
concepto de “Seguridad Nacional” aunque la redefine en términos inversos a como se plantea el concepto por parte
de EE.UU.
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organizar la Conferencia de UNCTAD III en Santiago, mientras otros oficiales
eran designados interventores en complejas situaciones.
La participación militar en el gobierno de la Unidad Popular ha tenido dos
lecturas dentro de la institución: la primera, que le otorga un rol deliberante a
las FF.AA. al colocar a los comandantes en jefe y oficiales generales dentro del
gabinete de gobierno y la otra, la comprobación de la subordinación militar al
poder ejecutivo y en este caso específico, para evitar la confrontación
violenta producto de las huelgas y garantizar elecciones normales en marzo
de 1973, para respetar la institucionalidad.
En junio de 1973, se produce el episodio que fue conocido como “Tanquetazo”,
por el levantamiento del Regimiento Blindado N.° 2, unidad en la que había un
descontento, en especial de sus oficiales más jóvenes, aunado a contactos con
civiles del grupo de extrema derecha Patria y Libertad que incitaba a un
alzamiento militar. Esta situación fue disuelta por la acción del propio general
Prats y los protagonistas de este movimiento fueron acusados de sublevación y
de incumplimiento de deberes militares. Otra vez, un grupo de militares era
instrumentalizado por movimientos políticos que buscaban tener presencia a
través de las armas. El ethos militar, había sido sobrepasado una vez más por
aconteceres políticos ajenos a la institución.
Es muy importante rescatar cuál era la posición del General Prats ante los
convulsionados momentos que se vivían producto del asesinato del General
Schneider y de su confirmación en el cargo por parte del Presidente Salvador
Allende. El General Prats, difundió un documento denominado “Definición
Doctrinaria Institucional” en el cual, entre otros puntos, destaca que (…)“la
función del Ejército es exclusivamente profesional; es la misma mantenida
con firmeza en el pasado, ratificada por el General Schneider en momentos
críticos del acaecer nacional y confirmada taxativamente por el Comandante
en Jefe infrascrito desde que asumió su cargo”.
38
Durante su mando, el General Prats realizó entre los meses de marzo y abril de
1970 distintas acciones para mejorar la cohesión espiritual y el adoctrinamiento
38 Prats, Carlos. “Memorias. Testimonio de un Soldado”. Editorial Pehuén, 3ª Edición, 1987. Santiago, Chile, p. 195
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de los integrantes del Ejército a través de un programa de visitas a las unidades
de todo el país, exponiendo el pensamiento institucional y aprovechando la
ocasión para conocer la moral y las necesidades más urgentes del personal.
Paralelamente, se concentró en llevar adelante el “Plan Regulador de la
Organización de Paz del Ejército”, basado en el “Plan de Adquisiciones” elaborado
por el General Schneider, cuya finalidad era aumentar las capacidades
operativas, dotándolo de equipamiento moderno. También, coloca especial
preocupación por igualar las remuneraciones de los militares con las otras
instituciones de las Fuerzas Armadas. Impulsó la reforma constitucional del
articulo N.° 22 para establecer que las Fuerzas Armadas son “profesionales,
disciplinadas, jerarquizadas, obedientes y no deliberantes” aprobada el 9 de
enero 1971. Propuso al gobierno una ley que terminó siendo aprobada el año
1972 que otorgaba derecho a voto a los suboficiales de los institutos armados de
la nación. Propuso e impulsó la ley 17.798 que estableció el tipo de armas que
quedaban sometidas a control; la penalidad por creación y funcionamiento de
milicias armadas, por la posesión o porte de armas prohibidas o por el ingreso
sin autorización a recintos militares y policiales, entre otros aspectos. Por cierto,
esta iniciativa legal no fue cumplida dada la polarización en el país.
Ante la crisis imperante, el 22 de agosto de 1973 la Cámara de Diputados
invocó el involucramiento de las FF.AA. en la crisis política39. Este llamado
por una parte del Congreso, reafirma lo del rol latente atribuido a las FF.AA. que
hemos venido tratando en este relato.
Como podemos apreciar las instituciones armadas se vieron en 1973 enfrentadas
a dos situaciones extremadamente críticas y que marcarían el futuro,
principalmente del Ejército.
Estas convulsiones llegaron a la propia institución que se vio afectada por los
hechos de agitación social que vivía el país, que se vieron agravados ante una
manifestación de esposas de oficiales incluso de generales frente a su domicilio,
que desembocó finalmente en su renuncia para evitar divisiones internas.
39 La Cámara de Diputados en sus sesiones 32 y 33 de ese año, adoptó un extenso acuerdo por mayoría de sus
miembros, en cuya parte resolutiva disponía transmitir el mismo al Presidente de la República y a los Ministros de
Hacienda, Defensa, Obras Públicas y Transportes y Tierras y Colonización, desempeñados a la sazón por los
Comandantes en Jefe, los cuales formaban parte del gobierno.
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La crisis política, económica, social e institucional que sucede entre 1970-197340
concurre para las Fuerzas Armadas en un efecto de trascendencia y único en el
siglo, cual es deponer al presidente y asumir el gobierno del país, es decir,
ejecutar un golpe de estado (pronunciamiento militar)41
40 Se sugiere leer el Informe de la Comisión Nacional de Verdad y Reconciliación, Volumen I, Tomo 1, que describe la
situación que vivía Chile al 11de septiembre de 1973, señalando detalladamente aspectos tales como: el origen de la
polarización, fase final de la polarización y de la crisis, papel de las Fuerzas Armadas y de Orden. Este documento,
elaborado por un grupo de notables, refleja el rol que cumplieron las autoridades, los poderes del Estado, los partidos
y otras organizaciones políticas, con indicación de lo que hicieron y dejaron de hacer en la crisis que llevó al quiebre
de la institucionalidad.
41 El diccionario de la lengua española de la RAE define pronunciamiento militar como “alzamiento militar contra el
gobierno, por un jefe del ejército u otro caudillo”. Y respecto del golpe de estado señala “actuación violenta y rápida,
generalmente por fuerzas militares o rebeldes, por la que un grupo determinado se apodera o intenta apoderarse de
los resortes del gobierno de un Estado, desplazando a las autoridades existentes”.
Existe discrepancia respecto de la denominación de los hechos del 11 de septiembre. Dependiendo de su posición
política para unos es pronunciamiento militar y para otros, golpe militar.
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CAPÍTULO IV
Período 1973–1998 “Del gobierno cívico militar a los cambios
institucionales en doctrina, derechos humanos y justicia”.
El 11 de septiembre de 1973, comienza una nueva etapa para el Ejército cuando
parte de sus mandos, de la Armada, Fuerza Aérea y Carabineros, asumen la
dirección del gobierno como resultado de la grave crisis que vivía el país.
Este suceso, obligó al Ejército a realizar un gran despliegue para cubrir con su
personal desde el más alto cargo hasta las funciones más modestas. Básicamente,
a partir del Ejército-Institución como instancia central, estableció tres
actividades para su personal. Hubo quienes fueron destinados a trabajos de
gobierno en los diferentes sectores requeridos. Otro grupo fue comisionado a
integrar las actividades de inteligencia nacional o política (no militar) y un tercer
grupo, mayoritario, quedó integrando el Ejército-Institución para llevar a cabo
las tareas tradicionales militares. Esto significó una dura carga para el Ejército
debiendo recurrir al empleo de reservistas en los primeros tiempos.
Los diferentes tipos de misiones que los grupos cumplían produjeron un efecto
para las conductas de cada quien. Ninguna de las tres actividades, como podemos
apreciar, obedecían a las mismas lógicas, desarrollos y urgencias. La forma que
tiene un militar de encarar las misiones está basada en los valores ideales que la
institución le ofrece y le inculca, los que están en el ethos militar. No obstante, las
virtudes de cada uno son individuales, como también la forma cómo cada quien
adhiere a estos valores militares, los acepta y los plasma en la vida diaria.
Aquí entonces, se produjo la situación en que integrantes del Ejército tuvieron
que reflejar sus valores en actividades distintas a las que tradicionalmente
habían desarrollado y en un contexto de mucha tensión y odio entre chilenos. No
es la idea de este relato analizar caso por caso lo que sucedió, sino que tomar
acontecimientos que ilustran los dilemas morales e institucionales y que
vulneraron el sentido de responsabilidad y moralidad militar.
En la madrugada del 15 de septiembre de 1973, el general Prats es trasladado en
un helicóptero Puma hacia Portillo y luego, en su auto particular y escoltado por
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una patrulla militar, llega a la aduana de Caracoles donde después de realizar el
trámite aduanero y al despedirse de la escolta militar entrega una carta dirigida
al General Augusto Pinochet, que en sus párrafos principales decía: “El futuro
dirá quien estuvo equivocado. Si lo que ustedes hicieron trae el bienestar general
del país y el pueblo realmente siente que se impone una verdadera justicia social,
me alegraré de haberme equivocado yo, al buscar con tanto afán una salida
política que evitara el golpe. Agradezco las facilidades que dispusiste que me
permitirán salir del país”.
42
La exigencia que tiene un oficial general o superior excede largamente a la que
tienen los miembros subalternos. Su responsabilidad es altísima, ya que una
resolución que ordene ejecutar alguna tarea, puede alterar la interpretación
valórica del subalterno. Esto ocurre, porque el ejercicio de un valor en
determinadas circunstancias límites puede estar sujeto a algún grado de
interpretación.
Un elemento fundamental para mantener la disciplina militar radica en
que las órdenes que imparte un superior deben ser legales y allí radica el
imperativo que deben ser cumplidas por los subordinados.
La disciplina en las relaciones entre militares no es un acto de sumisión, al
contrario, es un acto de reflexión profunda, mediante el cual los subalternos
entregan parte de su libertad de acción a fin de que un comandante realice una
misión que esté enmarcada en un código legal, reglamentario y profesional. Por
ello, un subalterno está obligado a obedecer las órdenes que emanan de un
superior, aunque está dotado de la capacidad de representar a sus superiores las
consecuencias de órdenes incorrectas, ilegales o injustas.43
“Las violaciones a los derechos humanos ocurridas durante el periodo y en la
que los miembros del Ejército tuvieron participación –ya sea como
consecuencia de actos derivados de la obediencia debida, por el uso
desproporcionado de la fuerza, por excesos individuales o bien por
42 Op. Cit., Prats, pág. 515.
43 Ejército de Chile, Ordenanza General del Ejército, art. 38. División Doctrina, Santiago, 2014. p. 17.
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eventuales acciones fortuitas– fueron una profunda herida ocasionada al
deber ser militar.”44
Uno de los episodios más condenables fue el paso del General Sergio Arellano
Stark y su comitiva, conocida como la “Caravana de la Muerte” hasta nuestros
días, hizo un recorrido por diversas guarniciones del norte y sur del país,
dejando una huella de ejecuciones que afectó gravemente a la Institución y que
significó posteriormente que integrantes del Ejército en su mayoría de baja
graduación jerárquica fueran procesados y condenados. Estas personas
quedaron desvalidas de apoyo, ya que se asumió que las responsabilidades eran
individuales.
La comisión de este general se puede describir como una tarea perfectamente
planificada desde Santiago, ejecutada mediante un programa idéntico en cada
ciudad, con un comportamiento increíblemente indisciplinado de sus integrantes
para amedrentar a personal subalterno de las unidades y dar una orientación
velada y disfrazada en terreno, de cómo se debía proceder con el “adversario”.
El general a cargo, que lo hacía en calidad de “delegado del Comandante en Jefe
del Ejército (CJE)”, se mantuvo deliberadamente lejos de los lugares donde se
ejecutaron los fusilamientos, distrayendo a los comandantes de regimientos en
actividades sin ninguna importancia, mientras los miembros de su comitiva
sacaban gente de las cárceles y los fusilaban o le ordenaban a integrantes de las
unidades que lo hicieran, involucrando intencionadamente a personal de los
regimientos con seudos Consejos de Guerra.
Lo de “revisar y acelerar procesos” no era factible, pues la comitiva no contaba en
su delegación con ningún asesor jurídico.45
En esta dramática situación, los capitanes, tenientes o suboficiales, no tenían otra
posibilidad más que la de cumplir las órdenes de sus superiores bajo el normal
44 Op. Cit., Academia de Historia Militar, p.182.
45 Entrevista con Raquel Correa, donde el General Sergio Arellano se niega a una entrevista cara a cara y envía
respuestas por escrito. En ella, explica su actuación desconociendo cualquier orden que hubiese impartido para
asesinar prisioneros. El Mercurio de Santiago, Domingo, 16 de marzo de 1986.
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apercibimiento de un eventual juzgamiento por consejo de guerra pudiendo
hasta ser fusilados en el lugar de los acontecimientos.
Los hechos y el expediente judicial nos confirman que la misión del General
Arellano era revisar y agilizar procesos en aquellos lugares donde los mandos,
según ese criterio, habrían actuado débilmente a partir del 11 de septiembre de
1973 (“comandantes pusilánimes”, según sus propias palabras, fojas 3001 del
expediente). 46
Revisando un careo entre el mencionado General Arellano y el Capitán Patricio
Díaz Araneda el 29 de enero del 2000 a fojas 2998 a 3003 con motivo de las
ejecuciones en Copiapó, el General Arellano niega enfáticamente haber ordenado
los fusilamientos, mientras el Capitán Díaz expresaba que “…La razón que más
me impulsa a decir que el Comandante Haag (Comandante del Regimiento
Atacama en Copiapó) cumplía órdenes superiores es que las dieciséis
ejecuciones habidas en Copiapó se producen exactamente durante el periodo
de permanencia de mi General Arellano y su comitiva en la guarnición.
Complementando lo expresado deseo manifestar que ni antes ni después de
la presencia de mi General Arellano en Copiapó, hubo detenidos que hayan
sido ejecutados…”.
47 Lo anterior ratifica claramente que su recorrido por cada
una de las ciudades en donde se produjeron asesinatos, fue producto de una
orden expresa de dicha autoridad.
La calidad de “delegado del comandante en jefe del Ejército” que tenía el General
Arellano durante este recorrido, era muy gravitante y decisiva para las
resoluciones que se iban dictando, ya que representaba en su persona la
autoridad del propio CJE ante los mandos militares que lo recibían en las
distintas guarniciones.
Esta delegación implica una gran responsabilidad de quien entrega esa
potestad a un subordinado, en este caso el General Augusto Pinochet
Ugarte, y de quien la recibe para utilizarla con el mayor criterio,
responsabilidad y justicia, en la persona del General Sergio Arellano Stark.
46 Causa rol 2182-98, Episodio Caravana de la Muerte, “A” Copiapó. Careo efectuado el 29 de enero de 2000 entre el
General Sergio Arellano S. y el Capitán Patricio Díaz Araneda, fojas 3.001.
47 Ibid., Careo, fojas 3.000.
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Se deduce entonces, que existió una conducta previa que buscaba producir temor
e involucrar a integrantes de todas las unidades que visitaban, entregándoles la
responsabilidad de enfrentar a los familiares de los afectados y así, dejar a esos
jóvenes oficiales y suboficiales de aquellos regimientos, como la cara visible de
las ejecuciones.
Las acciones del general Arellano fueron absolutamente ajenas y reñidas con un
correcto ejemplo de amor a la patria y al Ejército, y menos tuvo consideración
hacia los subalternos, lo que se ratifica en la declaración del propio juez Juan
Guzmán Tapia, encargado de efectuar la investigación judicial de estos delitos,
cuando relata lo sucedido en Copiapó ante una orden impartida por el General
Arellano, (…)”.sin embargo, ambos subtenientes representaron la referida
orden, esto es, se opusieron a su cumplimiento. No obstante, una vez
representada dicha orden, se vieron compelidos nuevamente a cumplirla,
porque de no hacerlo, enfrentarían un juicio militar por los crímenes de
traición a la patria e insubordinación, delitos éstos perpetrados “en
tiempos de guerra” que como pena aplicada contemplaban la de muerte”
(…).
48 De ello se deduce que el citado general no se hizo responsable de las
consecuencias de su actuar. De hecho, ambos oficiales posteriormente fueron
procesados y hoy cumplen condena en Colina I. De esta forma, Arellano no
respondió jamás de lo que sucedió bajo su mando ganándose el repudio de los
afectados y de toda la institución.
Esto ocasionó un grave perjuicio. Por una parte, causó un irreversible daño a la
población como consecuencia de injustas sentencias de muerte ordenadas por él,
sin tener un debido proceso después de que las víctimas fueran sacadas de las
cárceles; y por otra, produjo una grave lesión a la imagen del Ejército, pues
algunos de sus miembros se vieron obligados a disparar contra civiles bajo
amenaza de muerte, cuando algunas de las víctimas ya cumplían condenas.49
Además de lo anterior, tampoco se clarificó el tipo de órdenes que recibió el
General Arellano por parte del CJE, pero lo que está claro, es que su carrera
continuó con un nuevo grado por resolución del mando en jefe.
48 Entrevista al juez Juan Guzmán Tapia en www.granvalparaíso.cl/entrevista a fondo/juez juan guzmán tapia.
49 Ver Verdugo, Patricia “Los Zarpazos del Puma. La Caravana de la Muerte”, donde la autora condena la actitud del
General Arellano.
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Aparte de los crímenes de la denominada caravana de la muerte y otros que
ocurrieron, el asesinato del ex Comandante en Jefe, General Carlos Prats y de
su esposa, señora Sofía Cuthbert, acaecido en Buenos Aires del que se
responsabilizó a algunos miembros de la DINA, se ha constituido también en una
gran vergüenza institucional, a pesar que fue realizado por un organismo de
seguridad que no pertenecía al Ejército, pero quienes resultaron condenados por
la justicia en su mayoría pertenecían a la Institución.
Según consta en el expediente de la investigación, el agente norteamericano de la
DINA, Michael Townley, colocó un artefacto explosivo en el automóvil de Prats y
el día 30 de septiembre de 1974, a las 00:50, lo hizo detonar mediante un
dispositivo a control remoto cuando el matrimonio regresaba a su domicilio,
provocando la muerte instantánea de ambos, lo que se ha constituido en un
crimen extremadamente cobarde, vergonzoso, violento, cruel y repudiable.
Sobre esta situación se pronunciaron años después el Comandante en Jefe del
Ejército, GDE Oscar Izurieta Ferrer al inaugurar el Campo Militar San Bernardo
del General Carlos Prats González” el 5 de junio de 2009 al expresar que “ … el
Ejército chileno, su Comandante en Jefe y los miles de hombres y mujeres que
lo componen, condenan públicamente la vileza de esta acción y repudian a
los autores de tan deleznable crimen, así como a los indiferentes que no
prestaron consuelo y apoyo a las hijas de un Comandante en Jefe
asesinado…”. Agregando: “… de confirmarse, en sentencia ejecutoriada, la
participación de ex militares en estos dos crímenes, se habría configurado un
acto del mayor deshonor. Es más, si ya el atentado a la vida del General Prats
sería un agravio al honor militar, la muerte de su esposa constituiría un
ultraje a nuestra cultura militar y al concepto de familia que tanto
valoramos…”.
Un segundo pronunciamiento al respecto, lo efectuó el GDE Juan Miguel FuenteAlba cuando se dictó la sentencia definitiva por parte de la Corte Suprema
mediante un comunicado oficial el 8 de julio de 2010, en el cual entre otros
conceptos se declaraba:
- “Qué el Ejército repudiaba a todos los partícipes de este cobarde asesinato,
especialmente a los militares que lo consumaron.
