Eric
Hobsbawm: se fue el historiador que explicó el Siglo XX
Tenía 95 años. En 1936 se afilió al
Partido Comunista; la perspectiva marxista marcaría su obra. Postuló que el
Siglo XX fue “corto”, entre la Primera Guerra y la caída del comunismo.
POR Horacio Bilbao
HOBSBAWM. Al margen de su obra histórica, también escribió bajo el
seudónimo de Frankie Newton.
Eric Hobsbawm se ha ido y todo hace pensar que hoy, un día después de su
muerte, vivimos en un mundo intelectualmente más pobre. Quizá no sea esto del
todo cierto ahora que sus ideas, la tradición marxista que siempre defendió,
recuperan posiciones en un debate al que este hombre, el más grande historiador
de los últimos tiempos, contribuyó con vida y obra hasta el último minuto.
Julia Hobsbawm, única mujer de sus tres hijos, contó ayer que su padre
murió en un hospital de Londres donde estaba internado por neumonía. Reveló que
hacía años luchaba contra la leucemia y que hasta los últimos días se mantuvo
informado sobre los sucesos del mundo, acumulando pilas de periódicos al
costado de su cama.
No cuesta imaginarlo. Hobsbawm supo temprano que la historia y la
política marcarían su vida.
Había nacido en Alejandría, Egipto, en 1917. Su padre Leopold, que venía
de Londres, conoció allí a Nelly Grün, su madre. Eric pasó su infancia en
Viena. Los años 20 allí y el ascenso de Hitler en Berlín determinaron su visión
política e interés por la historia. En 1933, el día en que Hitler fue nombrado
canciller de Alemania, Hobsbawm se alistó en un grupo de jóvenes comunistas.
Sus padres ya habían muerto y él y su hermana Nancy fueron adoptados por Sidney
Hobsbawm, el tío que los llevó a vivir a Berlín.
En 1934 volvieron a Inglaterra. Suerte para los Hobsbawm: siendo ellos
descendientes de polacos y rusos, todos de religión judía, su futuro era
incierto en la Alemania nazi. Ya en Cambridge, donde obtuvo una beca en el King’s
College, Hobsbawm asumió su destino. Sería un historiador de izquierda. No
sabía todavía que 75 años después tendría un público global.
Se había afiliado al Partido Comunista en 1936, y en la Segunda Guerra
Mundial se ofreció como voluntario para hacer trabajos de inteligencia. Lo
rechazaron por comunista y lo mandaron a armar defensas contra la invasión en
las costas inglesas. “La experiencia me convirtió en un británico de clase
trabajadora”, escribió. También impactó en su metodología: la historia no se
contaba desde el prisma de los reyes, o jefes de Estado, sino desde el
trabajador. Allí encontró el germen de la historia social, una corriente
historiográfica para combatir el positivismo.
Se casó con Muriel Seaman en 1943 y, al finalizar la guerra, comenzó su
verdadera producción intelectual. Empezó a dar clases de historia, una vida
académica que ya no abandonaría. Y en 1948 publicó su primer libro, Trabajadores:
un punto de inflexión.
Jamás renegó del Partido Comunista, y aunque esquivó y demoró sus
críticas a Stalin (a quien elogiaba por su política de reconstrucción económica
de pos-guerra) fue duro con la URSS por las bestiales represalias en Hungría
(1956) y en la Primavera de Praga (1968).
En 1962 se casó por segunda vez: con Marlene Schwarz. Ese año
publicó La era de la revolución primer volumen de su trilogía
más famosa, que aborda el período de 1789 a 1914. A partir de allí, muchos de
sus escritos se volvieron clásicos de la historiografía mundial.
Aunque siempre se reivindicó marxista, Hobsbawm fue una figura codiciada
por el Partido Laborista inglés. En 1983, Neil Kinnock, líder del partido
reconoció su deuda con Hobsbawm: lo llamó su “marxista favorito”. Tony Blair lo
elogió abiertamente en su cumpleaños 80, pero no se ganó su estima. “Será
recordado por llevar a Gran Bretaña a una guerra desastrosa innecesariamente”,
le dijo Hobsbawm a Clarín sobre Blair.
Durante la Guerra Fría, Hobsbawm sufrió ataques del macartismo. Cuando
cayó la URSS gritó que el mundo era ahora más desigual. Para él se había
acabado ese Siglo XX que el llamó “siglo corto”, y situó entre 1914 y 1991, la
Primera Guerra Mundial y el colapso del bloque soviético. En los últimos años,
la crisis amplificó su voz. Equiparó entonces el impacto de la gran debacle
económica que empezó en 2008 con el de la caída del Muro de Berlín en 1989. A
la luz de esos hechos escribió su último trabajo, Cómo cambiar el mundo,
una colección de ensayos sobre Marx y el marxismo. Fue su respuesta al
derrumbe. Hacer de la historia presente. “Ha llegado la hora de tomarse en
serio a Marx”, dijo. En una de sus últimas entrevistas elogió a América latina,
“el único lugar que hablaba su idioma, el socialismo”. Se apuró Hobsbawm
con Años interesantes: una vida del siglo XX, (2002) su
autobiografía. Dijo mucho también del siglo XXI, hablando del anterior
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