En Chile tenemos un presidente que en medio de estertores y espasmos musculares ordena reprimir y gasear a quienes se opongan a sus designios absolutistas y criminales para enfrentar una pandemia que ha matado más gente que la dictadura de Pinochet.
Es que él junto a su equipo de gobierno son los cerebros que hicieron funcionar la dictadura y hoy, para enfrentar al covid19, son los que han mandado al pueblo a encerrarse a sus casas luego de haberlos despedido de sus empleos para que cobren un misero seguro de cesantía que no alcanza más allá de unos días. Con la mentalidad criminal que el gobierno tiene, obliga a que la gente esté encerrada, sin comida, sin medicamentos y sin apoyo social. Pero, apareció el apoyo entre si y surgieron las ollas comunes, en cada población y en cada barrio.
Entonces los gobernantes con su descontrolado presidente reprimieron las ollas y las voltearon, las votaron y se llevaron presos a los cocineros y cocineras, pero surgieron miles de ollas comunes más, lo que hizo pensar al cerebro dislocado del presidente en un control administrativo de las ollas, un informe policial que detalle quién cocina, quién ayuda con los materiales para cocinar y quienes reciben los platos de comida, además y sólo por un día, organizó una olla común en un recinto policial para que vean que los policías también son buenos.
Pero las ollas comunes libres e independientes siguieron su camino y están en todos los barrios, pueblos y ciudades. Para que nadie muera de hambre ni de soledad.
Angélica Palleras
En tiempos de pandemia
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