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- Que con dicho crimen se habían violado los principios que constituían el
acervo moral de la institución.
- Que los autores habían despreciado el tradicional código de honor y de
conducta institucionales…”
Lo expresado por el Ejército de Chile a través de los comandantes en jefe,
representa la posición institucional ante situaciones tan aberrantes y que
no tienen absolutamente ninguna justificación ni contexto al que se
pretenda argüir.
Al igual que lo ocurrido con el asesinato del General Schneider, la institución
omitió por décadas el justo homenaje a este distinguido oficial que buscó desde
su vivencia y experiencia profesional, enfrentar situaciones muy difíciles en la
coyuntura nacional.
Por su parte, el informe de la Comisión de Verdad y Reconciliación50 da cuenta de
la detención de personas en todo el país por parte de personal de las Fuerzas
Armadas y policiales, las que se ejecutaron en sus viviendas, vía pública o
después de haberles requerido en “bandos” que se presentaran en cuarteles
militares y que fueron llevados a recintos castrenses y civiles.
Si bien, la mayoría de las detenciones obedecían a una orden superior, es
reprochable que los detenidos hayan sido torturados, como lamentablemente
ocurrió y más aún el hecho que algunos hayan sido ejecutados sin que existiera
un debido proceso judicial, como estaba expresamente dispuesto en el Código de
Justicia Militar de 1944. Estas situaciones provocaron un grave daño al prestigio
de la Institución.
Es importante además recalcar que el derecho internacional prohíbe las
ejecuciones sumarias o la tortura, entre otras importantes prohibiciones. En este
sentido debe hacerse referencia al Art 3 Común a las Convenciones de Ginebra,
ratificadas por Chile en 1950. El gobierno había señalado que el país se
encontraba en un conflicto armado y esto, de ser haber sido así, requería la
50 Informe Comisión Verdad y Reconciliación, Volumen 1, Tomo I, Tercera parte, Cap. I “Violaciones a los DD.HH.
cometidos por agentes del Estado o personas a su servicio”, p. 94 y siguientes.
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aplicación de dicha disposición legal, que se refiere a conflictos que no son de
índole internacional y que surgen en el territorio de uno de los Estados que haya
ratificado dichos Convenios.
El art. 3 prohíbe “en todo tiempo y lugar” violaciones como torturas, las
condenas dictadas y las ejecuciones efectuadas sin previo juicio ante un tribunal
que no se haya constituido legítimamente, los atentados contra la vida y la
integridad personal. El art. 3 común destaca que se trata de normas de
protección mínimas que requieren tratar a todas las personas sin discriminación
alguna, y con humanidad.
Este artículo ha sido ampliamente debatido en los años posteriores y se ha
implementado en los distintos conflictos que ha vivido el mundo en todos los
continentes. Esta particularidad, en la ausencia de ratificación de otras normas
convencionales desarrolladas posteriormente, lo convierte en la disposición más
importante del derecho humanitario que regula Conflictos Armados No
Internacionales. El artículo ha alcanzado, sin lugar a duda alguna, el rango de
derecho consuetudinario.51
Debe agregarse sin embargo que la aplicación de esta norma es disputada por
quienes sustentan que un Conflicto Armado No Internacional requiere, entre sus
condiciones de vigencia, una duración prolongada (posición que toma la Cruz
Roja Internacional).
De no cumplirse el requisito de duración prolongada se estaría en presencia solo
de disturbios internos, actos de violencia aislados o esporádicos en que no solo
se deben cumplir las normas mínimas que recoge el derecho humanitario, sino el
conjunto de las normas del derecho internacional de los derechos humanos. De
modo que, si no se hubiera estado en presencia de un Conflicto Armado No
Internacional sino solo en una situación de disturbios internos, los derechos
protegidos son más que los que prescribe el Derecho Humanitario, en cuanto las
normas que rigen los disturbios y conmociones internas aplican el conjunto de
los derechos reconocidos y no admiten considerar disposiciones del derecho
51 Naciones Unidas. Derecho Internacional Humanitario. Conceptos básicos. Infracciones en el conflicto armado
colombiano. Segunda Edición actualizada. Enero 2013, Cap. I, 9d), p. 244.
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internacional humanitario (por ejemplo necesidad militar), que se aplica a
conflictos armados.
En contra del requisito de la duración como condición de la aplicación de
Derecho Humanitario se ha argumentado, por otra parte, a favor de la aplicación
del art 3 Común, sustentando que no se puede ignorar que la intensidad de la
violencia, incluso en conflictos de uno o dos días puede, si se dan las demás
condiciones de aplicación del derecho humanitario, acarrear más víctimas que
una insurgencia de más duración. Esta posición fue recogida en el Hemisferio por
la Comisión Interamericana de Derechos Humanos en 1997 en el caso Abella
contra Argentina (caso 11.137) relativo al ataque al recinto militar La Tablada
por 42 individuos armados, dándose lugar a una confrontación violenta con
numerosos muertos y heridos (29 atacantes y numerosos soldados). El
enfrentamiento duró cerca de 30 horas.
Como conclusión de este análisis es inevitable señalar que, cualquiera que fueran
las normas aplicables, incluso en distintas etapas, no se pueden violar derechos
internacionalmente establecidos, que incluyen la prohibición de la tortura, la
prohibición de ejecuciones sumarias, la no discriminación, y el respeto a los
detenidos.
Es también inaceptable, que no se hayan entregado los cuerpos a sus
familias en todos los casos para que pudieran ser sepultados según sus
creencias. Este aspecto, ha sido uno de los más determinantes en las
imputaciones que se le hacen al Ejército, que hasta el día de hoy tienen los
distintos organismos de derechos humanos.
También merecen el más enérgico repudio las acciones en las que estuvo
involucrada la Dirección de Inteligencia del Ejército (DINE) en la época. Los
tribunales de justicia comprobaron más tarde la participación de algunos
integrantes de esta repartición institucional en los hechos que provocaron
la muerte del líder sindical Tucapel Jiménez, ocurrida en febrero de 1982 y
del químico Eugenio Berrios en noviembre de 1992.
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55
Después de los hechos ocurridos entre 1973 y 1998, el Ejército va a iniciar, al
principio lentamente pero luego con rigor, un conjunto de cambios muy
trascendentes que impactan de manera importante en las capacidades de la
fuerza, las competencias profesionales y la gestión institucional, que no han sido
lo suficientemente difundidos pese a su trascendencia. Algunos de ellos se venían
estudiando y/o desarrollando con anterioridad mientras otros son
completamente nuevos. Los eventos que han permitido lograr mejores
capacidades y competencias profesionales; aportes al desarrollo nacional, y a la
cooperación internacional, han ido aparejados con una creciente incorporación
de tópicos asociados al ethos militar, temática que fue abordada por la
Institución desde el punto de vista teórico, práctico y también desde la
experiencia humana.
Un aspecto relevante del periodo que se analiza en este capítulo, al menos hasta
1998, es el hecho que desde 1973 hasta el 1990, el Comandante en Jefe del
Ejército ejerció simultáneamente el cargo de Presidente de la República, y
posterior a la asunción a la presidencia de Chile de Patricio Aylwin Azócar en
1990, continuó al mando de la Institución por ocho años.
Es posible establecer que el ejercicio simultáneo de ambas altas investiduras, por
lo que ellas representan en términos de jerarquía y la cultura de su respeto, pudo
generar en los integrantes del Ejército inhibición al momento de emitir
opiniones y disentir de las decisiones de niveles jerárquicos superiores, situación
de lo cual, años más tarde se haría cargo la Ordenanza General del Ejército.
Durante la etapa entre 1990 y 1998 cuando el General Augusto Pinochet Ugarte,
ejerció el cargo único de CJE, tuvo roces de distinta índole con las autoridades
civiles, especialmente del sector defensa, con implicancias en lo administrativo y
penal, las que junto con causar gran impacto en el Ejército generaron aún mayor
tensión en las relaciones con las autoridades políticas.
Iniciado el periodo denominado como “transición a la democracia”, el
Presidente Aylwin señala como uno de sus objetivos, conciliar la virtud de la
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justicia con la virtud de la prudencia dentro de lo posible,
52 motivo por el cual se
inician una serie de actividades tendientes a buscar la reconciliación nacional en
el tema de los derechos humanos, proceso del cual el Ejército no estuvo ajeno,
participando en las iniciativas impulsadas por el gobierno o bien ejecutando
acciones a través de los propios comandantes en jefe.
La primera de ellas, la constituye la participación en la “Comisión Nacional de
Verdad y Reconciliación” (Comisión Rettig), creada mediante Decreto
Supremo N° 355 de fecha 25 de abril de 1990, cuyo objetivo fue contribuir al
esclarecimiento global de la verdad sobre las violaciones a los derechos humanos
que habían sido cometidas entre los años 1973 y 199053. En esta instancia y
como respuesta a la petición que le efectuara la comisión respecto a analizar cuál
podría ser su contribución, la Institución remitió con fecha 6 de agosto de 1990,
en cuatro tomos, lo que se denominó como la “Presentación del Ejército de Chile a
la Comisión de Verdad y Reconciliación”,
54 en la que junto con entregar diversos
antecedentes, dar a conocer el ambiente que según el parecer de la Institución,
generó las causas que, finalmente, derivaron en la ocurrencia de los hechos que
dieron origen a la Comisión Rettig, también informa sobre las muertes y heridos
que sufrió el Ejército en el periodo 1973-1990.
Hecho público en febrero de 1991 el informe elaborado por la comisión, el
Ejército, a la fecha bajo el mando del CGL Augusto Pinochet Ugarte, difundió el 27
de marzo, el documento denominado “El Ejército, la Verdad y Reconciliación", a
través del cual dio a conocer su posición en relación con lo señalado en el citado
informe, la que se centró en el hecho de que el trabajo realizado adolecía de la
necesaria contextualización de las causas y de la situación previa que vivía el país
al 11 de septiembre de 1973.
55
52 Loveman, Brian y Lira, Elizabeth. “Las ardientes cenizas del olvido: Vía chilena de Reconciliación Política 1932 –
1994”. LOM Ediciones, Santiago, Chile, 2000, p. 516.
53 Consejo Académico Consultivo de Estudios e Investigaciones Militares, CACEIM. Un Aporte a la Construcción
Social de la Realidad en Materia de Derechos Humanos. Santiago, Chile, 2015, p. 7.
54 Ejército de Chile. “Presentación del Ejército de Chile a la Comisión Nacional de Verdad y Reconciliación”, Tomo I.
Santiago, Chile. 1990, pp. 11 – 14.
55 Ejército de Chile. “El Ejército, la Verdad y Reconciliación”. Santiago, Chile, 1991, pp. 5-17.
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57
Una segunda iniciativa, en la que el Ejército tuvo protagonismo lo constituye la
denominada “Mesa de Diálogo sobre los Derechos Humanos", convocada el 21
de agosto de 1999 por el Presidente Eduardo Frei Ruiz-Tagle. Esta instancia se
basó en la convicción que tenían gran parte de los líderes políticos, militares y
religiosos, en el sentido que el país debía abordar de manera conjunta su pasado
traumático y conflictivo y lo debía proyectar como lección futura, donde los
conflictos y la colaboración pueden coexistir en base a ciertos mínimos éticos
intraspasables.
56
La “Mesa de Diálogo” estuvo integrada por representantes del gobierno,
abogados de derechos humanos, integrantes de las Fuerzas Armadas, de Orden y
Seguridad Pública, representantes de instituciones religiosas y éticas, además de
la sociedad civil. La participación del Ejército en esta instancia estuvo orientada
“al logro de la paz social y la identificación de cada chileno con una patria común,
porque la ausencia de éstas afecta la convivencia nacional, la imagen del país, su
desarrollo y, por ende la defensa nacional, que es la esfera de acción propia de las
Fuerzas Armadas”.
57
El Ejército en su intervención en esta instancia realizada entre agosto de 1999 y
junio del 2000, en relación con la violación de los derechos humanos aseguró
“que la Institución jamás propició una política de Estado destinada “per se” a
causar la eliminación de adversarios políticos del gobierno militar”
58. Sin
embargo, resultaba evidente que, durante ese periodo, especialmente en los
primeros años, se produjeron violaciones en materia de derechos humanos las
que deben ser objeto de la más enfática reprobación, considerando que nunca un
pretendido bien común podrá justificar la violación de estos derechos.
En la declaración final suscrita el 13 de junio del año 2000, los aspectos que más
se valoraron de ella, además del proceso de diálogo, fueron el reconocimiento de
responsabilidades y la reafirmación de las normas de ética política que fueron
56 Montes, Juan Esteban. y García, Gonzalo. “¿Y qué pasó con los militares? Chile, 1990-2002”. Centro de Estudios
para el Desarrollo (CED), Santiago, Chile, 2003. p. 107.
57 Op. Cit. CACEIM, 2015, p. 8
58 Centro de Estudios e Investigaciones Militares, CESIM. “Esfuerzos por la Reconciliación Nacional, la Contribución
del Ejército de Chile”. Santiago, Chile, 2005, p. 52
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58
transgredidas en el pasado,
59 así como también, el compromiso adquirido por las
Fuerzas Armadas y Carabineros en el sentido de hacer el máximo de los
esfuerzos para, en un plazo de seis meses, obtener información útil que
permitiera encontrar a los detenidos desaparecidos o establecer su destino.
En el intertanto los tribunales de justicia avanzaron en las investigaciones
relacionadas con los crímenes cometidos durante el gobierno militar, a partir de
una reinterpretación de la ley de amnistía60 y en enero del 2001, las Fuerzas
Armadas y de Orden, entregaron un documento con la información que pudieron
recopilar sobre el que habría sido el destino final de las víctimas que allí fueron
individualizadas.61 Este informe no satisfizo las expectativas de sectores de la
sociedad, especialmente de las agrupaciones vinculadas con los DD.HH. que
criticaron la cantidad y exactitud de los datos.
Otra instancia de relevancia es el trabajo de la “Comisión Nacional sobre
Prisión Política y Tortura”, creada por el presidente Ricardo Lagos Escobar
mediante Decreto Supremo N° 1040 del 26 de septiembre del 2003, conocida
como la “Comisión Valech”, que surgió para suplir las carencias de la Comisión
Rettig que solo se pronunció respecto de los fallecidos por violaciones a los
derechos humanos. El Informe Valech dado a conocer el 28 de noviembre del
2004, logró certificar 33.221 detenciones pero reconoció la calidad de víctimas a
27.255 personas.62
Posteriormente, el 13 de febrero de 2010, se crea una nueva comisión con la
finalidad de otorgar un nuevo plazo para el reconocimiento de las víctimas que
no se presentaron o no fueron reconocidas por las dos comisiones anteriores. En
el informe presentado el 8 de agosto de 2011, se reconoce a nuevos casos de
detenidos desaparecidos, ejecutados y víctimas de prisión, lo que eleva en lo
59 Zalaquett, José. Estudios Públicos N° 79: “La Mesa de Diálogo sobre Derechos Humanos y el proceso de transición
política en Chile”. Centro de Estudios Públicos. Santiago, Chile, 2000, p. 28.
60
Álvarez, David. “Los nuevos escenarios (inter) nacionales: Relaciones Cívico-Militares en el 2003. El año de los
gestos”. FLACSO Chile, LOM Ediciones, Santiago, 2004, p. 149
61
Op. Cit. CESIM, 2005, p. 64
62 Informe de la Comisión Nacional sobre Prisión Política y Tortura, 2004, p. 539.
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59
global, a más de 40.000 los casos reconocidos por esta comisión y sus
predecesoras.63
Ahora bien, en el contexto de las acciones realizadas por los comandantes en jefe
del Ejército, destaca, por las repercusiones que tuvo tanto en el ámbito militar
como político, el documento titulado “Ejército de Chile: el fin de una visión” y la
declaración efectuada el 13 de junio del 2003, por el General de Ejército Juan
Emilio Cheyre Espinosa, conocida como el “nunca más”, en la que señala
enfáticamente que pese a todos los esfuerzos que se han hecho, el Ejército sigue
siendo prisionero del pasado, razón por la cual, es que llama a la sociedad a
través de todas sus autoridades a enfrentar el problema en su conjunto,
señalando específicamente (…) “nunca más una clase política que fue incapaz
de controlar la crisis que culminó en septiembre de 1973. Nunca más a los
sectores que nos incitaron y avalaron oficialmente nuestro actuar en la crisis
que provocaron. Nunca más excesos, crímenes, violencia y terrorismo. Nunca
más un sector ausente y espectador pasivo. En fin, nunca más una sociedad
chilena dividida”.
64
Además de esta declaración, han existido otras acciones y expresiones que
reflejan el compromiso que tiene el Ejército con el tema de los DD.HH., como lo
son, la entrega de los antecedentes de que disponía a raíz de solicitudes
efectuadas por los tribunales de justicia, las declaraciones y columnas de opinión
que sobre el particular han realizado los Comandantes en Jefe y los actos de
desagravio que ha efectuado la Institución. Entre estos, es del todo pertinente
mencionar el reconocimiento institucional a la figura del ex Comandante en Jefe,
GDE. Carlos Prats González, efectuada el 30 de septiembre del 2004, al cumplirse
30 años del vil atentado que le costó la vida junto a su esposa Sofía, oportunidad
en la cual, en una solemne ceremonia efectuada en el Cementerio General se le
rinden los honores militares de reglamento, y posteriormente con fecha 5 de
junio del 2009, se inaugura con su nombre el Campo Militar San Bernardo.
65
63 Informe de la Comisión Presidencial Asesora para la Calificación de Detenidos Desaparecidos, Ejecutados Políticos
y Víctimas de Prisión Política y Tortura, 2011, p. 51
64
Op. Cit. CESIM, 2005, p. 77.
65
Op. Cit. CACEIM, 2015, pp. 10 – 12.
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60
La publicación de la “Ordenanza General del Ejército”, promulgada por
decreto supremo por el Presidente Ricardo Lagos Escobar y el Ministro de
Defensa Jaime Ravinet de la Fuente, el 22 de febrero del 2006, es otra de las
acciones que en este sentido merece ser destacada ya que su decreto de
promulgación señala que se originó por “la necesidad de precisar los principios
esenciales en los que se funda el Ejército y las distintas dimensiones que
adquiere su quehacer profesional y que orientan el comportamiento
personal de sus integrantes, el que debe adecuarse al dinamismo de la
sociedad, a partir del conocimiento y comprensión de las variables del
entorno en que está inserta la organización y donde se ejerce la función
militar, como enlace fundamental para una relación armónica entre ésta y la
comunidad a la cual sirven”.
66
Este documento forma parte del proceso de transformación integral que
emprendió el Ejército con el inicio del siglo XXI, con el propósito de adaptarse a
los nuevos requerimientos de la sociedad67, buscando generar una disposición
positiva respecto a los cambios culturales a enfrentar, en un marco de respeto y
valoración ciudadana, resguardando los derechos, condición y circunstancias de
los demás, sin discriminación y marginación alguna.
Como se ha descrito, son varias las acciones y esfuerzos que ha realizado el
Ejército con la profunda intención de aportar a la reconciliación nacional en
materia de derechos humanos, de las cuales dejó testimonio en una publicación
realizada en diciembre del año 2015, en el mando del GDE. Humberto Oviedo
Arriagada, denominada “Un aporte a la Construcción Social de la Realidad en
Materia de Derechos Humanos”.
