Si un pueblo no abre sus heridas, y las limpia,
está
condenado a repetir la misma historia otra vez.
Baltasar Garzón
La recuperación de la memoria histórica del pueblo es una
tarea que ha surgido siempre de la necesidad de hacer conciencia de lo sucedido
a los nuestros y a la sociedad en su conjunto, siendo esta una tarea difícil
porque sólo la hacen algunos pocos, con escasos recursos y enfrentándose a un
enemigo poderoso y siniestro, el olvido, fundado en el miedo y la intimidación
que produce el terrorismo de Estado, ese terrorismo que nos mata y nos reprime
cada vez que nos levantamos en contra de quienes nos explotan haciendo el uso
mercantil de nuestras vidas que siempre ha dado buen vivir a nuestros
explotadores y los poderes que los representan.
Las historias de las economías y sus desarrollos sociales
siempre han sido escritas por quienes sustentan el poder, a veces con las grandiosidades
de construcciones que nos maravillan sin saber la historia de los que allí
murieron en el esfuerzo obrero ni los que fueron asesinados por haberse
rebelado ante la injusticia del poder sobre las clases trabajadoras y otras
veces con símbolos patrios que no nos dicen nada más que la imagen publicitaria
de un país, reflejada en una bandera, un escudo o libros de historia donde no
está nuestra historia, la de los de abajo, esa que si no se pudo escribir se guardó
en el relato de generación en generación o en algún documento que alguien dejó
escrito por allí, desde la piedra a una nube de Internet. Así lo hemos hecho
siempre y solo así podemos entender a Salvador Allende cuando dijo: “La
historia la escriben los pueblos”.
En la historia escrita por los de arriba nunca están nuestros
muertos y el costo de sangre que hemos tenido que sufrir y pagar en caso de
revelarnos, como por ejemplo lo hicimos al haber llegado al poder con un
gobierno socialista, a través de los votos y no como otros países de América Latina
de esa época que se alzaban en luchas armadas de liberación en contra del
imperialismo y los patrones oligarcas de cada país. Por eso es que después del
Golpe de Estado que vino a derrocarnos, a masacrarnos y a desaparecernos, nos
vimos obligados como pueblo a comenzar a hacer memoria temprana de lo que
estaba sucediendo en ese mismo momento,
en plena dictadura, cuando salieron a las calles los primeros familiares de
detenidos desaparecidos con su “Dónde Están” y los familiares de ejecutados
políticos exigiendo “Verdad y Justicia”.
Desde el mismo Golpe de Estado en adelante, cuando fuimos a
los Tribunales a buscar justicia por nuestros familiares detenidos y luego
fuimos a exigir la verdad y el castigo para los criminales, estuvimos dejando
un archivo histórico de la memoria colectiva del pueblo, fue el comienzo de la confección de un gran archivo procesal de miles
de querellas con testimonios y evidencias que hicieron inevitable la convicción
de jueces y Cortes que a pesar de estar con los criminales acogieron las demandas, demandas
con las que hasta hoy día se lucha e incluso en estos momentos recién muchas de
ellas se están presentando. Es así como en este largo camino en busca de la
justicia, de la verdad y de nuestros detenidos desaparecidos se ha desarrollado
una lucha constante a través de procesos
judiciales, en las plazas con carteles, pancartas, lienzos, marchas, pegatinas,
boletines y consignas que se han escuchado en todo el país y el mundo, así se
ha hecho la recuperación de la memoria de los hechos ocurridos, para que nunca
más vuelva a repetirse esta historia de masacres y torturas.
A partir de la acción directa de los familiares, compañeros y cercanos de las víctimas, la tarea de la
memoria, como hemos llegado a denominarla, se ha extendido a diversos sectores
grupales, dentro y fuera del país, destacándose los exiliados que hicieron una gran
labor durante la dictadura, todo esto dentro de una permanente denuncia que se
contrapuso a la mentira criminal que públicamente decía que los fusilados eran
enemigos de la patria sin derecho a nada y que los desaparecidos no existían,
creando esa justificación absurda que en medio del miedo y del terror fue sin
duda un asidero sobre el cual se cimentó la indiferencia y el olvido de un
pueblo en shock. Han transcurrido cuarenta y cinco años y todavía andamos con
pancartas de nuestros muertos en las calles exigiendo justicia y preguntando
donde están, frente a personas que pasan de largo, otras que miran, algunos que
aplauden o se integran y los que tocan la
bocina desde sus vehículos como una forma de apoyo. Todos ellos, sin lugar a
dudas, registraron en algún lugar de sus mentes lo que vieron, leyeron o
escucharon y administraron el conocimiento de los hechos de acuerdo a sus
capacidades de respuesta, así entonces, a lo largo de todos estos años la
memoria colectiva fue pasando desde el inconsciente del miedo al consciente presente,
aceptando la realidad, con rostros, nombres y vidas de personas, que fueron
arrebatadas por luchar por los derechos colectivos donde cada uno se incluye,
siendo este el gran logro de la recuperación de la memoria, un logro que ha
llegado a significar un salto político en el reconocimiento de sectores
gremiales, sindicales y estudiantiles que asumen como propios sus colegas y
compañeros asesinados por la dictadura, lo que en la práctica ha significado
regresar desde el inconsciente al consciente colectivo el crimen cometido en
contra de los nuestros.