Es pertinente señalar además, que la Institución en enero del 2016, instruyó una
investigación sumaria administrativa por la destrucción de documentos de
organismos extrainstitucionales de los años 1980-1982 que habrían estado hasta
el año 2000 en dependencias de la Dirección de Inteligencia del Ejército (DINE).
66 Oficio MDN SSG Depto. II/1 N° 6030/86 de 22 de febrero de 2006.
67 Op. Cit. CACEIM, 2015, p. 24
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El 3 de junio de 2016, el Jefe del Estado Mayor General del Ejército de la época,
en la resolución de la investigación efectúa un duro reproche ético y moral
respecto de la ocurrencia de este hecho que contraviene la doctrina institucional
en materia de control y archivo de la documentación. Esta resolución fue
remitida al Ministerio de Defensa Nacional.
El 10 de agosto de 2017 fue remitida copia íntegra de esta investigación al
Ministro en Visita Extraordinaria del 34° Juzgado del Crimen de Santiago, Sr.
Alejandro Madrid Crohare.
Como conclusiones de este periodo, se puede indicar:
Que las situaciones que se vivieron durante el gobierno militar de violación a
los derechos humanos no pueden minimizarse ni descontextualizarse, debido
a que los militares están obligados en su actuar a respetar las normas y
procedimientos legales.
También, es injusto atribuir al Ejército en su conjunto, la responsabilidad por
las distintas situaciones que han sido materia de investigación en los
tribunales. Hubo hechos donde oficiales de mayor graduación engañaron a
menos antiguos entregándoles órdenes ilegales haciéndolas pasar como
legales, a quienes de hecho no tenían la posibilidad de elección moral, tal
situación ocurrió por ejemplo, con el grupo liderado por el General Sergio
Arellano Stark.
Podemos establecer que el ethos militar fue afectado severamente cuando se
violaron los derechos humanos en cumplimiento de las órdenes debido a que
se dañó gravemente la confianza de los ciudadanos con el Ejército y la lealtad
que debe existir entre superiores y subalternos, dentro de las estructuras de la
institución, ya que se funda en que quién da las órdenes debe hacerse
responsable de las consecuencias de su cumplimiento. En ello descansa la base
de la disciplina militar, que es el factor clave e imprescindible de toda fuerza
militar.
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Además de lo anterior, no hay que olvidar que el alto mando de la época había
declarado por el Decreto Ley 5 del 12 de septiembre de 1973, que el estado de
sitio decretado por conmoción interna, en las circunstancias que vivía el país,
debía entenderse como “estado o tiempo de guerra” para los efectos de la
aplicación de la penalidad de ese tiempo que establece el Código de Justicia
Militar y demás leyes penales lo que implicaba que el incumplimiento de
órdenes por parte de los militares, podía ser causa suficiente para ser fusilado.
En esta misma línea, la doctrina imperante hasta el día de hoy en los ejércitos
del mundo, es que las “órdenes verbales” tienen la misma validez para su
cumplimiento que las “órdenes escritas”, porque cuando se está operando en
terreno, los cambios de situación obligan a una constante emisión de órdenes
que se entregan verbalmente, porque hacerlo de otra manera haría inviable la
consecución de los objetivos militares previstos. Negar la emisión de órdenes
verbales compromete gravemente el “honor militar”68 al cual están obligados
todos los militares de soldado a general.
El Ejército, sin perjuicio de la responsabilidad penal del personal que incurrió
en prácticas reñidas con el orden jurídico y el honor militar, aceptó la
responsabilidad que le cabe en los acontecimientos relacionados con la
violación de los derechos humanos, comprometió su apoyo al poder
judicial en los casos que aún se investigan porque tiene el deber ético y
legal de hacerlo habiendo entregado a la fecha toda la información de la
que dispone, y también ha generado los cambios doctrinarios para
fortalecer en sus integrantes el ethos militar.
68 La Ordenanza General del Ejército, lo define como una “virtud sintetizadora de todos los valores cívicos y militares
que mueven a una persona a actuar siempre con la verdad, dignidad, sinceridad, rectitud, honestidad, y en
coherencia con los principios que dan sustento a sus actos”. La importancia del honor militar radica en el hecho que
a los militares se les exige una conducta honorable: precisamente, en su calidad de servidores públicos ‒con la
delicada responsabilidad de detentar el uso de la fuerza legítima del Estado‒, ellos deben reflejar y manifestar una
conducta éticamente honesta y ser objeto de reconocimiento por parte de sus conciudadanos como ejemplo de una
sólida formación valórica. La probidad y honradez en la administración de bienes públicos es un signo actual del
honor militar, tanto a nivel personal como institucional: un militar que no aspira al honor en su comportamiento, o en
la administración de los bienes materiales que han puesto bajo su disposición, está perjudicando finalmente el honor
de una institución permanente de la República, cuyo prestigio debe mantenerse en alta estimación para ser valorado
y respetado por la sociedad a la cual sirve.
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CAPÍTULO V
1975-1978 “Desempeño del personal del Ejército en potenciales
conflictos armados”
En los años setenta, mientras Chile se veía enfrentado a la situación política ya
relatada, con acusaciones de violaciones a los derechos humanos, se producían
dos crisis vecinales muy importantes, que pudieron terminar en un conflicto
bélico con Perú y Argentina de impredecibles consecuencias. En ambas
situaciones el soldado chileno y los reservistas que hacían su vida civil
normal, estuvieron prestos para alistarse y si las circunstancias lo exigían,
ofrendar sus vidas si ello fuere necesario.
Situación con Perú
Existía en ese país un espíritu de revancha desde el término de la Guerra del
Pacífico en contra de Chile para recuperar el total o parte de los territorios
perdidos en el extremo norte en las regiones de Arica y Parinacota y Tarapacá.
Los hechos y el desencadenamiento de la crisis se desarrollan desde septiembre
de 1973 hasta 1975. Si se observa la evolución que tuvo la situación, Perú no
logró materializar su agresión al no encontrar el momento preciso y por
diferencias internas en cuanto a la rentabilidad política y estratégica, pese a que
en su mando superior sí existía una voluntad política de empleo de su fuerza
militar. Chile, ante este cuadro de potencial y creíble amenaza de agresión
militar, se preparó basado en el espíritu de defensa de su pueblo en armas,
entregando muestras que se enfrentaría con todos los medios disponibles
la defensa de la soberanía nacional. Ello hizo entre otros factores, que ese
Perú fuera disuadido de iniciar una guerra contra Chile.
En los años setenta, Perú había llegado a contar con las Fuerzas Armadas
más poderosas de Latinoamérica, con más de 100 aviones de combate, 600
tanques y artillería de campaña de largo alcance. Realizó importantes compras
de armamento a la U.R.S.S., y las capacidades materiales y humanas de las
instituciones castrenses se incrementaron. El gasto estimado en defensa creció
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más de tres veces en 10 años y el total de las fuerzas peruanas aumentó de
54.650 miembros en 1967 hasta 76.000 en 1975 y 120.500 en 198069.
Un texto escrito por James D. Theberge, politólogo y más tarde embajador
norteamericano en Chile, detallaba los costosos programas de adquisición de
armamento del gobierno peruano, afirmaba que con ello había logrado la
superioridad sobre Chile y daba por cierto que este país temía una acción
revanchista.70 El mismo año, la revista alemana Stern realizaba la siguiente
comparación: “la cantidad de armas entregadas por Rusia a Perú iguala a
aquella que fuera entregada por los soviéticos a Vietnam del Norte”.
71
Para materializar su viejo anhelo reivindicacionista el General Velasco Alvarado
creó la Dirección de Asuntos Estratégicos inserta en el Estado Mayor Conjunto y
se elaboró una planificación de guerra contra Chile, que en síntesis, consideraba
un doble ataque simultáneo con medios blindados por el corredor de la costa,
desde Chacalluta hasta Vítor sobrepasando Arica- y desde el altiplano al valle de
Azapa. Las unidades navales, así como los infantes de marina, paracaidistas,
comandos y policías de asalto, cumplirían funciones de apoyo para controlar el
orden interno de Arica, una vez sobrepasada.72
Las relaciones entre Chile y Perú se tensionaron luego del fin del Gobierno de la
Unidad Popular, agregando un ingrediente ideológico al conflicto debido a la
cercanía de Velasco Alvarado con la Unión Soviética, potencia que había
contribuido en gran medida al equipamiento bélico de Perú. En esas
circunstancias el peligro de guerra se convirtió en algo muy probable de ocurrir,
ya que como se dijo, Perú tenía previsto recuperar los territorios perdidos en la
Guerra del Pacífico, bajo el lema “no dejar pasar un siglo sin recuperar Arica” y,
por otra parte, porque se le presentaba la oportunidad de explotar a su
69
Ver Martin, Juan, La revolución peruana: ideología y práctica política de un gobierno militar 1968-1975, Universidad
de Sevilla, España, 2002.
70 Theberge, James. “The Soviet Presence in Latin America”. Crane, Russak and Co. Inc., New York, 1974.
71 Gallardo Puelma, Aquiles. Crisis Internacionales en Sudamérica, Teoría y análisis, Mago Editores, Santiago, Chile,
2003, p. 108
72 Fernández Rodríguez, Arturo. La movilización de 1975, El Ejército en la crisis con Perú, Academia de Historia
Militar, 2019, pp. 13 y 14
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favor la situación de debilidad en que quedó Chile, durante los meses
inmediatamente siguientes al 11 de septiembre de 1973.
La posibilidad de una invasión peruana al extremo norte del país, fue -sin dudael primer gran desafío internacional que se tuvo que enfrentar durante la década
de 1970, porque no solo involucraba a Perú, sino también a Bolivia, ya que
cualquier controversia con el primero impactaba al segundo debido a su
aspiración de obtener una salida marítima al océano Pacífico.
La situación era de gran vulnerabilidad, porque con la asunción al poder de
Salvador Allende, el gobierno de los EE.UU. comenzó a colocar dificultades
adicionales para la entrega de material bélico a nuestro país, haciendo más
críticos los niveles operativos de las fuerzas militares chilenas. Por su parte, el
Presidente Allende había insistido en la compra de armas a la entonces Unión
Soviética, ya que pensaba que se debía fortalecer el potencial bélico nacional, sin
embargo, los propios miembros de las Fuerzas Armadas que estuvieron
involucrados en los procesos de conocimiento y análisis del material ofrecido,
desestimaron su adquisición por las dificultades de orden logístico y de doctrina
de empleo.
Como se sabe el término del gobierno de la Unidad Popular, colocaba fin a la
afinidad ideológica con Velasco Alvarado y en consecuencia se facilitaba para
este último, poner en ejecución su plan reivindicatorio. Estimaciones de
inteligencia daban cuenta que las fuerzas militares peruanas eran ocho veces
superiores a las chilenas.
En esa época la planificación de guerra del Ejército de Chile consideraba la
mantención de la integridad territorial en toda nuestra frontera, es decir, con
Perú, Bolivia y Argentina, lo que claramente era muy difícil de lograr ante una
hipótesis vecinal contra tres países simultáneamente, con las bajas capacidades
operativas que tenía el Ejército y demás instituciones de la Defensa Nacional. El
Ejército de Chile, tenía un gran despliegue territorial con unidades en casi todas
las ciudades más importantes a lo largo del país, sin embargo, todos los
regimientos tenían una gran dependencia de la movilización para completar sus
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dotaciones, por tanto, estaban lejanos a constituir sistemas operativos eficientes
para enfrentar ese escenario bélico.
En el verano de 1975, los mandos peruanos tenían en sus manos la orden
de batalla para invadir el norte de Chile.
73 Por su parte, Augusto Zimmerman
Zabala, quién fue jefe la Oficina Nacional de Informaciones del Gobierno y luego
director de Kausachum, revista ideológica partidaria del General Velasco
Alvarado, reveló en el año 1982 que el día exacto en que el líder peruano había
proyectado atacar Chile había sido el 6 de agosto de 1975.74
En el ámbito de la estrategia diplomática chilena, se buscó anticiparse a una
posible alianza peruano-boliviana. Para ello, considerando que el Presidente
boliviano Hugo Banzer se había acercado a Brasil en 1974,75 y con la finalidad
para mantener alejada a Bolivia de cualquier posible pacto con Lima, era
fundamental abrirle opciones para una salida al Pacifico. Además, desde el punto
de vista militar se requería ganar tiempo -al menos seis meses- con la finalidad
de concluir los trabajos preparatorios para la defensa de Arica.
A fines de julio de 1975, Velasco partió a Arequipa con el fin de arengar
personalmente a las tropas: “Soldados -señaló emocionado- en ustedes recaerá,
para la historia, el honor de escribir la página más brillante del Ejército moderno,
cuando sus botas pisen nuestro suelo santo de Arica, recién entonces podremos
decir: ¡Bolognesi, puede usted mi coronel, descansar en paz!”. 76
Las razones por las cuales Velasco Alvarado nunca concretó su aspiración
reivindicatoria no están claras, no obstante, existen muchas especulaciones al
respecto, pero sin duda que su frágil condición de salud tiene que haber influido
en sus decisiones. Sin embargo, lo que en definitiva bajo la tensión y alejó la
posibilidad de un ataque peruano, fue el derrocamiento del General Velasco el 29
de agosto de 1975.
73 Arancibia, Patricia. “Chile y Perú una época de tensión”, Diario La Segunda 24 jun 2007, Serie Histórica.
74 Rodríguez Elizondo, José. “Chile y Perú, el siglo que vivimos en peligro”, Editorial Random House Mondadori, 1ª
edición, Santiago, 2004, p. 70.
75 Op. Cit., Gallardo, p. 105.
76 Op. Cit., Arancibia, p. 2.
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Por su parte, el Ejército de Chile continuó reforzando el frente norte mediante la
optimización y el mantenimiento de las posiciones defensivas, perfeccionando y
consolidando las unidades militares movilizadas que en algunos casos se habían
asentado en antiguas instalaciones que antes habían albergado a fábricas de
automóviles. Junto a ello, se llevó a efecto un potenciamiento de los valores
militares, todos ellos, plasmados en el ethos militar.
Por último, al no descartarse una nueva amenaza por parte de Perú, sumado al
hecho que comenzaban a acrecentarse las diferencias con Argentina por las islas
del Canal Beagle en el sur, se debió continuar perfeccionando las capacidades
militares de nuestro país en el extremo norte, cuya defensa seguiría recayendo
fundamentalmente en el Ejército.
Bajo todos los eventos vividos con esta crisis con Perú, el ethos militar no
solo se manifestó en los oficiales y el personal profesional del Ejército, sino
también se expresó de manera relevante en los soldados conscriptos que
cumplían con su deber militar en el norte y que fueron desplegados en la
frontera y el altiplano. Ellos provenían, en su mayoría, de la zona central y
cumplieron sus tareas con sacrificio, disciplina y mucho convencimiento en las
misiones que debían encarar. Por su parte, la institución se preocupó de que ese
contingente que tenía a sus familias muy lejos de ellos, tuviera el apoyo
necesario. Este factor adquiere mucho valor al considerar que en aquellos
tiempos no existían los teléfonos móviles ni las redes sociales de hoy en día, que
permiten el contacto cercano con los seres queridos.
En este episodio en la frontera norte y altiplano se confirmó una vez más, que la
base del Ejército son los ciudadanos investidos en soldados que funden los
valores propios de la sociedad con el ethos. El valor del ethos militar es,
justamente, la aplicación militar los valores de la sociedad en la función
militar. Por ello, a partir de esa experiencia en el norte, cuando se produjo el
diferendo con Argentina, el Ejército ya tenía la convicción y tranquilidad de que
la movilización de los soldados conscriptos al sur del país contaría con la misma
adhesión y resultados que se tuvo con el contingente en el norte.
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68
Situación con Argentina
La posesión de las islas Nueva, Picton y Lennox era un problema de antigua data,
ya que tenía su origen en el año 1915, fecha en la cual Argentina comenzó a
plantear que el Canal Beagle tenía dos desembocaduras al Atlántico y, por tanto,
la bisectriz formada desde el centro del Canal Beagle hasta sus vértices sería la
nueva línea divisoria. El problema que ponía de manifiesto ese planteamiento
era que dicha bisectriz cortaba por la mitad a las islas Nueva y Picton. Sin
embargo, lo que realmente preocupaba a Argentina era que, si las islas eran
reconocidas como chilenas, esto otorgaba a nuestro país la posibilidad de tener
jurisdicción hacia el océano Atlántico. La situación anterior, auspiciaba una
inestabilidad en las relaciones con Argentina y afectaba a la disuasión implícita
en que Chile afirmaba su defensa inspirada en una política exterior pacífica.
En Chile, como se ha expresado anteriormente, el período comprendido entre
1945 y 1970, se caracterizó en el ámbito de la defensa, por la baja capacidad
operativa de sus Fuerzas Armadas, debido a que los distintos gobiernos dieron
otras prioridades para el gasto fiscal. Recién, con la promulgación de la Ley
Reservada del Cobre en 1958, nuestro país mejora la asignación de recursos para
las Fuerzas Armadas. De manera diferente, Argentina entre esos años mejoró
ostensiblemente sus capacidades militares, ya que al término de la II Guerra
Mundial recibió material excedente de parte de los EE.UU. Adicionalmente,
aumentó su mejoramiento debido al pago que Inglaterra le efectuó por la deuda
de la venta de grano realizada durante la Segunda Guerra Mundial.
En tanto, en 1976 a nuestro país se le había aplicado un embargo
internacional para la compra de armamentos y repuestos producto de la
enmienda Kennedy por la situación de derechos humanos, por lo que la
situación de desventaja de potenciales militares respecto de Argentina era
aún más evidente. Para mejorar el desbalance, se tuvo que emprender
proyectos con privados y adquirir material de guerra a precios mucho más
elevados.77
77 Ver Bravo Valdivieso, Germán: “1978 el año más dramático del siglo, Chile frente a la amenaza argentina”.
Ediciones Altazor, Santiago, 2015, p. 95
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Considerando que se habían sucedido algunos incidentes entre ambos países en
la zona sur, el 22 de julio de 1971, los presidentes de Argentina, el general
Alejandro Agustín Lanusse y de Chile, el doctor Salvador Allende Gossens,
invocando el tratado de 1902, firmaron una solicitud de Laudo Arbitral a su
Majestad Británica, con la finalidad de solucionar la controversia del Canal
Beagle.
El 2 de mayo de 1977, SM Británica entregó el informe final, que tenía la calidad
de sentencia firme, definitiva e inapelable. Chile, de inmediato reconoció la plena
validez del laudo arbitral. Por su parte, Argentina recién el 25 de enero de 1978,
difunde una declaración en la que señala que el Gobierno de la República
Argentina, después de estudiar minuciosamente el laudo arbitral de su Majestad
Británica sobre la controversia en el Canal Beagle, ha decidido declarar
insanablemente nula -de acuerdo con el derecho internacional- la decisión del
árbitro. En palabras simples, no reconocía el fallo a pesar de haber
comprometido su pleno apego a la resolución llevada a su jurisdicción y
con ello elevaba exponencialmente el conflicto con Chile.
Considerando que la Junta Militar Argentina se tomó nueve meses para rechazar
lo resuelto por SM Británica, es posible suponer que dicho lapso, fue empleado
por las autoridades de ese país para desarrollar la “Estrategia Nacional y
Militar”.78 De dicha estrategia, surge el “Plan Soberanía”, que contenía las
“operaciones previstas contra Chile” con acciones en tierra, aire y mar.
Argentina, comenzó a aplicar una estrategia de intimidación militar, que entre
otras acciones incluyó diversas incursiones acotadas hacia territorio chileno por
parte de buques, aeronaves y tropas del Ejército. El gobierno chileno orientó a
sus Fuerzas Armadas y especialmente al Ejército y Carabineros, para que
actuaran con el máximo de cautela, evitando cualquier incidente en la frontera,
que sirviera de excusa a ese país y que se pudiera desencadenar un escalamiento
de la crisis y que dejara a Chile, en una condición de eventual país agresor.
78 Arancibia Clavel, Patricia, y Bulnes Serrano Francisco: “La Escuadra en acción”, Editorial Marval, Santiago, 2004,
p. 269
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La situación de Chile se vio agravada con la decisión de Presidente de Bolivia,
General Hugo Banzer de romper relaciones diplomáticas con nuestro país el 17
de marzo de 1978 y su posterior declaración, en la que manifestó públicamente
la disposición de recurrir a la guerra en caso de ser necesario. Además, Bolivia
comenzó un intenso y público acercamiento con Argentina.
Nuestro país en cambio realizaba todas las acciones de preparación para un
eventual conflicto con el mayor sigilo posible, para no alarmar a la población y
también, para evitar situaciones que pudieran ser utilizadas como una
provocación hacia Argentina. Las Fuerzas Armadas chilenas tenían claridad
sobre su trascendental responsabilidad frente al fracaso de las
negociaciones, para ello, se había iniciado un reforzamiento de las
unidades de la zona austral y el despliegue preventivo de algunas unidades
hacia sus zonas de posible empleo.
El 19 diciembre, el canciller Cubillos declaraba “nosotros estamos
dispuestos a ir a la guerra si es que nos llevan a la guerra y pelear con todas
las consecuencias que ello tiene, pero queremos dejar muy en claro ante la
opinión pública, que nosotros no vamos a iniciar la guerra”.
79
La crisis con Argentina significó para las Fuerzas Armadas la planificación y
ejecución de un gran operativo militar de defensa. En el caso del Ejército, incluyó
un aumento significativo de sus fuerzas mediante el llamado a todo el personal
que había cumplido el servicio militar los años 1975, 1976 y 1977, triplicando de
esta manera el contingente disponible. Por otro lado, se dispuso que todos los
militares que estaban cumpliendo distintos roles dentro del gobierno, debían
volver a sus respectivas instituciones a excepción de aquellos que servían en la
cartera de la Defensa Nacional.
79 Ver Tapia, Luis Alfonso. “Esta noche la guerra”. Ediciones Universidad Marítima de Chile, Viña del Mar, Chile,
1997.
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Para las generaciones militares más jóvenes y para quienes están interesados en
la historia, se describirán algunas decisiones estratégicas y operativas que se
asumieron, con el objeto de ilustrar lo dramático de la situación.
En noviembre de 1978 se activó el Comando de la Región Militar Norte, cuya
preocupación central la constituían las fuerzas peruanas, ya que se sabía que
Bolivia no participaría sin el apoyo directo de Perú. No se materializó una
reducción de las fuerzas militares presente en la zona norte, para no incentivar a
los peruanos y bolivianos a ingresar al posible conflicto. Al Ejército le cupo papel
fundamental en esta zona del país, ya que fueron sus medios los que cubrieron
prácticamente de manera exclusiva el Frente Norte Costero y el Frente Norte
Altiplánico, debido a que la Fuerza Aérea estaba concentrada en la Zona Central y
la Armada en el Sur.
El Teatro de Operaciones Austral Conjunto con asiento en la ciudad de Punta
Arenas que agrupaba a las fuerzas militares, navales y aéreas, cuyos
componentes eran la V División de Ejército, la III Zona Naval y el Ala N.° 3 de la
Fuerza Aérea, para la defensa del territorio organizó dispositivos defensivos
cubriendo los frentes de Puerto Natales, Punta Arenas e Isla Grande Tierra del
Fuego. Estos frentes, inicialmente fueron ocupados por los efectivos en presencia
en la zona y posteriormente, con los refuerzos que paulatinamente comenzaron a
llegar provenientes de la zona central del país. Desde el mes de julio se
desplazaron las unidades al terreno ocupando una intrincada, pero bien pensada
red de posiciones defensivas en los sectores estratégicos cercanos al límite
fronterizo. Durante su extensa permanencia en las zonas de posiciones, las
tropas debieron vencer la rigurosidad del clima y la precariedad del
equipamiento militar con que contaban, a pesar de ello, siempre
mantuvieron un gran espíritu combativo y una alta moral. Todo ello,
fundamentado en un alto espíritu de patriotismo y de virtudes militares.
El día 12 de diciembre de 1978, el Papa Juan Pablo II, insta a ambos gobiernos a
buscar la paz. El 20 de diciembre, el Gobierno de Chile invitó a su par trasandino
a continuar las negociaciones y a aceptar la mediación papal. El 21 de diciembre,
el gobierno argentino aceptó la mediación y el avenimiento se firmó en
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Montevideo el 8 de enero de 1979, evitándose de esta forma una guerra entre
dos países hermanos.
En el caso de Chile la mantención de la paz, se logró gracias a la férrea
voluntad de todos los que intervinieron en la conducción para evitar una
conflagración que acarrearía nefastas consecuencias y también, gracias al
admirable papel que les cupo a las Fuerzas Armadas y Carabineros, que
cumplieron a cabalidad su misión, demostrando en todo momento su total
convicción de luchar por una causa justa que no era otra que la defensa de
la soberanía nacional. Además, cabe destacar la prudencia con que actuaron
todas las instituciones armadas, que en los momentos más álgidos de la crisis
supieron mantenerse expectantes ante las acciones de provocación por parte de
Argentina, impidiendo que Chile se constituyera en país agresor.
En 1979, fue nombrado subsecretario de Relaciones Exteriores y al mismo
tiempo Jefe de la Delegación chilena ante la mediación papal, el General Ernesto
Videla Cifuentes, militar en servicio activo, quien tuvo un papel relevante en
esta tarea y se constituyó en uno de los principales artífices del Tratado de Paz y
Amistad chileno-argentino, firmado entre los ministros de Relaciones Exteriores
Dante Caputo de Argentina y Jaime Del Valle de Chile, el 29 de noviembre de
1984 en el Vaticano, siendo ratificado por las partes el 2 de mayo de 1985.
Esta descripción de los aspectos más relevantes de la crisis, nos llevan a concluir
que Chile no fue el instigador ni el causante de estas peligrosas situaciones. Sin
embargo, pese a ser un país más pequeño y en ese momento con grandes
debilidades de material de guerra y equipo, supo afrontar estas amenazas a lo
largo de todas sus fronteras, con prudencia, organización, adecuada movilización
y despliegue militar, apoyo ciudadano y muy importantemente por la calidad de
sus hombres y mujeres en armas con gran fortaleza valórica y apoyados en las
virtudes militares. Como se pudo evidenciar, un ejército se apoya en sus
capacidades militares y en el ejercicio correcto de los valores militares.
En la movilización de 1978 teniendo a una posible guerra en futuro inmediato, se
produce una amalgama, quizás por primera vez, de los oficiales y suboficiales de
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73
las unidades con alumnos de las Academias de Guerra y Politécnica, suboficiales
administrativos, logísticos y técnicos. Todos, asumiendo puestos en las planas
mayores, mandos de secciones, de escuadra o pieza, y todos, pala en mano,
construyendo y perfeccionando sus posiciones de tirador y practicando el mando
en terreno con sus unidades. A todos ellos, los iluminaban los mismos valores y
sentimiento de patriotismo.
En la ciudad de Punta Arenas, por ejemplo, el general Nilo Floody, se reunía
con la población civil y les ofrecía la alternativa de abandonar la ciudad,
advirtiéndoles que en esa zona las Fuerzas Armadas “combatirían hasta la
muerte”. Nadie estuvo dispuesto a abandonar la ciudad, más aun, la
ciudadanía se volcó a apoyar a las tropas con cartas de apoyo, chocolates,
algún vestuario para abrigo y otros.
La ciudadanía usaba la radio para informarse y a través de los mismos
receptores, en la onda de una radio argentina, se enteraban de los ejercicios de
apagones en diversas ciudades del vecino país, o la llegada de ataúdes o bolsas
mortuorias en preparación del conflicto. En Santiago, solo una radio, la radio
Minería ya desaparecida, tenía una iniciativa en apoyo a las tropas movilizadas;
tejer con sus auditoras la “bufanda más larga” para ser enviada a los soldados; o
en algunas ciudades del centro del país, se elaboraban bolsas con golosinas para
ser entregadas a los combatientes desplegados.
El secreto de las operaciones y el traslado de las unidades desde diferentes
partes del país, exigía esa disciplina del silencio nacional, pero junto con ello, una
sensación de aislamiento y un sentimiento de olvido y de poca valoración por
parte de la ciudadanía de la capital que vivía su vida normal y compraba los
regalos de navidad, bastante ausente de lo que ocurría en el extremo sur.
Muchos de los que estaban en la trinchera, salieron desde sus reparticiones,
regimiento o academia, con un equipo mínimo, sin siquiera despedirse de sus
hijos, de su esposas o familias, sin dejar un peso para los gastos, sin saber su
destino final. Era como un abandono de hogar. A las tres horas, todos se
embarcaban en un avión comercial, en donde en un asiento para dos cabían tres,
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y con gente de pie en los pasillos. Con destino desconocido. La pregunta es
¿Cuáles fueron los sentimientos más profundos que sintieron los hombres que
marcharon hacia una “guerra que no fue”, pero que sintieron en carne propia y
en vivo la cercanía de la muerte? Por testimonios sabemos que la moral era
excelente y el papel de los comandantes de unidades fundamentales fue
esencial. Se producía una situación extraña, una mezcla de un temor
contenido pero neutralizado por una sensación de patriotismo, deber
moral con la tradición, espíritu de cuerpo y sobre todo de honor. Cobraban
todo su valor las conferencias patrióticas, las ceremonias tradicionales, la
historia del regimiento, su himno y lemas. No hay que equivocarse, a los
soldados todo este simbolismo les llega, lo asumen y lo procesan.
En estas movilizaciones la tropa en su casi totalidad, estaba compuesta, al igual
que en la Guerra del Pacífico, de soldados y reservistas, mucha gente humilde. En
pocas palabras se basaba en el servicio militar que algunos ciudadanos, hasta
hoy, evaden o vilipendian. Sin ideologizar políticamente el término, era el
“pueblo” que estaba juramentado y dispuesto a morir por sus conciudadanos.
Otros, en el centro del país, ajenos a estos acontecimientos los mirarían por
televisión o se enterarían por la prensa.
Con el despliegue de 1975 y 1978 se produce una sincronización de sentimientos
con el año 1973 al interior del Ejército. Es prácticamente la misma generación,
solo habían pasado pocos años, la que vivió ambos acontecimientos, distintos,
por cierto, pero que les exigió una alta cuota de sacrifico. En 1973 hubo militares
que se vieron obligados a cumplir órdenes y fueron procesados como violadores
de derechos humanos. Lamentablemente, quedaron abandonados a su suerte ya
que sus superiores no cumplieron con el imperativo de asumir sus
responsabilidades. Respecto a la movilización de 1978, pareció operar un olvido
durante años y eso se traspasó a las generaciones que vinieron.
Es posible que las actuales generaciones no sepan que el General Ernesto Videla
Cifuentes, oficial que con su formación de Estado Mayor en la Academia del
Ejercito y su cultura personal, fue unos de los artífices de la mediación papal que
evitó el conflicto con Argentina.
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Como conclusiones de estos episodios se puede consignar:
Los soldados que estuvieron en la frontera el año 1975 y 1978, imbuidos de
patriotismo y valor, son portadores de una experiencia, que el resto de las
generaciones no ha vivido, pero debe conocer.
En las crisis vecinales de los 70`s, la conducta de todos los oficiales,
suboficiales y soldados, denotó qué tratándose de un conflicto externo, el
“ethos militar” cumplió las expectativas esperadas con un extraordinario
compromiso y comunión de civiles y militares como consta en quienes
vivieron ese tiempo.
Los episodios relatados en este capítulo, demuestran que mientras los
militares se encuentran dedicados y asumiendo totalmente el papel y
responsabilidades que se le han encomendado por la constitución y las leyes,
cuál es la defensa de la soberanía nacional como su rol principal, mejor se
cumplen los valores de la profesión militar.
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CAPÍTULO VI
Periodo 2000-2021 “El Ejército en el siglo XXI”
1. La contribución al desarrollo nacional
La contribución al desarrollo del país y de los chilenos es una de las áreas de la
mayor relevancia para el Ejército sí se considera la envergadura del esfuerzo
realizado. En este sentido, la labor del Cuerpo Militar del Trabajo (CMT),
organización base de este aporte, excede a este período en particular. Creado
en marzo de 1953, durante el segundo mandato del presidente Carlos Ibáñez
Del Campo, con el nombre de Servicio Militar del Trabajo e integrado por el
Ejército, Armada y Fuerza Aérea de Chile, tenía como propósito cooperar en
los programas de obras públicas orientados a zonas aisladas. Durante el
primer año de funcionamiento, trabajaron 3.000 conscriptos del Ejército; 250
conscriptos de la Armada; y 200 conscriptos de la Fuerza Aérea80. Pero debido
dificultades con la dotación de su personal, la Armada y Fuerza Aérea,
pusieron fin a su participación el año 1956 y 1960, respectivamente.
En marzo de 1960 pasa a denominarse Cuerpo Militar del Trabajo (CMT)
siendo conformado exclusivamente por integrantes del Ejército. Desde esa
fecha, ha realizado importantes trabajos en apartados lugares del territorio
nacional beneficiando a miles de chilenos que han visto como ha mejorado su
calidad de vida gracias a las obras de conectividad realizadas, lo que también
ha permitido que el país incorpore al desarrollo nacional, vastos territorios
especialmente en la zona sur austral. Entre sus trabajos más importantes se
encuentran las obras viales ejecutadas en Chiloé insular y continental, los
trabajos de vialidad que finalizaron el año 1965 con la construcción del
camino Alto Palena-Puerto Ramírez, la construcción de la Carretera
Longitudinal Austral, iniciada el año 1976 debido a la necesidad de establecer
una vía de comunicación e integrar al desarrollo nacional a la provincia de
Llanquihue, Palena y la región de Aysén; crear nuevas fuentes de trabajo;
80 Guillermo Van Schouwen Figueroa. “Historia del Cuerpo Militar del Trabajo”. Santiago, Chile, 1996. TT.GG.
Instituto Geográfico Militar, 2ª Ed. p. 61.
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establecer bases sólidas para el desarrollo social; fundar nuevos centros
poblados; fortalecer los existentes, y reafirmar la soberanía nacional, evitando
recurrir a servidumbres extranjeras y poniendo término a las fronteras
interiores.81
A lo anterior, debemos sumar el trabajo realizado junto a otros medios del
Ejército, durante las frecuentes catástrofes que han azotado a nuestro país,
destacando la labor efectuada en los terremotos de 1985 en la zona central,
2005 en la zona norte y el ocurrido en el 2010 en la zona centro-sur. Para este
último evento, hubo que planificar en tan solo 38 días, los trabajos a ejecutar
con una fuerza civil-militar que llegó a contar con 18.000 trabajadores civiles
supervisados por miembros del Ejército. De igual manera, fue relevante el
accionar institucional en los trabajos posteriores a la erupción del volcán
Hudson, en la región de Aysén en 1991 y del volcán Chaitén, en la región de
Los Lagos en 2008, despejando caminos y encauzando ríos.
Así también, lo realizado después del incendio en la ciudad de Valparaíso en
2014, que afectó a más de 2.500 viviendas en una superficie de 800 hectáreas,
oportunidad en la que se removieron escombros, limpiaron quebradas,
georreferenciaron viviendas afectadas, además de reparar y construir
viviendas de emergencia.
La vocación militar, en el ejercicio de sus valores más preciados, ha significado
una satisfacción profesional de servicio público contribuyendo a mejorar la
calidad de vida de ciudadanos de zonas aisladas. Todo este espíritu militar
entregado por años, voluntariamente, en aportes al desarrollo nacional y no
inspirado en una lógica de una operación militar tradicional, ha permitido
acumular mucha experiencia que también sirvió para los trabajos que se
efectuaron en Haití.
81 Entendidas como aquellos espacios terrestres –bajo la soberanía de Chile– no vinculados, total y efectivamente a la
acción del gobierno central y/o regional, donde se dificulta el desarrollo de las actividades humanas y productivas
por su distancia del núcleo vital y carencia de vías de comunicaciones.
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Cabe destacar que a pesar de lo aislado de las faenas y de una vida realizada en
campamentos carentes de comodidades, no se han presentado graves
problemas disciplinarios, lo que ratifica que cuando una fuerza militar, con
vocación de servicio, está dedicada a sus tareas profesionales, se pueden
verificar los mejores desempeños individuales y colectivos.
2. La tragedia de Antuco y el fortalecimiento de las competencias
profesionales
El 18 de mayo de 2005, en la zona cordillerana de Antuco, al interior de Los
Ángeles, VIII Región, tres compañías del Regimiento N° 17 “Los Ángeles”, 481
personas en total, terminaban el entrenamiento básico de los soldados
acuartelados dos meses atrás. Normalmente, este periodo de instrucción se
efectuaba en el sector de Laguna Verde, cerca de los Saltos del Laja, sin
embargo, en el verano de ese año se registraron en el lugar varios casos de
virus Hanta, por lo que debido al riesgo que esta situación representaba para
la salud de la tropa, se resolvió utilizar el refugio militar “Mariscal Alcázar”.
Al término del periodo de instrucción y para dar cierre a la campaña, se
dispuso que el regreso al cuartel se realizara mediante la ejecución de una
marcha a pie y luego con una marcha motorizada. Este tipo de actividad se
desarrollaba tradicionalmente, con el fin de promover la autoestima,
evidenciar los cambios en las condiciones y capacidades que desarrollan los
soldados en esta primera etapa y acrecentar el importante espíritu de cuerpo
que requiere la vida militar. El tramo a pie se realizaría desde Los Barros hasta
el refugio militar de La Cortina distante a 19 km, a través de la ruta Q-45,
clasificada como camino cordillerano de 3ra. Clase, con un promedio de 1.400
metros de altitud. El tramo motorizado se efectuaría desde La Cortina hasta la
ciudad de Los Ángeles.
Después de efectuar modificaciones en la planificación inicial, se decidió que
las unidades que componían el Batallón de Infantería, marcharan los días 17 y
18 de mayo. El día 17 lo hizo la Compañía de Cazadores (109 hombres) y la
Compañía de Plana Mayor y Logística (74 hombres y mujeres). Ambas
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unidades completaron con todo su personal el recorrido a pie hasta el refugio
militar de La Cortina, después de enfrentar duras condiciones meteorológicas.