Esta larga batalla ha logrado llevar a algunos asesinos a la
cárcel a cumplir pequeñas condenas en sus últimos años de vida, en medio de un
sistema social, político y judicial que se mantuvieron intactos por los pactos
de silencio e impunidad que se hicieron para no derrocar la dictadura y solo
hacer un cambio de administración del sistema o modelo económico impuesto, el
que con los años ha arruinado al país y la vida del ciudadano común que se
debate entre las deudas, el alto costo de la salud, la educación, la vivienda,
el narcotráfico que destruye a familias completas al atrapar a los jóvenes y la
corrupción generalizada entre el mundo empresarial, el político, la iglesia y
las fuerzas armadas del país. Es así, que dentro de este escenario donde la
rebeldía de la recuperación de la memoria persiste día a día y ya no tan solo
en los familiares, sino que es recuperada por todo aquel que está con la verdad
y la justicia para construir un mundo mejor al liberarse de la opresión en que
se vive, vemos que nuevas generaciones
se integran en esta lucha que se ha extendido más allá de nuestras fronteras,
por otras vidas y por otros pueblos, son nuevas generaciones que quizás pasaron
enfrente de las pancartas cuando eran recién nacidos y hoy, con ellos y con
muchos más, se ha pasado de la recuperación de la memoria a la rebelión de la
memoria, que saca del subconsciente colectivo y del miedo, la verdad sobre los
crímenes cometidos y la criminalidad del sistema impuesto a sangre y fuego.
Ante esta recuperación de la memoria colectiva que se ha
levantado cuan movimiento social, movimiento vanguardista de arte, moda o
movimiento político, ha resurgido también la antimemoria, con la cual nos
educaron y nos convencieron de que el bien es el mal, una memoria escrita por
los poderosos con un triunfalismo patriótico que nos hace sentir livianas
nuestras penas y pobrezas, con prohibiciones de libertad y libre pensamiento,
siendo esa misma antimemoria la que hoy se lanza en forma violenta y decidida
en contra de la nueva consciencia histórica que aparece en nuestra sociedad, una
recuperación de la memoria que resulta peligrosa para ellos porque los delata y
facilita la comprensión del presente,
comprensión originada en el conocimiento del pasado.
Este movimiento fascista ha irrumpido en el mundo político
desarrollando una campaña que abruptamente aparece con una actitud y lenguaje
de shock, pretendiendo imponer una antimemoria con una nueva escalada
terrorista que enaltece la figura de los criminales de lesa humanidad al
referirse a ellos como salvadores del país, héroes y víctimas de mentiras,
venganzas e intereses políticos, superponiendo el mal sobre el bien, el crimen
sobre la justicia, las torturas y todas las violaciones a los derechos humanos
que se cometieron como algo necesario para la defensa de los valores patrios,
libertarios y nacionalistas, los cuales motivaron el Golpe de Estado y el
gobierno de las Fuerzas Armadas y de Orden. Reclamando incluso a los sectores
políticos de derecha que no los siguen en sus bravatas, el que se hayan olvidado
de la verdadera historia de Chile y que se avergüencen y renieguen de su pasado.
Esta antimemoria histórica exige que los criminales de lesa
humanidad que están cumpliendo condenas en Punta Peuco y Colina 1, sean trasladados
a sus casas, en respeto a sus derechos
humanos y a sus avanzadas edades y enfermedades, exigen libertad e indultos y
presionan diariamente con un Lobby Parlamentario que finalmente ha logrado
beneficios y apoyos en el Gobierno, en el Parlamento, en los Tribunales y en el
Tribunal Constitucional, pero, cada día se opone a ellos nuestra recuperación
de la memoria, con la que seguiremos adelante en los Tribunales, en la calle,
en los libros, en las redes sociales, en el cine, en el teatro, en el
movimiento feminista, en las escuelas, las universidades, sindicatos y gremios
que levantan los nombres y los rostros de nuestros muertos, con toda la altura
moral que tienen, con todo el honor de haber vivido por una causa de justicia e
igualdad para su pueblo y con toda la grandeza que tienen los mártires y héroes
de un pueblo que lucha por sus derechos. La grandeza de nuestros muertos se
opone a la cobardía de sus asesinos, la fuerza de la verdad y la justicia se
opone a la criminalidad de la mentira. No retrocederemos tras el gran paso
histórico que hemos dado al escribir nosotros nuestra historia desde la memoria
reprimida que se ha liberado para nunca más estar recluida en el inconsciente,
amenazada por esa antimemoria que nos llenó de miedos y que hoy pretende
derrotarnos, nada nos detendrá, porque ya aprendimos que nuestra historia la
debemos escribir nosotros y nosotras, porque la historia la escriben los
pueblos y porque si no recuperamos la memoria de lo sucedido, no abrimos
nuestras heridas y las limpiamos, estamos condenados a repetir la misma historia de opresión, injusticia, crimen e
impunidad.
Angélica Palleras N.
Hermana de Adolfo Palleras
Norambuena.
Ejecutado Político en tortura. Octubre 1973
Caravana de la Muerte. Copiapó.
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