Al día siguiente, fueron transportados a la ciudad de Los Ángeles. El día 18 de
mayo marcharon la Compañía de Morteros (69 hombres) y la Compañía
Andina (91 hombres). Producto de las complejas condiciones atmosféricas
imperantes en la zona estas unidades se vieron sometidas al embate de la
naturaleza, lo que causó una situación devastadora; se produjo el fenómeno
meteorológico conocido como viento blanco o tormenta de nieve y un drástico
descenso en las temperaturas (entre -10 y -20C°) y de la visibilidad,
condiciones que, además de someter a la tropa a un esfuerzo físico y
psicológico mayor, generan una disminución relevante del ritmo cardiaco,
sueño e hipotermia cuando la persona se detiene. A consecuencia de este
suceso, un suboficial y cuarenta y cinco soldados conscriptos fallecieron
llenando de dolor a sus familias y al Ejército, institución que sufrió una de sus
mayores pérdidas de vidas humanas en tiempos de paz.
Esta tragedia, no obstante el riesgo que representa la instrucción y
entrenamiento militar, permitió evidenciar una serie de errores tanto en
la planificación como en la ejecución de la marcha. Las condiciones
meteorológicas extremas, no usuales en esa época del año, fue una de las
causas que la generó, sin embargo, también lo fue el hecho de no aplicar
los procedimientos doctrinarios establecidos y la consecuente
improvisación que de ellos se derivó, todo lo cual, expuso a la unidad a
soportar una condición meteorológica extrema que produjo las muy
lamentables consecuencias.
El conocimiento y asimilación de la normativa operacional fue débil, o bien, se
asumió erróneamente que la doctrina operacional se orientaba solo a las
operaciones militares de guerra y no a las actividades militares
administrativas, como lo era la marcha de regreso. Es más, también pudo
haber contribuido al fatal resultado, los nefastos efectos que genera la rutina,
por el hecho de haber realizado la misma actividad en diferentes épocas del
año y bajo diversas condiciones meteorológicas, sin dificultades, se asumió
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80
que las previsiones adoptadas habitualmente serían suficientes. Todas estas
alternativas dieron cuenta de importantes debilidades en el proceso de toma
de decisiones en tiempos de paz, que se ocasionaron por acciones erráticas y
por falta de conocimiento en lo profesional.82
La Institución identificó numerosas enseñanzas de la tragedia de Antuco entre
las cuales, para el propósito de esta reflexión resulta oportuno destacar las
siguientes:
Los comandantes deben estar conscientes de sus propias emociones y de
cómo éstas inciden en sus decisiones, en su conducta y en las conductas de
quienes los rodean.
Las decisiones deben ser el resultado de una profunda reflexión en términos
no solo de las consideraciones táctico-técnicas que la tarea demande, sino
también, de la observancia y coherencia con la legislación vigente y sobre
las consecuencias que para sus subordinados deriven de su cumplimiento.
Los mandos subalternos no pueden argumentar como causal de justificación
o de eximente de responsabilidad, el hecho que no pueden desobedecer una
orden por lo que tal incumplimiento trae consigo.
Los deberes militares, entre otros aspectos, explicitan la gravedad que
conlleva que un militar demuestre falta de carácter, capacidad,
conocimiento y el incumplimiento de las leyes y reglamentos.
El ejercicio del mando exige primordialmente un profundo sentido de
responsabilidad. Este implica el firme propósito de cumplir la misión
recibida, así como reflexionar antes de dar una orden para que ella no sea
contraria al espíritu o letra de las leyes y reglamentos vigentes. Esta debe
estar bien concebida, es decir, que se pueda cumplir con el mínimo de
82 Ejército de Chile, División Doctrina. “Experiencias y Enseñanzas Militares: Marcha de Antuco 2005”. Santiago,
Chile, Instituto Geográfico Militar. 2019, pp. 246 y 247
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81
tropiezos y, muy particularmente, que no haya necesidad de una
contraorden.
El ejercicio del mando es un privilegio que demanda competencias muy
diversas, pero está muy distante de requerir complejas doctrinas filosóficas
o de intrincadas metodologías. Un comandante debe asignar misiones
coherentes con las capacidades de sus subalternos y de los medios
materiales con que cuenta, lo que exigirá reflexionar y estudiar
detalladamente las propias capacidades, impartiendo tareas factibles de
realizar.
A pesar de la situación extrema que tuvieron que vivir los integrantes del
Batallón de Infantería de Montaña y de la muy lamentable pérdida de vidas en
un contexto de desconcierto, miedo y desesperación, también dejó en
evidencia fortalezas. Entre estas, se pudo observar muestras de
compañerismo, solidaridad, confianza, liderazgo e incluso actos de valor de
comandantes y soldados, lo que contribuyó a frenar los devastadores efectos
conocidos.
La causa directa de esta tragedia, sin lugar a dudas, fue la condición
meteorológica que enfrentó la unidad y sobre la cual no había mayores
previsiones. No obstante, subyacen otras causas que concurrieron, para qué
bajo lo anterior, se produjera el desastre: debilidad en el liderazgo ejercido,
acompañado por un sistema de organización muy jerárquico, en el cual los
cambios o los cuestionamientos a las órdenes eran un asunto difícil de
plantear. A raíz de esta experiencia, el Ejército implementó y desarrolló a
partir del año 2008, un inédito programa de fortalecimiento de competencias
individuales en los alumnos de la Academia de Guerra, debido a que en el corto
plazo serían los comandantes de las unidades de combate y el segmento que
mayor influencia podía ejercer para impulsar los cambios que era necesario
implementar. Así también, durante el 2020 se incorporó de manera formal
esta experiencia como “estudio de caso”, en las mallas curriculares de las
escuelas matrices de los oficiales y suboficiales del Ejército.
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82
3. La evolución de la sociedad y su efecto en la cultura institucional.
a. La integración y participación de la mujer
La vinculación de la mujer con el Ejército –tanto en roles civiles como
militares– es de muy antigua data, remontándose a la época de las guerras
que Chile enfrentó, instancias en que su presencia transmitía a los soldados
cuidado, aliento y atención. Desde su integración formal al Ejército en 1974,
su participación ha sido progresiva en el tiempo, representando el año 2021
el 20,4% de la dotación total de la Institución con 8.183 integrantes.83
En el ámbito de la igualdad de género, el Ejército ha sido pionero entre las
Fuerzas Armadas planteando cambios que han abierto espacios para la
proyección e igualdad laboral de la mujer en todas sus áreas. De esta
manera y en concordancia con los cambios experimentados por la sociedad
nacional, la mujer está plenamente integrada a todos los procesos
institucionales, con las mismas condiciones, exigencias, cumplimiento
de requisitos, beneficios y carrera profesional que los integrantes
masculinos, teniendo un rol principal y activo en todos los ámbitos de
desempeño.
Como definición conceptual, cabe precisar que los cargos directivos en la
Institución no están establecidos por género, sino por las competencias que
cada integrante posea para un puesto determinado. En este contexto, a
partir del año 2002 se integran las primeras mujeres a la artillería,
ingenieros y telecomunicaciones, y desde 2017, acceden a infantería y
caballería blindada, pudiendo en la actualidad, participar además en los
procesos de selección de todas las especialidades primarias y secundarias.
Esto, constituye un hito relevante en lo que a igualdad de oportunidades se
refiere. Oficiales femeninas ya han egresado de las Academias de Guerra y
Politécnica Militar, pudiendo llegar a integrar el alto mando institucional
cuando cumplan los requisitos de grado, evaluación del desempeño y
83
A partir del año 2017 se considera dentro de la dotación institucional al personal contratado por otras leyes, tales
como: leyes N°18.476 y N°18.865 COSALE, ley N°18.723 CIMI, entre otras y a contar del año 2018, se incluye al
personal de reserva llamado al servicio activo ORASA/CPRASA.
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83
tiempo servido que la ley exige (lo que a la fecha no ha ocurrido). En igual
situación se encuentran las oficiales del grado de Coronel, tanto del Servicio
de Personal, de Intendencia o de Material de Guerra.
Otro paso importante en la equidad de género fue el reemplazo en 2018 del
Escalafón del Servicio Femenino Militar por el Servicio de Personal del
Ejército, especialización donde hombres y mujeres pueden desarrollar su
carrera profesional en forma igualitaria, eliminando el estereotipo que
asociaba a la mujer a un rol netamente administrativo.
Con respecto a su participación en operaciones internacionales, cabe
destacar que la misión en Haití fue la base para la inclusión del personal
femenino en las Operaciones de Paz.
La mujer en el Ejército ya no solo cumple con tareas dentro de los cuarteles,
sino que está plenamente integrada a todos los procesos institucionales bajo
las mismas condiciones, exigencias, cumplimiento de requisitos, beneficios y
carrera profesional que los hombres y tiene un rol principal y activo en
todas las funciones.
Las situaciones de acoso sexual y laboral también han sido abordadas por
el Ejército. Es así como el año 2018 se publicó la cartilla “Procedimientos
Relacionados con Acoso Sexual y Laboral" que se funda en 3 conceptos:
prevención, educación y un protocolo de acción definido. Si bien, desde el
2016 existían disposiciones y normativa relativa a estos hechos, se requería
profundizar lo existente con el fin de establecer los mecanismos adecuados
para prevenir el acoso en el entorno laboral, definir un proceso formal ante
las denuncias y resguardar el derecho, la integridad y dignidad de las
personas.
b. La inclusión, integración y no discriminación
El Ejército asumió el desafío de adaptarse a las tendencias actuales y
emergentes, sin desnaturalizar su esencia, definida en la Constitución
Política de la República, que describe a las Fuerzas Armadas como
esencialmente obedientes, jerarquizadas y disciplinadas -expresión
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84
fundamental del Estado de Derecho- lo cual fundamenta y sustenta el
ejercicio de la profesión militar, en los sentimientos del honor y del deber de
todos quienes la profesan.
A partir de lo estipulado en la Ley 20.609 “Ley Antidiscriminación", la
Institución ajustó su normativa, elaboró e implementó las políticas
destinadas a garantizar a todas las personas, sin discriminación arbitraria, el
goce y ejercicio de sus derechos y libertades reconocidas por la constitución,
las leyes y los tratados internacionales suscritos por Chile.
No obstante que la Institución ya había adoptado medidas respecto a la no
discriminación, se declararon expresamente derogadas todas aquellas
normas o disposiciones contenidas en la reglamentación institucional, que
contravinieran el principio de no discriminación arbitraria contenido en la
ley 20.609.
84 En el año 2015 se complementan y amplían las disposiciones
inherentes a la no discriminación arbitraria en la institución, señalándose
explícitamente que “el Ejército de Chile, como principio elemental, no
discrimina en ninguna de sus formas y es tolerante y respetuoso de todo
aquello que se sustente en el ordenamiento jurídico vigente”,
85 de hecho,
en la Ordenanza General del Ejército se incorporó entre los valores
militares, el denominado Subordinación al Derecho, detallando sus
alcances y significados.
El Ejército de Chile también ha reconocido los valores y prácticas sociales,
culturales, religiosas y espirituales de los pueblos originarios, apoya su
desarrollo y busca generar espacios de participación y cooperación. Los
integrantes de los pueblos originarios desde siempre han tenido
participación en el Ejército, existiendo, actualmente, una importante
cantidad de Oficiales, Suboficiales y Empleados Civiles que han tenido un
significativo rol en la historia de la Institución y de Chile. Para reafirmar su
compromiso, firmó con la Corporación Nacional de Desarrollo Indígena
(CONADI), un convenio por el cual esta corporación dispondrá de
especialistas en lengua, cultura y desarrollo indígena para la formación y
84 Orden de Comando CJE SGE DAI (R) N°6583/126 de 10 de septiembre de 2012.
85 Orden de Comando CJE EMGE DPE III N°1000/10949 de mayo de 2015.
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85
capacitación de personal del Ejército, en lo relativo a dialectos, cultura y
cosmovisión de los pueblos originarios con mayor presencia en la
institución, tales como, Mapuche, Quechua y Aymara.
En lo relativo a la diversidad sexual y de género, la política institucional en
esta materia es clara. Todas las personas que quieran servir a Chile a través
del Ejército son bienvenidas, cumpliendo los requisitos de ingreso y
teniendo en consideración que el Ejército es una institución jerarquizada,
disciplinada y cohesionada, donde existen parámetros de comportamiento
que deben ser respetados y que quienes ingresan, los aceptan, libre,
voluntaria y conscientemente.
En cuanto a la religión o creencias a las cuales adhiera el personal de la
institución, el Ejército inculca el respeto por la libertad religiosa y de culto,
otorgando asistencia espiritual a sus integrantes, así como facilidades para
su práctica al interior de los cuarteles e instalaciones militares.
En otro plano, el Ejército desde hace años ha incorporado personas con
discapacidad, como una manera de participar en las políticas integración.
Si bien, la profesión militar exige condiciones físicas y cognitivas
determinadas, la Institución ha buscado la forma de promover y aplicar
medidas de acción positiva para fomentar la inclusión laboral en actividades
profesionales y administrativas y desde el año 2016, mantiene un convenio
de colaboración con el Centro UC Síndrome de Down de la Pontificia
Universidad Católica, con la finalidad de facilitar la contratación e inclusión
laboral de personas con Síndrome de Down.
Por otra parte, en el claro entendimiento que el Ejército de Chile se debe y
pertenece a todos los chilenos, busca por lo tanto arbitrar y agotar las
medidas necesarias para que, en los diversos ámbitos del quehacer
institucional, se actúe en forma permanente con estricto apego a los
principios de justicia, ecuanimidad, equidad, igualdad de oportunidades,
transparencia, inclusión, respeto a la diversidad y a la no discriminación
arbitraria, lo cual constituye un deber moral, jurídico, ético y profesional
ineludible y sin excepción. Las conductas discriminatorias arbitrarias que,
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eventualmente, puedan cometer sus integrantes en el ejercicio de sus
funciones, obligaciones y actividades cotidianas, se encuentran expresa y
definitivamente prohibidas y quién las asuma, infringe -bajo su
responsabilidad individual- dicha prohibición e incurre en gravísima falta,
independiente de su grado, condición jerárquica, categoría y/o modalidad
contractual.
Considerando los antecedentes explicitados, es posible aseverar que el
Ejército en el ámbito de la inclusión y diversidad ha tenido una actitud
proactiva, aceptando los cambios culturales y lo que la sociedad le demanda,
incluso anticipándose, adaptándose y haciendo suyos los cambios que se
van produciendo en la sociedad. En consecuencia, y considerando que en
nuestro país el actual ordenamiento, en concordancia con la protección
internacional de los derechos humanos, resguarda, protege y garantiza
aquellos que emanan de la naturaleza humana, la institución no se abstraerá
de ello y privilegiará el principio “Pro Homine”, es decir, su normativa se
orientará prioritariamente a favorecer a las personas, independiente de su
categoría, grado jerárquico y situación o modalidad contractual.
Por último, resulta oportuno citar lo manifestado por el Comandante en Jefe
respecto de la formación de los integrantes de la institución: “Estricto
respeto a la dignidad de cada persona, total condena a
comportamientos de abuso y discriminación arbitraria, y un firme
compromiso con la disciplina, son para el Ejército, componentes
insustituibles e intransables del proceso de formación de sus
soldados”.
4. El fraude al Ejército, un durísimo golpe a la confianza y a la probidad.
En el año 2014, la institución descubrió un gravísimo caso de fraude, por lo
que junto con iniciar una investigación sumaria administrativa, efectuó la
denuncia a los organismos judiciales y gubernamentales competentes. Los
hechos fueron detectados el 30 de marzo de 2014, cuando el Tesorero del
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Ejército identificó irregularidades en algunas facturas que serían pagadas con
fondos de la ley 13.196 Reservada del Cobre.
86
Las investigaciones realizadas han podido establecer que los involucrados,
aprovechándose del cargo que tenían, suplantaban a quienes debían ejecutar
el gasto, empleando facturas entregadas por ciertos proveedores que
participaban del ilícito, en las se consignaban datos falsos, y posteriormente,
eran mezcladas con facturas verdaderas. Diferentes autoridades responsables
de la ejecución de dichos gastos no tuvieron conocimiento de la usurpación de
sus nombres ni de sus firmas. Estas facturas ideológicamente falsas eran
imputadas a saldos de proyectos ya finalizados, que en algunos casos contaban
con remanentes no empleados, cuyo detalle era conocido por algunos de los
involucrados. Finalmente, el pago era tramitado “por mano” a la Tesorería del
Ejército, vulnerando así los controles existentes en la última etapa del proceso.
De este modo, algunos militares cuya responsabilidad era custodiar los
recursos asignados por ley, junto a cómplices civiles proveedores de la
Institución, debidamente registrados, idearon y ejecutaron el ilícito
defraudando al Ejército y vulnerando los sistemas de control.
Inicialmente, bajo el mando del entonces CJE Humberto Oviedo Arriagada, se
contrató el año 2015 a una empresa externa para que realizara una auditoría a
los procesos de compra vía ley del cobre, que era a esa fecha la que proveía los
fondos para realizar las adquisiciones de capacidades militares. Esta iniciativa
no tenía precedente en el ámbito castrense.
Posteriormente, en el mando en jefe del GDE Ricardo Martínez Menanteau, se
implementó y puso en funcionamiento un “Sistema de Prevención del Delito”,
iniciativa inédita en las instituciones armadas. Esto se desarrolla a partir del
análisis de los riesgos asociados a cada proceso, especialmente, de los
relacionados con la administración de los recursos entregados por el Estado
de Chile y busca dar cuenta oportuna de la ocurrencia de malas prácticas al
86 Ejército de Chile, Lecciones Aprendidas de un Fraude, Santiago, 2018, Santiago, Chile, p. 4
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interior de la institución. Este sistema fue concebido para su implementación
dentro del sistema de control interno del Ejército, por lo tanto, se incorporó al
quehacer institucional, a sus normas, educación, doctrina y vida diaria en
general. Su concepción y diseño se realizó desde abril a septiembre de 2019 y
su implementación comenzó, paulatinamente, a partir de octubre del mismo
año.
Para diseñar el sistema de Prevención de Delitos se contó con valiosa asesoría
externa y se realizó el análisis de sistemas de prevención implementados en el
mundo civil, empresarial, efectuándose las adaptaciones necesarias para
acercarlo al ámbito castrense. En su diseño se aprovecharon varios
componentes del sistema de control ya existentes, como también, el sistema de
educación a distancia institucional.
Indudablemente la difusión, capacitación y acreditación de conocimientos del
sistema de prevención, es su característica más destacable. A la fecha, más de
35.000 hombres y mujeres de la planta institucional están debidamente
acreditados en la plataforma de educación a distancia del Ejército, a los que se
suman 12 mil soldados conscriptos. Otros elementos destacables son los
canales de denuncias y fiscalización. Los canales de denuncias cumplen con
todos los requisitos que establece la ley: acceso, firma digital, seguridad,
resguardo de identidad si es solicitada, formalidad para trazabilidad, y
comunicación con el denunciante, entre otros.
Otro aspecto importante de la puesta en funcionamiento del sistema de
prevención de delitos, fue la creación de un texto educativo diseñado en
concordancia con la doctrina valórica institucional. Este texto, tiene ya tres
ediciones con más de 50 mil ejemplares impresos y su entrega a los
integrantes de la Institución está debidamente certificada. El sistema de
prevención junto al sistema de control institucional, a partir del 2021 son
parte de las mallas de los cursos de formación, perfeccionamiento y de
requisito para oficiales y suboficiales del Ejército. La trazabilidad de las
acciones realizadas, así como, el funcionamiento del sistema y los reportes
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semestrales entregados al CJE e informados al MDN, hacen del sistema de
prevención una iniciativa robusta.
En el repudiable episodio del Fraude, algunos integrantes del Ejército dejaron
de cumplir los principios y valores que la sociedad y la institución exige y
demanda al personal militar, traicionando la confianza, faltando a la probidad,
vulnerando los procedimientos dispuestos y dañando la fe pública. Para
alcanzar sus detestables fines, se coludieron con civiles ajenos a la Institución
y se apropiaron de recursos que el Estado asignaba para el financiamiento de
las capacidades del Ejército.
A raíz de las diligencias efectuadas por los tribunales de justicia para
esclarecer estos hechos, fueron detectadas otras situaciones, aparentemente
constitutivas de delito, lo que generó que fueran sometidos a proceso Oficiales
y Suboficiales de distintos grados, incluidos ex Comandantes en Jefe. Esto
último impacta fuerte y de manera muy especial al Ejército debido al alto
cargo que ejercieron. Será la justicia a través de sus fallos definitivos la que
determine la responsabilidad penal de los que hoy enfrentan acusaciones,
pero es innegable que esta situación dañó gravemente la imagen de la
Institución y la confianza que en ella tenía la ciudadanía.
El Ejército ha sido persistente en la adopción de medidas y en la ejecución de
acciones que contribuyan a fortalecer las buenas prácticas, la educación en
materia de probidad y transparencia, como así mismo, actividades formativas
sobre el tema. De hecho, en octubre del año 2019 se llevó a cabo el seminario
denominado “Probidad y Transparencia en Defensa: un desafío
permanente”. En dicha instancia, se recalcó que el cumplimiento de las
funciones institucionales requiere de sistemas de control superiores en
creatividad, iniciativa, proactividad y esencialmente empoderados para
enfrentar un fenómeno que, si bien no es nuevo, se ha tomado la agenda de
discusión en los sectores públicos y privados.
En coherencia con lo anterior, poco después de asumir sus funciones, el actual
CJE, señalaba en su discurso con motivo del acuartelamiento del contingente
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en el mes de abril de 2019, que “…le corresponde al Estado de Chile definir el
tamaño y las capacidades que debe poseer el Ejército” y a partir de ello
proponía que “fuese el propio Estado, a través del Ministerio de Defensa, el
responsable de realizar todo el proceso de grandes compras militares
sobre la base de las capacidades resueltas y de acuerdo a los
requerimientos técnicos y operativos que defina el propio Ejército”.
5. La necesaria modernización de la profesión militar para alcanzar
estándares superiores
a. Una nueva forma de planificar y de combatir
Los desarrollos más significativos y tal vez menos difundidos, han sido los
de orden educativo, doctrinario, de mejores capacidades, organizacional y
social que se han implementado en el Ejército los que han generado un
avance relevante en la eficiencia de la fuerza militar.
La doctrina institucional se forma y aparece en el quehacer diario, tanto en
lo conceptual como en el actuar. Desde lo conceptual se va extrapolando a
situaciones de entrenamiento y preparación de su personal ya sea para la
paz, la guerra o una crisis. En síntesis, se requiere un molde flexible y a la
vez sólido en valores para un óptimo cumplimiento de las misiones que
asigna el Estado de Chile, contando con respuestas anticipadas ante
escenarios cambiantes.
Lo anterior queda de manifiesto cuando producto de la conveniencia de
incorporar nuevas capacidades, se identificó la importancia de homologar
procesos y métodos de planificación y conducción con la OTAN, junto con la
puesta en marcha del concepto de “Guerra de Maniobra” en el empleo de la
fuerza terrestre, entre otros aspectos. Estas definiciones hicieron visualizar
la imperiosa necesidad de elaborar un nuevo enfoque doctrinario y
modernizar el “Sistema de Instrucción y Entrenamiento del Ejército” proceso
que comenzó el año 2018.
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Efectuar las modificaciones antes señaladas no obedeció solo a la necesidad
de actualización de medios o la incorporación de nueva tecnología para la
fuerza, sino más bien al requerimiento de realizar un adecuado cambio
cultural, el cual implicaba la transformación desde una fuerza instruida y
equipada, hacia una fuerza altamente entrenada y competente en
condiciones de ser desplegada rápidamente y operar en un escenario hostil.
b. Cambios en el sistema educativo
Durante las últimas dos décadas, dentro del proceso de transformación de la
Institución, se han ido incorporando una serie de modificaciones al modelo
educacional, piedra angular para aumentar las competencias individuales y
de las unidades, lo que ha permitido desarrollar las capacidades que hoy
sustenta la fuerza y lo califica para actuar con los niveles profesionales
adecuados al escenario muy complejo y exigente que se presenta hoy en día,
en un ámbito de desafíos múltiples.
Un primer e importante paso fue suprimir a partir del 2001 la enseñanza
media en la Escuela Militar y pasar de dos a cuatro años enteramente
profesionales, entregando una superior preparación a los oficiales
egresados.
Últimamente, se ha fortalecido la educación militar en los principios éticos,
introduciendo un profundo cambio al proceso de formación para quienes
ingresan a la Institución, y su posterior desarrollo profesional. Lo anterior,
se basa principalmente en reforzar el sentido ético y moral en el
cumplimiento de los deberes militares, durante el proceso formativo
superior y formativo técnico – profesional.
Un aspecto importante, es que se estandarizó la formación ética de los
futuros oficiales y suboficiales en sus escuelas de formación,
entendiendo que no había diferencias entre ellas, ya que no existen
diferencias en la formación ética y valórica entre ellos.
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La Escuela Militar, encargada de la formación de los futuros oficiales,
estableció una malla curricular acorde a los estándares de institutos
similares a nivel internacional y en sincronía con las exigencias y avances de
la sociedad.
En esta responsabilidad de formar a los oficiales del Ejército, se buscó un
socio estratégico en la educación superior que tuviera los mejores
estándares. Después de una licitación pública, se seleccionó a la Pontificia
Universidad Católica, considerada una de las mejores universidades en Chile
y Latinoamérica, que junto con permitir asegurar la continuidad de la malla
curricular conducente al título profesional de Oficial de Ejército, facilitará a
su vez nivelar las exigencias académicas a los parámetros establecidos por
la Educación Superior, estableciendo un énfasis científico – tecnológico en la
formación y una malla curricular flexible y escalable. Inicialmente con un
plan común para todos los alumnos y un segundo nivel con un plan
específico que les permite elegir una mención, y finalmente, con un tercer
nivel con asignaturas asociadas a créditos transferibles, facilitando en el
futuro convalidarlos en cualquier casa de estudios superior y obtener un
segundo título profesional.
En lo que dice relación con el perfeccionamiento de la formación de los
suboficiales para proyectarlo hacia el futuro y adaptarlo a las necesidades
institucionales, la Escuela de Suboficiales desarrolló un nuevo diseño de
su proyecto educativo que en lo principal considera la aprobación de un
nuevo perfil de egreso de dos años, lo que permitirá profesionalizar la
carrera y homologarla a centros de formación técnica externos. De esta
forma los alumnos al término de los dos años se graduarán como Cabos y
continuarán posteriormente un año más para obtener una especialidad en
las escuelas de armas y servicios. La implementación de un año más se
traduce en un aumento en la malla curricular de 20 a 32 asignaturas y un
incremento de 1.552 a 3.556 horas pedagógicas, lo que permitirá obtener un
Suboficial integral, con mayor solidez en sus conocimientos en el ámbito de
las ciencias sociales, trasparencia, conocimientos legales y tecnológicos,
entre otros aspectos.
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Otro aspecto esencial incorporado en el nuevo modelo educacional, lo
constituye la implementación de un sistema único de ingreso, el cual
entrega la posibilidad a quienes cumplen los requisitos para postular a la
Escuela Militar y/o Escuela de Suboficiales, a optar a fases homologadas
entre ambos institutos, facilitando con ello el trámite administrativo,
reduciendo costos económicos y equiparando el examen psicológico,
médico, dental y pruebas físicas. Asimismo, este sistema permite privilegiar
el mérito y las capacidades personales. Además evita la discriminación de
los postulantes por dificultades económicas al incorporar becas de
gratuidad para quienes cumplan ciertos requisitos en el momento de
postulación o bien tengan un rendimiento destacado en su desempeño
académico, otorgándoles a todos igualdad de oportunidades.
Además de lo expuesto, se ha continuado avanzado en la integración al
establecerse vacantes exclusivas para jóvenes pertenecientes a
pueblos originarios, tanto para la Escuela Militar como para la Escuela
de Suboficiales, que se asignan a quienes habiendo cumplido con los
requisitos mínimos de ingreso no hayan sido aceptados en el proceso
regular, aplicándoles esta norma para que puedan cumplir sus deseos de
integrarse a la institución que pertenece a todos los chilenos.
6. Aportes de la participación internacional del Ejército en la formación del
personal.
Desde que Chile se incorporó a las Naciones Unidas en 1946, el Ejército ha
participado en diferentes operaciones que ha desplegado dicho organismo en
sus esfuerzos por promover la paz y la estabilidad internacional. En esta
contribución, los integrantes de la Institución han debido operar en diferentes
tipos de misiones y bajo variados marcos de referencia de cooperación militar
que acordó la Carta de las Naciones Unidas.
De esta manera, el Ejército ha constituido un importante recurso del que
dispone el Estado de Chile, para perseguir sus intereses políticos y
estratégicos, desarrollando una dimensión internacional que se ha expresado
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a través del tiempo en la cooperación y en una activa presencia internacional,
ya sea bajo la forma de misiones chilenas que apoyaban a la profesionalización
de ejércitos de países amigos, así como, sirviendo de puente o de garantía en la
solución pacífica de potenciales conflictos.
La mayor participación le correspondió en la Fuerza Multinacional Provisional
para Haití a partir de marzo 2004, que posteriormente junto a personal de la
Armada y de la Fuerza Aérea, pasaron a integrar la Misión de las Naciones
Unidas para la Estabilización de Haití denominada MINUSTAH, completando
13 años de participación en dicha misión. Sin duda esta operación ha sido la
más relevante de las misiones ejecutadas, por las características de las
operaciones, equipamiento que se trasladó, las demandas logísticas y las miles
de personas que se desplegaron durante esos años. Se agrega que esta
operación no solo fue conjunta, sino que también combinada, ya que la
Compañía de Ingenieros fue reforzada por contingente ecuatoriano y
salvadoreño; que participaron oficiales en la conducción de la misión
internacional, ya sea asumiendo cargos en el cuartel general; además de cinco
generales chilenos que dirigieron la misión, como “Deputy Force Commander” y
dos de ellos debieron asumir durante un período, el mando de la fuerza
internacional.
Las operaciones internacionales han puesto a prueba procesos ligados al
alistamiento y preparación de la fuerza en tiempo real, obteniéndose de
ello valiosas experiencias y lecciones aprendidas asociadas a los ciclos de
preparación y planificación para este tipo de operaciones.
Asimismo, y conjugando las políticas institucionales de equidad de género en
este tipo de operaciones, la participación femenina se ha visto incrementada
también. Vital relevancia ha cobrado para el refuerzo del ethos, el hecho que
esta participación ha significado para las personas incorporarse en un medio y
entorno muy cuidadoso y de alta exigencia en materias de respeto a los DDHH,
a la población civil y a todos aquellos a quienes se debe proteger. El resultado
práctico es que los eventos disciplinarios han sido muy escasos y menores, a
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pesar del largo tiempo de despliegue, de las fricciones propias y de la cantidad
de tropa en terreno.
Por último, cabe destacar que la activa participación del Ejército en misiones y
operaciones de paz es una oportunidad muy valiosa, ya que sirve
decididamente a la política exterior chilena en el ámbito de la cooperación
internacional bajo un enfoque multilateral y posicionan estratégicamente a
nuestro país en el plano regional y mundial, además de la importante
experiencia operativa, de procedimientos, para mejorar los estándares
del respeto de los DDHH, de las personas y del ejercicio del ethos militar,
conjunto de factores que han sido puestos a prueba integralmente en el ámbito
internacional con singular éxito.
7. Participación en los Estados de Excepción Constitucional.
a. Estado de Excepción Constitucional de Emergencia
En cumplimiento del mandato presidencial y orden legal que decretó el 18
de octubre del año 2019 Estado de Excepción Constitucional de Emergencia,
primero en la Región Metropolitana y posteriormente en otras regiones del
país, más de 16.000 efectivos del Ejército de Chile fueron desplegados con la
finalidad de cooperar en el mantenimiento del orden público y resguardar la
seguridad de la ciudadanía. El Estado de Emergencia pertenece a los
llamados Estados de Excepción Constitucional, los cuales son herramientas
legales que facultan al Presidente de la República para restringir los
derechos y libertades individuales garantizados por la Constitución
producto de situaciones extraordinarias y con el propósito de proteger otro
bien mayor.
La medida fue anunciada por el presidente de la República, Sebastián Piñera
Echenique, para restablecer el orden y seguridad tras una serie de
manifestaciones para exigir demandas sociales, que provocaron graves
alteraciones al orden público y la destrucción de propiedad pública y
privada.
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Las tareas del personal militar consistieron en patrullajes a pie y
motorizados para resguardar la seguridad de la ciudadanía las 24 horas del
día y la protección de la infraestructura crítica del país, tales como,
instalaciones de distribución de agua, eléctricas, plantas de distribución de
combustibles, estaciones de la red del Metro de Santiago y otras.
El despliegue de los medios del Ejército, que era totalmente nuevo para el
personal (los anteriores datan de fines del gobierno militar, es decir 30 años
atrás), fue especialmente complejo en las primeras 48 horas. Ello no estuvo
exento de dificultades, toda vez que el personal no estaba entrenado ni tenía
la experiencia para cumplir un cometido específico como, por ejemplo,
cooperar al mantenimiento del orden público.
Los integrantes del Ejército por cierto que están bien entrenados para la
guerra y su desempeño y respuesta en términos de procedimientos,
responde a ese escenario. Sin embargo, paulatinamente, las deficiencias se
fueron superando a partir de las directrices que emanaban del puesto de
mando del cuartel general del Ejército. Los soldados y comandantes fueron
rápidamente capacitados en empleo de las reglas del uso de la fuerza (RUF),
las que inicialmente eran muy genéricas y por tanto confusas.
Con la promulgación por Decreto Supremo de nuevas RUF, en cuya
elaboración se involucró, junto a las autoridades de gobierno, directamente
el Comandante en Jefe, se pudo contar con un instrumento que protegía de
mejor manera al personal asignado a las operaciones y así disminuir
posteriores consecuencias penales y administrativas no deseadas.
Para hacer las RUF más específicas y entendidas claramente por cada
miembro del Ejército desplegado, la institución difundió instrucciones
concretas de lo que podía hacer o no cada soldado ante diversas situaciones
en las cuales podría verse enfrentado durante las tareas de orden público.
De hecho, una vez finalizado el estado de excepción constitucional, el 30 de
octubre, el mando en jefe del Ejército, hizo un reconocimiento todo el
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personal desplegado, en el que señaló (…) “al término de esta misión
dispuesta por el Presidente de la República dentro de sus potestades legales
y constitucionales, quisiera felicitar a todos y cada uno de ustedes por el
trabajo profesional que han desarrollado en la tarea de asegurar el orden
público, la infraestructura vital de la nación y defender la vida y derechos de
nuestros compatriotas, en estos difíciles días en estado de emergencia,
actuación de la cual me siento muy orgulloso. Fueron con la clara misión de
ayudar a restablecer el orden y no a hacer daño, con instrucciones precisas
sobre el uso racional de la fuerza y, a pesar de las provocaciones de algunos,
cumplieron sus responsabilidades sin causar mayores daños. Por ello, han
recibido el aliento y reconocimiento de miles de compatriotas que,
especialmente de noche, esperaban su presencia para proteger sus hogares
y familias”.
“No hay mayor muestra de valentía que la del que teniendo la superioridad
de las armas evita su uso para no dañar a sus compatriotas, y ese valor
ustedes lo demostraron día tras día, a pesar de las extenuantes exigencias
en cumplimiento de una misión que no les es propia, completamente
diferente a las realizadas en las últimas décadas en materia de catástrofes.
También lamentamos los hechos aislados en que, en el marco de la labor de
resguardo del orden público y defensa de las personas y bienes de todos los
ciudadanos, algunos compatriotas han sido afectados como consecuencia de
nuestro despliegue. Nunca hemos tenido la intención que se produjeran
tales resultados —aislados y no queridos ni ordenados— y estoy seguro que
tampoco la tuvieron quienes se vieron involucrados”.
Continúa el documento “Insisto: estoy seguro que siempre será valorado el
accionar de un Ejército muy profesional, que consciente de su importancia
nacional, se debe al ordenamiento constitucional y al cumplimiento de las
órdenes legales, emanadas de la autoridad legítima.”
En relación con lo anterior, según información del Ministerio Público,
de las 466 personas pertenecientes a las Fuerzas Armadas y las
Fuerzas de Seguridad Pública que son investigados por hechos de
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violencia ocurridos entre el 18 de octubre de 2019 y el 31 de marzo de
2020, 11 corresponden al Ejército lo que representa el 2,36% del
total.
87 Este hecho demuestra que las medidas que la institución en su
momento adoptó fueron las adecuadas y que el comportamiento general del
personal fue ejemplar.
b. Estado de Excepción Constitucional de Catástrofe
A mediados de marzo de 2020, el país comienza a sufrir una de las peores
pandemias que han golpeado al mundo en 100 años. El día jueves 19, el
Comandante en Jefe del Ejército envió un mensaje a todo el personal
institucional que comenzaba a ser desplegado en cumplimiento al decreto
presidencial de Estado de Excepción Constitucional de Catástrofe en todo el
territorio nacional, que comenzó a regir a partir de las 00.00 horas de ese
mismo día para contribuir al esfuerzo nacional para superar la crisis
sanitaria provocada por el COVID-19.
En sus palabras, el General Martínez destacó que (…) “la formación,
preparación y vocación de servicio público que caracteriza a cada uno de los
integrantes del Ejército, son los atributos que les permitirá desempeñar
eficientemente las importantes tareas que ejecutarán en beneficio de Chile y
los chilenos”.
En los días siguientes, los medios de prensa dieron profusa cuenta del
amplio despliegue que implicó el empleo mayoritario de miles hombres y
mujeres integrantes de las diversas unidades del Ejército, para dar
cumplimiento a la misión recibida, que abarcaba tareas tan variadas como:
resguardar el cumplimiento de las medidas dispuestas por el Gobierno,
brindar seguridad a hospitales y centros de atención de salud, proteger las
cadenas logísticas y de transporte de insumos médicos, facilitar el cuidado y
traslado de pacientes y personal médico, garantizar la cadena de producción
87 “Cifras de violencia institucional al 31.03.20”. Informe Unidad Especializada en Derechos Humanos, Violencia de
Género y Delitos Sexuales de la Fiscalía Nacional de fecha 15 de junio de 2020.
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y distribución para el abastecimiento, realizar en coordinación con las
municipalidades “ranchos solidarios” en barrios vulnerables y proteger y
resguardar las fronteras, entre otras, de las delicadas y extenuantes tareas
que a cada integrante le tocó cumplir durante su empleo. Para ello, resultaba
fundamental que todo el personal estuviera en conocimiento de las
funciones institucionales definidas para la contribución del Ejército en esta
emergencia, así como también de las medidas de auto cuidado y prevención
emanadas por la autoridad.
Al hacer una breve síntesis de la participación del Ejército en el Estado de
Excepción Constitucional de Catástrofe decretado el 18 de marzo de 2020,
es posible identificar diversas previsiones adoptadas para una eficiente
implementación de las medidas sanitarias establecidas por el Estado, tales
como la distribución de bienes y servicios básicos; ordenar la formación de
reservas de alimentos y otros bienes necesarios para la atención y
subsistencia de la población; establecer medidas de control de cuarentenas;
dictar medidas para la protección de servicios de utilidad; y limitar, cuando
fue necesario, el tránsito o movimiento de personas.
En las actividades asociadas al control del cumplimiento de las restricciones
de movimiento y sanitarias en la vía pública, el Ejército de Chile aportó
principalmente con sus medios humanos, donde la disciplina, el
conocimiento de las respectivas atribuciones, la criteriosa aplicación de las
reglas de uso de la fuerza y, en definitiva, la presencia del personal,
permitieron cooperar al control efectivo de la pandemia, especialmente en
sectores con población bajo cuarentena y toques de queda.
Además de lo anterior, los medios desplegados permitieron que se
ejecutaran tareas de apoyo a la comunidad en diversos ámbitos, tales como:
acopio y distribución de elementos sanitarios y víveres; protección de
instalaciones críticas como centros de distribución y hospitales; sanitización
de instalaciones de salud y centros de cuidado de adultos mayores y de
menores, entre muchas otras.
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Los medios de sanidad institucional fueron puestos a disposición del
sistema integrado del Ministerio de Salud, permitiendo incrementar las
capacidades en todo el país, especialmente empleando las características
modulares y de despliegue que posee la Institución, que permiten
flexibilizar y diversificar el apoyo de acuerdo a requerimientos específicos
de la red asistencial.
Si bien, el principal empleo de los medios institucionales se orientó a la
ciudadanía, también se tuvo en permanente consideración, la protección de
la fuerza desplegada tanto en el ámbito sanitario como en su equipamiento
operativo. Para ello se incrementó la entrega de sistemas de protección
balística, medios de registro audiovisual, medios de protección
antidisturbios y otros, pero además la fuerza contó con el apoyo
administrativo y de bienestar, especialmente para aquellas unidades que
debieron desplegarse fuera de sus guarniciones de origen, apoyo que se
extendió también a su grupo familiar.
Esta breve relación de las actividades desarrolladas, muestran la capacidad
que tiene el Ejército y sus integrantes para enfrentar múltiples tareas
asignadas que, en este caso, abarcaron desde un amplio y complejo
despliegue en el territorio nacional, una exitosa ejecución de las operaciones
planificadas y diversos otros desafíos para atender la pandemia, a fin de
colaborar a la contención de la crisis sanitaria sin, con ello, dejar de lado las
funciones que debe cumplir en los diferentes ámbitos asociados a las áreas
de misión.
Como conclusiones de este capítulo, podemos expresar lo siguiente:
Al recoger las experiencias de los acontecimientos relatados, el Ejército ha
buscado generar cambios importantes en el ethos militar, observando un
estricto respeto de los derechos de las personas, sin discriminación, ni
marginación de ninguna especie. Para alcanzar esta condición fundamental, se
ha normado a través de diferentes disposiciones e incluido materias en los
procesos educativos como garantía y compromiso institucional de ello.
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Lo indicado ha implicado construir una cultura militar que sea concordante
con los rasgos característicos de la sociedad nacional, considerando entre
otros aspectos relevantes, asegurar el respeto a la vida privada, los derechos
humanos, el estado de derecho, la justicia, la libertad de pensamiento y
expresión, y la probidad.
La Institución está muy consciente del grave daño a la imagen y confianza en la
Institución que produjo el 2005 la tragedia de Antuco, y a partir del 2014 y
hasta la fecha, especialmente, el fraude al Ejército, ya que a raíz de las
investigaciones de lo que se ha denominado como sus “aristas”, se encuentran
sometidos a proceso ex Comandantes en Jefe del Ejército, con la connotación
pública que ello genera por el alto cargo que ocuparon. No obstante lo
anterior, también es pertinente señalar que la Institución ha implementado
cambios profundos para corregir las falencias detectadas y minimizar que
hechos similares se repitan. Asimismo, en el periodo señalado, el Ejército ha
realizado aportes reales al desarrollo nacional, entre ellos, destaca
nítidamente la ejecución de las obras viales del Cuerpo Militar del Trabajo en
su titánico trabajo de unir a Chile.
El nivel de profesionalismo y vocación de servicio público demostrado por los
integrantes del Ejército con ocasión del trabajo realizado en los Estados de
Excepción Constitucional, da cuenta que un adecuado proceso de formación
militar es la clave que permite asumir con eficacia y eficiencia la ejecución de
otras tareas.
Quizás lo más importante -y menos conocido y aquilatado en su real
dimensión- es que durante los últimos 25 años los avances en términos de
competencias profesionales y capacidades militares sitúan al Ejército en un
nivel de alto rendimiento y transversal reconocimiento en toda la región.
El Ejército de Chile siempre ha considerado que el elemento disuasivo más
valioso que posee por décadas, son sus hombres y mujeres, razón por la cual
los cambios en los procesos educativos, de planificación, instrucción y
entrenamiento, buscan obtener lo mejor de cada persona en términos
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individuales y colectivos. Ello se ha podido verificar en innumerables
ejercicios y competencias internacionales, como también, en el despliegue en
operaciones de paz, los que han servido de verdadero benchmarking y
permitido constatar la existencia de una fuerza militar altamente competente
para operar en distintos escenarios.
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CAPÍTULO VII
“Reflexiones”
La actividad militar entraña una especie de contradicción debido a su carácter
dual; una profesión como tal y carrera basada en la vocación. Bajo esta
consideración, entonces ¿Existe una ética propia del militar? ¿Cuál es la legalidad
interna y cuál la tensión inherente del oficio militar? ¿En qué se distingue, si se
verifica y acepta su diferencia la vocación del hombre de armas respecto de otras
profesiones?
Creemos que las respuestas a estas preguntas deben ser discutidas
permanentemente en las instancias educativas del Estado y del propio Ejército,
no tan solo para establecer la base ética necesaria para los militares, sino
también como una manera de que a través de su ineludible discusión, se vaya
fortaleciendo su voluntaria comprensión y observancia, aun cuando este
entendimiento no debería ser exclusivamente inherente al ámbito militar,
considerando que las leyes que enmarcan su accionar influyen, junto con la
manera cómo ve la población a la profesión militar, en que éstos tiendan a
comportarse con un enfoque más vocacional o por otro lado, ocupacional.
Independiente de esa relevante etapa, se debe considerar que la primaria
concepción de todo soldado, en toda la escala jerárquica, es que constituye un
individuo que, como se señala en el Capítulo II, asume su propio sacrificio, si es
necesario, en beneficio de otros. Uno de los pilares que le imprimen la fuerza
para llegar a ese sacrificio es la disciplina.
88 Sin embargo, esa misma disciplina
sin la adecuada comprensión y guía de los mandos, puede llevar a mantener una
obediencia sin una ética de responsabilidad, la que servirá para asumir que solo
las órdenes legales deben ser cumplidas. (Y no lo que el sociólogo Max Weber
denominaba ética de la convicción, que consiste en la creencia en el valor del
cumplimiento de un deber sin reparar en la observancia de las consecuencias de
la acción).
88 Según Max Weber, la disciplina y no el armamento es el factor determinante en el desarrollo y despliegue del poder
militar. (Weber 1984, p. 884)
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Esta posición implica que todos los integrantes del Ejército, debieron en su
oportunidad estar prevenidos de su responsabilidad como sujetos éticos. Las
bases de ello se encuentran en los fundamentos de los Derechos Humanos.
Entonces, considerando que los miembros de las Fuerzas Armadas, pueden
cometer actos que violan los derechos humanos, ellos debieron ser instruidos de
la manera más clara posible, sobre la comprensión de lo que implicaban estas
posibles violaciones, de modo que su estricto respeto gobierne la práctica de los
procedimientos militares.
Reflexionar acerca de cuánto tiempo se le otorgó en décadas pasadas a los temas
éticos y evaluar si ello tuvo la comprensión e incorporación de estos en los
procedimientos de combate, debió ser razón de mayor preocupación y análisis.
Sin embargo pareciera que no era un tópico prioritario, no solo en el ámbito
militar, sino en la educación de la población en general, salvo reducidas
excepciones.
Lo que entonces se puede aceptar ahora para despejar el dilema de la ética de la
responsabilidad y la ética de las convicciones al menos conceptualmente, es
identificar que lo que se puede oponer a la ética profesional no es la ética de la
convicción, sino la otra cara de toda vocación, incluida la guerra: el sentido de
responsabilidad. Así, podemos llegar a la conclusión que todo el que no empuñe
un arma con el exclusivo propósito de salvar su vida o la de otros, debe sentir
responsabilidad ética por el triunfo o fracaso de su causa, y no sólo por la pureza
de sus intenciones.
En esa condición, se debe estar obligado a evaluar la calidad moral de los medios,
cuyo empleo supone el entendimiento que originó su uso y también prevé las
consecuencias de su acción y, desde luego de su inacción, y eventualmente
corregir, incluso llegado el caso de detener su accionar. Sin embargo, tomar la
decisión correcta y actuar cuando se enfrenta a una cuestión ética puede resultar
muy dificultoso.
A veces, la situación requiere que un líder se mantenga firme y no esté de
acuerdo con un superior por motivos éticos. Estas ocasiones ponen a prueba el
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carácter y la valentía moral, ya que las situaciones en las que cualquier miembro
del Ejército piensa que una orden es ilegal pueden ser las más difíciles y
complejas de evaluar.
Hoy en día casi todos los ejércitos reciben lecciones sobre sus responsabilidades
de proteger a los civiles en función del derecho internacional humanitario y de
los derechos humanos. En el caso del Ejército de Chile, no obstante, que ya se han
incorporado muchas materias al currículum formativo, siempre podrán llevarse
a cabo mejoras e innovaciones educativas en estas materias.
Realizando una mirada retrospectiva de los últimos 50 años, el Ejército durante
todo este tiempo ha estado sometido a la evaluación de la opinión pública,
autoridades políticas, partidos políticos, líderes de opinión, la sociedad, y
también de sus propios integrantes. Este escrutinio ha tenido sus momentos
negativos más álgidos y complejos como es sabido, producto de la violación a los
DDHH, en las pérdidas de vidas humanas en Antuco y a raíz de los casos de
fraude, hechos que han tenido un análisis crítico institucional en diferentes
instancias cuyas experiencias han pasado a formar parte de las lecciones
aprendidas, no obstante lo que aún se pueda implementar.
Hay otros sucesos, que si bien han implicado un importante avance en las
capacidades profesionales del Ejército y han provisto un relevante apoyo y
dedicación al país y las personas, han tenido –sin embargo– un efecto temporal o
no han sido suficientemente difundidos y valorados, tal como el enorme trabajo
desarrollado por el Cuerpo Militar del Trabajo en la titánica tarea de unir Chile,
los cambios en las áreas educativas y de doctrina de empleo de la fuerza que
aumentaron de manera evidente las capacidades profesionales y el despliegue y
alistamiento militar en los potenciales conflictos armados con Perú en 1975 y
con Argentina en 1978, por mencionar algunas de los más trascendentes.
Se estima que al presentar el contexto y entregar una explicación sobre el
principio que se basa en que mientras más se observen y respeten los valores
estratégicos claves, más respeto y reconocimiento se tendrá de la sociedad a la
que se sirve. Por el contrario, mientras las personas y por ende el Ejército se
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aleje de ellos, se debilitará su imagen, habrá mayores críticas, decepciones y
pérdida de confianza, lo que afectará al final al país y su seguridad.
Con todo, se espera que este recuento permita revisar la identidad del Ejército de
Chile, en el sentido ético y el particular compromiso de servicio de la profesión
militar, que demanda a sus hombres y mujeres profesar un código de conducta
particular y distintivo, propio de un modelo profesional de tipo vocacional, que
sus integrantes deben conocer para estar plenamente conscientes de que sus
actos, tanto privados como profesionales, repercuten en la propia institución y
en su imagen en el ámbito nacional e internacional.
Los cambios de la sociedad se producen con mucha velocidad y, muchas veces,
los acontecimientos que tienen que ver con esos cambios, sobrepasan a las
propias instituciones básicas de la república.
La institución militar es parte esencial del Estado y, por consiguiente, su pasado,
presente y futuro está indisolublemente ligado a lo que sucede en él. Asimismo,
también es una institución que sirve a la nación en íntima relación con los
mandatos del Estado. No estamos separando los conceptos de Estado/Nación ya
que son unívocos, solo estamos representando estas nociones con el objeto de
facilitar la comprensión de que el Estado representa a Chile, y la nación son los
chilenos, todos sin excepción.
Si observamos la evolución del país desde el siglo XIX, percibiremos que tuvimos
muchos acontecimientos que fueron impactando en la vida de los chilenos. Hubo
crisis políticas, revoluciones, guerras y un cambio de siglo que vivió trágicas
circunstancias, pero asimismo, variadas modernizaciones tales como la
industrialización y el progreso, llegando el país en la década de los años cuarenta
del siglo XX a tener mayor población urbana que rural, con todo el cambio que
ello implica.
Todo lo anterior, significó mayor movilidad social y el país comenzó a marchar
hacia una etapa conocida como modernidad que estuvo sujeta a profundos
cambios, el paso desde un país pobre y poco desarrollado a uno de mayor
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desarrollo e inserto en el mundo. En este contexto el Ejército fue parte –y en
algunos aspectos protagonista– del gran cambio social que vivió Chile.
Diversos textos de estudios históricos y sociológicos explican esta transición que
impacta en todas las instituciones políticas, económicas y sociales del país. Para
los especialistas, a partir de allí, se desarrolla un proceso que fue dibujando un
país con muchas transformaciones. En efecto, los sucesos que modificaron las
bases estructurales del Chile que provenían del siglo XIX, también influyeron al
Ejército, no tanto en su función de defensa original, pero sí, en las conductas de
sus componentes, base social, organización y estructuras.
El Ejército como institución permanente y, parte de la defensa del país, y
receptora de los ciudadanos civiles que concurren a cumplir con el servicio
militar obligatorio, afrontó los cambios de diversos tipos en su condición de una
institución pilar fundamental del Estado. Sin embargo, estas mutaciones no fue
posible advertirlas y anticiparlas en época de poca información y de débiles y
lentas comunicaciones con el mundo.
En la actualidad, se agregan nuevas consideraciones sociológicas en nuestra
sociedad, que por cierto, también impactan con la institución militar y con
cánones propios de la profesión castrense. A esta circunstancia se le llama
sociedad líquida.
89 En efecto, estamos viviendo una sociedad tipificada como
líquida donde las estructuras tradicionales y de envergadura son superadas por
un espíritu generacional que no se aferra al espacio y tiempo tradicional. Los
sucesos son rápidos y el cambio en amplio sentido se institucionaliza. Por ello, no
es posible revivir el pasado ya que creencias, valores e ideologías se han
descontextualizado y desarraigado y se van resignificando en nuevas realidades.
La revolución digital, así como el desarrollo progresivo de la inteligencia artificial
nos hace vislumbrar las bases de un nuevo tipo de sociedad. Lo importante es
estudiarla y, según sea el caso, adaptarse rápidamente a las metamorfosis que
nos trae la revolución digital y conocer cómo usar la inteligencia artificial. Los
89 Ver a Zygmunt Bauman, en sus obras principalmente la Sociedad liquida. Fondo de Cultura Económica, (2004),
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cambios en el mundo y en la sociedad llegan a ser abrumadores. Todas estas
particulares situaciones, es menester evaluarlas, analizarlas, describirlas sobre la
base del pensamiento crítico, valiosa herramienta de mejoramiento institucional,
para que sean trasmitidas como una opinión institucional para conocimiento de
las autoridades y de los chilenos todos.
Bajo esta idea, este trabajo no pretende justificar errores que se hayan cometido
en la trayectoria institucional y, menos, protegerse tras ellos para no asumir las
responsabilidades que correspondan. Pero, tampoco se trata de que el Ejército
de Chile cargue con todo el peso de la historia, asumiendo un protagonismo
exclusivo y excluyente, como que si hubiese sido una Institución que actuaba al
margen de las coyunturas propias del país.
Como lo hemos expuesto en el texto de este trabajo, la institución militar en el
siglo XIX estuvo organizada bajo los preceptos heredados de la monarquía,
plasmados en la Ordenanza General del Ejército de 1839 provenientes de Carlos
III en 1768. Este hecho marcó las pautas de todas las conductas militares
subsiguientes por 167 años, hasta cuando recogiendo los rasgos de la sociedad
moderna se dicta por el presidente Ricardo Lagos Escobar la nueva Ordenanza
General del Ejército de Chile de 22 de febrero del 2006.
La antigua Ordenanza pertenecía a una época decimonónica y, por tanto, desde
sus preceptos propios de una sociedad tradicional o antigua según la
denominación que hace la sociología sobre esa época societal, iluminó a los
reglamentos que regían al Ejército por casi dos siglos. En este largo intertanto las
pautas de conductas de la sociedad fueron evolucionando y, la institución militar
en su calidad de receptora de los ciudadanos que la integraran, también estuvo
obligada a revisar sus normativas y alinearlas con la sociedad. Estos procesos no
son fáciles y toman mucho tiempo.
Se puede decir, desde una mirada histórica, que el Ejército evolucionó entre dos
Ordenanzas (1839-2006) que han intentado alinear las conductas militares con
la sociedad en que se vive. Reconocemos que la vieja Ordenanza de 1839 sufrió
modificaciones en el tiempo, aun cuando se expresaba con una inercia histórica
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en la Institución. Por ello, cada vez más se hizo urgente diseñar una nueva
mirada del Ejército frente a los tiempos que se viven, definiendo nuevos
escenarios, bases conceptuales orientadoras, dimensión profesional, ética y
cívica de la función militar y profesionalismo participativo. Todos estos
preceptos necesitan reconfigurar nuevos códigos de conducta necesarios para
los integrantes del Siglo XXI.
La nueva Ordenanza precisamente en su Capítulo I resalta los cambios que se
han manifestado y la necesidad de adaptarse a ellos, obviamente manteniendo
principios esenciales de la profesión y que se remarcan posteriormente en el
contenido del mismo documento precitado. Mención aparte merece el concepto
del honor definido por la nueva Ordenanza como “la virtud sintetizadora de
todos los valores cívicos y militares que mueven a actuar siempre con la
verdad, dignidad, sinceridad, rectitud y honestidad con los principios que
dan sustento a los actos”.90 El honor, por consiguiente, hace del militar un
chileno digno de confianza. Justamente, este trabajo se inspira en ese
principio de honor descrito, al llevar a cabo frente al país esta reflexión
crítica.
En la misma dirección la nueva Ordenanza se refiere en sus “Consideraciones
Finales” a dos artículos, 96 y 97 a saber, que son substantivos en esta revisión
institucional y que tienen íntima relación con el concepto de honor precedente.
En efecto, el art. 96 señala “que, tanto en los asuntos de servicio como en las
actividades privadas, el militar debe practicar la verdad, la austeridad sobriedad y
la discreción rechazando la mentira y la desmedida ostentación”.
91 En tal sentido,
se considera imperativo que los miembros de la Institución observen
estrictamente estas normas, ya que de no hacerlo están contraviniendo el honor
y colocando en riesgo el prestigio institucional.
90
Ejército de Chile, Ordenanza General del Ejército, 2006, art 67.
91 Ibid, Art. 96.
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Por su parte, el art. 97 es claro y tajante en determinar “que los militares en su
condición de integrantes de la administración del Estado deben dar estricto
cumplimiento al principio de probidad administrativa”. Esto significa que “todo
miembro del Ejercito está obligado en conciencia y jurídicamente a observar una
conducta funcionaria intachable y a desempeñar honesta y lealmente su cargo”.
Aquí, la norma subraya que “debe privilegiar el interés general por sobre el
particular”. Luego continua, advirtiendo “que debe tener debido cuidado con los
bienes institucionales, el resguardo de la información institucional, la necesidad no
usar la posición personal como condicionante para la obtención de determinadas
ventajas y el empleo de la jornada de trabajo en forma acorde a los estrictos
requerimientos de la función militar”.
92
92 Op Cit, Ordenanza, 2006, Art 97.
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CAPÍTULO VIII
“Conclusiones, Lecciones y Sugerencias”
A.Derivadas del ámbito político.
1. Desde los inicios de la República hasta el primer cuarto del siglo veinte, el
Ejército estuvo, ya fuese por propia decisión o empujado por la política
partidista, en la contingencia social y política que vivió el país. Luego,
durante casi 40 años (entre 1932 y 1969) la institución no tuvo mayor
intervención política, y pese a que las autoridades no mostraron mayor
preocupación por las necesidades de la defensa, se enfocó en sus tareas
profesionales a pesar de su notoria falta de equipamiento para cumplir las
misiones constitucionales y enfrentar las dificultades limítrofes que el país
vivió con sus vecinos.
2. A fines de la década del 60 y principios de los 70 del siglo pasado, algunos
de los integrantes del alto mando del Ejército estuvieron muy
comprometidos con la política contingente, situación que tuvo como puntos
culminantes el cobarde atentado en contra del General René Schneider
Chereau y la participación de oficiales Generales y Almirantes en puestos
ministeriales en el gobierno de Salvador Allende Gossens cumpliendo una
inequívoca función política.
3. El Ejército sufrió una fuerte politización durante el gobierno militar en
respaldo a la posición que cumplía el CJE, inicialmente como Presidente de
la Junta de Gobierno, y posteriormente, como Presidente de la República, lo
que incluyó la participación de oficiales de alta graduación en tareas del
ámbito político, la participación en organismos extrainstitucionales,
incluidos los de seguridad, sin perjuicio de continuar también en las
funciones tradicionales de la defensa de la soberanía nacional.
4. A raíz de la participación de algunos de sus integrantes en tareas políticas
durante el gobierno militar, desde la vuelta a la democracia en 1990, la
institución ha sido vista por algunos sectores políticos y de la sociedad,
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como la “heredera” de lo obrado durante en ese período, condición que
ciertamente ha dificultado que sea apreciada transversalmente como un
Ejército que pertenece a todos los chilenos.
5. Desde el retorno a la democracia, el Ejército ha tenido junto a las otras
instituciones de las FAs, una participación impecable y de absoluta garantía
para todos los ciudadanos, en la custodia de los locales de votación durante
innumerables elecciones, ofreciendo seguridad de transparencia y
confiabilidad a los distintos sectores políticos.
Lecciones y sugerencias
1. El Ejército de Chile ha sido a lo largo de su historia de más de 211 años de
existencia en conjunción con la República, un eficaz actor en la
conformación del territorio del que disfrutan las actuales generaciones, por
lo que es una institución que debe ser valorada como patrimonio de todos
los chilenos. En este sentido, deben apreciarse las acciones que han
desarrollado distintos mandos en jefe para posicionarla de esa manera y
alejarla de la visión que la circunscribe a un determinado periodo de la vida
política nacional y la asocia con un determinado sector político, condición
que además de no ser efectiva, atenta, precisamente, a la transversabilidad
de su conformación y de su acción. El Ejército es de Chile.
2. La institución está llamada a dar soluciones militares a problemas militares.
Cuando las situaciones son estrictamente políticas o sociales, su empleo no
las resolverá. Emplearlas, incluso con mandato legal, en tareas internas que
no sean aquellas relacionadas con las operaciones de apoyo a la comunidad,
hace en la práctica que una parte de la población vea su empleo como una
respuesta del gobierno de turno y por tanto adversaria a sus opositores.
El mandato para su empleo en estas circunstancias debe contar con el
respaldo de los poderes ejecutivo y legislativo, única manera que su acción
sea legitimada por la gran mayoría ciudadana. De esta forma, se cuida no
solo al Ejército, que se debe a todos los chilenos, sino que también, al resto
de las instituciones de las Fuerzas Armadas.
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3. Existe consenso en que los militares no deben ser involucrados en funciones
de política contingente. Cuando así se les ha utilizado, las consecuencias
afectan únicamente a los uniformados, porque se politiza en cierta manera a
sus mandos y con ello se afecta a sus distintas organizaciones y se
deterioran las relaciones y afectos que la ciudadanía en su conjunto debe
tener con su Ejército.
4. El ethos militar se refuerza enormemente, cuando las tareas principales que
realizan sus integrantes se enfocan de manera primaria a la preparación y
entrenamiento para la defensa de la soberanía nacional y en estar
disponibles para las decisiones del Estado para participar en operaciones de
paz propiciadas por organismos multilaterales, como lo es por ejemplo, la
Organización de las Naciones Unidas.
5. La Institución cuenta con medios humanos y materiales equipados,
entrenados y preparados para enfrentar el más grave de los eventos
políticos, como lo es un conflicto bélico, y esa capacidad le permite que sea
empleada para mitigar los efectos que genera en la población una catástrofe.
Su alistamiento, disponibilidad y movilidad son características que facilitan
llegar con la ayuda necesaria a los más recónditos lugares de nuestro
territorio. En estas situaciones se deben aprovechar todos los recursos del
Estado para atenuar las consecuencias de estas calamidades en nuestra
población.
B.Derivadas del ámbito de la formación valórica y en derechos humanos.
1. Es una obligación del Estado definir el tipo de Ejército que quiere tener y
puede financiar, y ello incluye el hecho que no puede desentenderse de los
procesos de formación profesional de sus integrantes. Que la Institución no
haya tenido una suficiente formación en materia de derechos humanos en
décadas pasadas, no es sólo responsabilidad de los mandos, que por cierto la
tienen, sino que también, lo es de las autoridades políticas ya que su nivel de
decisión excede al nivel castrense.
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Esta situación también fue afectada por la confrontación política vivida
durante la guerra fría impulsada por las grandes potencias mundiales, que
impactó inequívocamente en América Latina, incluyendo a nuestro país, que
fue en la práctica un campo de enfrentamiento de esas ideas, del cual el
Ejército, así como toda la sociedad civil, no estuvieron ajenos.
2. El ethos militar fue afectado severamente cuando se violaron los derechos
humanos en el cumplimiento de órdenes. Se lesionó gravemente la
confianza de la sociedad en su conjunto con el Ejército y también entre
superiores y subalternos. Esto es especialmente relevante para la “disciplina
militar”, factor crítico y piedra angular donde descansa el funcionamiento y
desempeño del Ejército y sus unidades.
3. Los mandos que no asumieron su responsabilidad por las consecuencias
que produjeron las órdenes que emitieron, también ocasionaron un grave
daño a la Institución. Se relativizaron y desconocieron “órdenes verbales”
imprescindibles para la operación de los medios militares en todo tiempo y
circunstancia.
Quienes así lo hicieron comprometieron el “honor militar” que es un valor
fundamental que debe ser observado de Soldado a General. No son pocos los
oficiales y suboficiales de baja graduación que, como consecuencia de haber
actuado en cumplimiento de órdenes verbales que posteriormente fueron
desconocidas por sus superiores, hoy están privados de libertad.
Lecciones y sugerencias
1. El mando de cualquier nivel, sea oficial o suboficial, cuando emite una
orden, que debe ser legal, para que sea cumplida por sus subalternos, debe
posteriormente hacerse responsable de las consecuencias que dicha orden
generó.
La operatividad de la fuerza descansa en este precepto, que es por lo demás,
un elemento indispensable en cualquier Ejército. En ello se pone en juego el
honor militar, que es lo que debe movilizar a cualquier uniformado en el
cumplimiento de sus obligaciones. Con esto se refuerza el ethos militar que
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debe ser preservado para asegurarle al país el desempeño profesional de
sus integrantes.
2. El Estado de Chile, a través de las autoridades políticas correspondientes, en
coordinación con los mandos institucionales que conocen las materias
propias de la función militar, debe responder por la formación que reciben
los hombres y mujeres que, cumpliendo su vocación, ingresan a la carrera
militar. La exclusiva potestad del uso de las armas que reciben las Fuerzas
Armadas de parte del Estado, requiere que sea éste, quien asegure a la
sociedad a la cual las Fuerzas Armadas sirven, que cada uno de los que
egresan de las escuelas de formación tienen la preparación valórica,
intelectual y física necesaria para cumplir con el mandato constitucional y
legal.
Para ello, el Ministerio de Defensa en conjunto con la Institución y los
organismos técnicos que se requieran, deben actuar coordinadamente para
asegurar lo antes expresado con una visión de permanente excelencia en
beneficio del país.
3. Independiente de lo expuesto en el párrafo anterior, el Ejército de Chile
tiene el deber profesional y ético de revisar permanentemente la formación
de los oficiales y suboficiales en todos los ámbitos, incluyendo el derecho
internacional humanitario y los valores militares que sostienen el ejercicio
de la profesión militar, para un mejor desempeño en las misiones que con
toda seguridad demandará el futuro, dentro y fuera del país.
C. En el ámbito de la profesionalización militar
1. Es innegable el salto de calidad originado en la Institución por la
profesionalización que realizaron los oficiales prusianos a fines del siglo XIX
por expresa instrucción del gobierno de la época. Esta se fue consolidando
de manera continua en las décadas siguientes, convirtiendo al Ejército de
Chile en una institución de referencia para la región americana. En este
sentido fue formadora en distintos periodos de otras instituciones
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castrenses, por ejemplo en Honduras, El Salvador, Guatemala, Colombia,
Ecuador y Paraguay.
2. La permanente preocupación de los distintos mandos durante los siglos XX
y XXI, han posicionado al Ejército como una organización muy profesional
que ha buscado dentro del concierto mundial los mejores centros de
formación para instruir y entrenar a su personal. Esto es especialmente
crítico y fundamental que se realice, considerando que nuestro país no ha
enfrentado un conflicto bélico desde hace más de cien años. Por ello, este
tipo de capacitaciones debe ser parte de una continua búsqueda de la
excelencia. Es precisamente esta conducta, apoyada por los distintos
gobiernos, lo que ha permitido que las Fuerzas Armadas de Chile se hayan
constituido en una referencia castrense para muchos países que, como
prueba de ello, solicitan para sus alumnos, el acceso a becas, efectuar
pasantías e intercambios en distintos cursos de formación, y participar en
ejercicios y entrenamientos en nuestro país.
3. La calidad del componente humano es el gran elemento disuasivo con que
cuenta y ha contado el país, el Ejército y las otras instituciones de las
Fuerzas Armadas. La formación y calidad profesional de los oficiales y
suboficiales para la planificación, empleo y sostenimiento de las
operaciones militares y su capacidad para transformar en verdaderos
soldados a los ciudadanos que cumplen con su servicio militar obligatorio,
dispuestos a dar la vida en defensa del país, es una característica que ha
evitado en gran medida eventuales conflictos bélicos.
4. Conociendo lo anterior, el Ejército de Chile ha efectuado constantes cambios
a los procesos formativos, de instrucción y entrenamiento de los oficiales,
suboficiales y soldados, lo que se ha traducido en lograr altos niveles de
entrenamiento, tanto individuales como colectivos. Esto se ha podido
verificar en los ejercicios internacionales en los que ha participado, como
también, en los despliegues y participación en las operaciones de paz,
permitiendo constatar que el país dispone de una fuerza militar competente
que cuenta con el reconocimiento de sus pares del extranjero.
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5. Las distintas situaciones relatadas en esta reflexión, demuestran que cuando
los militares se encuentran abocados al cumplimiento de su rol principal
asignado por la constitución y las leyes, como lo es la defensa de la
soberanía nacional para que el país se desarrolle en paz, mejor se cumplen
los valores de la profesión militar.
Lecciones y sugerencias
1. La aprobación de las nuevas mallas curriculares de la Escuela Militar y
Escuela de Suboficiales para quienes cursan estudios de formación de cinco
y tres años respectivamente, con énfasis en lo valórico, actitudinal, físico y
científico – tecnológico, es una muestra de la preocupación institucional por
revisar y mejorar los procesos formativos tendientes a asegurar al país, que
cuenta con profesionales de excelente preparación que garantiza el buen
empleo de los sistemas de armas y el uso debido de los recursos financieros
que le son entregados para desarrollar las tareas constitucionales y legales.
2. Los intercambios de entrenamiento y capacitación con Ejércitos de primer
nivel y de referencia militar, son fundamentales para alcanzar altos niveles
de operación y son a su vez indispensables para continuar generando
disuasión. Estas tareas han contado con el apoyo de los distintos gobiernos
que han comprendido que mantener unas Fuerzas Armadas operativas es
un aval para que el país se desarrolle en paz. No haber estado en guerra
desde hace más de 100 años no es casualidad.
3. En el pasado, los sistemas de armas disponibles eran claramente
insuficientes. En la actualidad, cuando dichos elementos son los adecuados
para hacer creíble la disuasión, la formación de excelencia del personal
sigue siendo la clave para mantenerla y así proyectar a la República en el
camino del progreso y amistad cívica tan necesaria para los chilenos.
4. Las autoridades políticas deben continuar utilizando las potencialidades que
tiene el Ejército y las Fuerzas Armadas en su conjunto, para enfrentar las
catástrofes que son tan recurrentes en la vida nacional. La preparación que
tiene la fuerza militar para actuar bajo presión de tipo psicológica, física e
intelectual, sumado a su capacidad para actuar con rapidez y organización
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de los medios, deben ser puestos a disposición de nuestros conciudadanos
para atenuar los efectos, a veces devastadores, que tiene este tipo de
fenómenos.
D.En el ámbito de la probidad y la transparencia
1. A pesar de que fue la propia Institución la que denunció a los tribunales de
justicia el fraude de la que fue objeto, es una situación que nunca debió
haberse producido. Los alcances de las investigaciones que se realizan han
deteriorado la confianza de la sociedad civil con la gestión y probidad
institucional. Esto es especialmente grave porque, si bien involucra a
algunos pocos, no importando si es Cabo o General, ha sido materia de gran
preocupación del Ejército, por lo que se ha impulsado una serie de medidas
extraordinarias para evitar que hechos de esta naturaleza se repitan.
2. La implementación y puesta en funcionamiento del “Sistema de Prevención
de Delitos” a partir del 2019, iniciativa inédita a nivel de las Fuerzas
Armadas, ha buscado prevenir la ocurrencia de estos hechos, ejerciendo
efectivos controles a las distintas organizaciones en todas las guarniciones a
lo largo del país. Esto se hace con un especial enfoque en el control de los
recursos financieros que el Estado le entrega a la institución, y busca
detectar las eventuales malas prácticas en que pueda incurrir el personal.
Los resultados, dependiendo de su gravedad, son derivados a requerir
correcciones a los responsables con plazos acotados, efectuar
investigaciones sumarias administrativas y/o denunciar a los tribunales de
justicia, según corresponda.
3. El Ejército de Chile, ha hecho presente en varias oportunidades, de manera
formal al Ministerio de Defensa Nacional, a saber: el año 2017 en la gestión
del GDE Humberto Oviedo y en el presente mando en 2019 y 2021; la
disposición institucional para avanzar en la creación de una Agencia o
Comando de Adquisiciones, a nivel ministerial, para que sea el encargado de
efectuar las grandes compras de los sistemas de armas que requieran las
Fuerzas Armadas. Estas compras deberán efectuarse basándose en los
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“requerimientos técnicos” aportados por cada una de las ramas. Este es un
procedimiento que se realiza en otros países desarrollados de referencia.
Lecciones y sugerencias
1. El flagelo de la corrupción afecta a toda la sociedad en su conjunto, el
Ejército es una representación de la misma y no está ajeno a ser afectado
nuevamente a pesar de las medidas que se han tomado. La implementación
de las “denuncias anónimas o con reserva de identidad”, ha sido un potente
paso que se ha implementado. Su puesta en ejecución ha permitido detectar
situaciones reñidas con la probidad las que han sido debidamente
denunciadas.
2. La eventual creación de la Agencia o Comando de Adquisiciones a nivel
ministerial, liberaría a las instituciones de realizar el ciclo completo de las
adquisiciones, permitiría racionalizar las organizaciones que hoy realizan
este proceso, reasignar al personal que las compone y concentrar los
esfuerzos en las tareas operativas, entre otros beneficios.
3. En los últimos años, el Ejército ha tenido –y debe continuar– teniendo una
especial preocupación por reforzar institucionalmente la formación valórica
y conceptual de los oficiales y suboficiales, para que el personal dimensione
el daño que este tipo de conductas produce a la Institución y también a la
valoración que la sociedad tiene respecto al Ejército, así como como las
consecuencias administrativas y legales de las que podrían ser objeto si las
transgreden. Para ello, se ha implementado una serie de academias y
seminarios con la participación de personal militar y civil para profundizar
los contenidos de estas materias.
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Palabras finales
El presente trabajo es un análisis crítico que busca, no solo revisar nuestro
pasado reciente, sino que es asimismo la expresión de un deber genuino que
nace de los preceptos de la Ordenanza General que nos rige a partir del Siglo XXI
y que, por cierto, no se agota con este texto, sino muy por el contrario, debe
continuar desarrollándose y profundizándose, si así se estimara conveniente.
Con el profesionalismo demostrado por sus integrantes a través de la historia, la
Institución ha sido un factor disuasivo ante eventuales pretensiones territoriales
de otros países. Los chilenos dependen de sus Fuerzas Armadas para la defensa
nacional, por ello, su Ejército debe ser siempre visto como un factor de “unidad
nacional” y, en consecuencia, reconocido por todos los sectores de la sociedad.
En efecto, el Ejército de Chile le pertenece a todos sin importar condición social,
política, étnica o cultural, y quienes estamos en sus filas, asumimos el
compromiso para que sea un efectivo instrumento del Estado, que en tiempos de
paz constituye una ayuda invaluable en las catástrofes y emergencias.
Quisiera reiterar que esta “reflexión” representa mi adhesión a los valores y
principios fundamentales del Ejército y de la República. Ejercer el cargo de
Comandante en Jefe del Ejército, durante cuatro años, ha sido una distinción que
me obliga a asumir el desafío de entregar una mejor institución a las
generaciones que nos relevan.
Después de mi tránsito de más 46 años por el Ejército de Chile, estoy consciente
que pueden haber distintas interpretaciones de lo aquí abordado, pero mi
intención ha sido contribuir a partir de esta reflexión, a la siempre difícil tarea de
escrutar el pasado, intentando develar las luces y sombras de estos últimos 50
años, que siendo aún recientes, deben ser evaluados para obtener las enseñanzas
de lo recorrido y así fortalecer el ethos militar.
Creo firmemente que este texto, que se pone a disposición de la institución y de
la sociedad en su conjunto, contribuye al difícil y siempre desafiante objetivo de
seguir construyendo un mejor y más valorado Ejército al servicio del país y de
todos los chilenos, en definitiva, un Ejército que pertenece a todos los
chilenos.
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