Domingo 15 de diciembre
Día de la llegada de la Gran Marcha
La memoria colectiva cuenta que ese domingo fue un día de sol radiante y amaneció con un sonido lejano que anunciaba la llegada de los huelguistas a una ciudad que los esperaba, sabiendo que la huelga había comenzado el día 9 en la oficina San Lorenzo, por un aumento de salarios conforme al alza del costo de la vida y por el término de los abusos inhumanos que se cometían en contra de los trabajadores; que habían salido desde allí marchando hasta la oficina Santa Lucía, que había parado sus faenas y se había unido a la marcha para luego seguir a La Perla, donde también se habían acoplado los trabajadores y luego se había unido la oficina San Agustín y la Esmeralda. Sabían todos los iquiqueños, los patrones y las autoridades, que venían agitando banderas y llamando de oficina en oficina. Sabían que venía una inmensa e interminable columna de gente y que era el momento de cambiar la historia de los pobres.
A los trabajadores de la pampa, la verdad, la justicia y la memoria histórica les indicaban que había pasado 17 años desde la primera gran huelga y el petitorio era el mismo, además el sistema social, político y económico impuesto por los dueños del capital se había consolidado. Pasado ese tiempo, veían que tampoco había cambiado su condición de extrema pobreza, que contrastaba claramente con las grandes fortunas y enriquecimiento de los empresarios que imponían un sistema esclavista admitido y apoyado por el Estado chileno. Sin embargo, la respuesta que los trabajadores habían resuelto dar al sistema opresivo que ya no soportaban, había cambiado. De tal forma que desde esa rebelión espontánea de 1980 a 1907 los dirigentes de todas las oficinas que se conocían entre sí, estaban preparados para resistir en forma pacífica, así el día anterior, 14 de diciembre, nuevas oficinas habían parado las faenas y organizadamente se reunían en diversos puntos de la red ferroviaria para comenzar el lento movimiento a Iquique, con el objetivo principal de que sus dirigentes trataran sus demandas con las autoridades y empresarios salitreros, nuevo método de lucha que obedecía al deseo de ser escuchados correctamente al exponer sus aspiraciones, basadas en el derecho de liberarse del sistema impuesto que desde un principio pagó los salarios con fichas que sólo eran canjeables en las pulperías del respectivo campamento salitrero, tiendas que pertenecían al mismo dueño de la salitrera o bien a un concesionario que les cancelaba a ellos un porcentaje sobre las ventas. Los empresarios salitreros obligaban a los trabajadores a gastar todo su sueldo en sus pulperías, de tal forma que las mercaderías que no eran adquiridas en ellas eran declaradas contrabando y los guardias privados o serenos de la empresa allanaban las casas en busca de ese contrabando.
Para mayores utilidades de los industriales, las mercaderías vendidas en las pulperías eran caras, de mala calidad y menoscabadas en su peso. Bajo ese régimen administrativo su política comercial prohibía el ingreso de comerciantes ambulantes, supuestamente por temor a la venta indiscriminada de bebidas alcohólicas, siendo que en las pulperías expendían toda clase de bebidas alcohólicas, sin tasa ni medida.
Las jornadas de trabajo sobrepasaban las 10 horas, se ocupaba trabajo de niños, se expulsaba arbitrariamente al trabajador y a su familia de la oficina y del campamento, sin pago de indemnización alguna por ser supuestamente elemento pernicioso, se cancelaba masiva o parcialmente a los trabajadores sin aviso previo ni indemnización; en cambio, el obrero tenía que dar el aviso de retiro con 15 días de anticipación y en caso contrario se le retenía el alcance del jornal ganado a la fecha y el monto de dinero depositado como garantía por el deterioro o pérdida de herramientas, el obrero debía responder por las herramientas a su cargo, pero la empresa no se responsabilizaba por los accidentes del trabajo, los obreros sufrían castigos corporales impuestos por los salitreros que consistía en azotes y exposición por días al sol, inmovilizados por un armado de madera llamado cepo, mal estado de los campamentos, deplorable estado de las habitaciones obreras sin baños o letrinas, desconocimiento de las organizaciones obreras como interlocutores válidos entre los trabajadores y los patrones y expulsión de los que se postulaban como representantes de los trabajadores
Siendo estas las opresiones que hicieron estallar el acto espontáneo de rebeldía en 1890, en 1907 eran las acciones directas y las huelgas los caminos más rápidos para liberarse y obtener respuesta a sus demandas, convicción que llevó a los trabajadores a la confección de un petitorio en el Cantón de San Antonio en esta Segunda Gran Huelga, donde se habían reunido momentáneamente los caminantes creyendo que el Intendente subiría hasta allí a solucionar el conflicto y en vista de que no llegó, siguieron marchando con su acuerdo, para entregarlo al gobierno regional y que este los apoyara en sus peticiones, mínimas en humanidad y en derechos humanos:
1. El pago del jornal al cambio de 18 peniques por peso y cambio de fichas a la par.
2. Eliminación del sistema de fichas.
3. Libre comercio al interior de las oficinas.
4. Cubrir los cachuchos para prevenir accidentes.
5. Balanza y vara para verificar los pesos y medidas en las salidas de las pulperías.
6. La prohibición de arrojar a la rampla el caliche sin antes pagarlo
7. La permanencia en sus puestos de trabajo a los que han participado en la huelga o indemnización entre 300 y 500 pesos en caso de despido.
8. Indemnización de 10 a 16 días de sueldo en caso de despido.
Venía una gran cantidad de pampinos provenientes del Cantón de Alto San Antonio. Carteles con los nombres de la oficina, Jaspampa, San Jorge, Carmen Bajo, San Donato, San Lorenzo, Santa Lucía, Gloria, San Agustín, Iquique, Perla, Esmeralda, banderas chilenas, argentinas, peruanas, bolivianas y el pabellón de los veteranos de la guerra de 1979, los que aparecieron sobre los cerros y descendieron a Iquique. Ellos habían acordado que la ciudad sería el centro de reunión de todos los huelguistas que bajaran a pie y en los convoyes del ferrocarril salitrero que los trabajadores habían puesto en marcha desde Agua Santa, recorriendo las oficinas Carmen, Irene, La Valparaíso, Primitiva, Tres Marías, Silvia, Tránsito y Barcelona; más los del Cantón Negreiros, recorriendo las oficinas Putunchara, Abra, Democracia, Salvadora, Aurora, Progreso, Amelia, Mercedes, Dieper y Josefina, los que bajaron a pesar de que las administraciones habían cerrado las pulperías para privar a los trabajadores abastecerse de alimentos y agua para el camino. Ese domingo era un día distinto a todos los vividos en la ciudad y la huelga también; los iquiqueños tenían memoria histórica de grandes movimientos y veían a simple vista que este era mayor. Superior a la primera huelga organizada por la Mancomunal de Iquique en 1900, cuando los palanqueros del Ferrocarril Salitrero, con los jornaleros marítimos y los lancheros paralizaron y se negaron a reanudar sus labores y las autoridades trajeron desde el sur a 500 obreros rompehuelgas en el vapor Tarapacá, alojándolos en el barrio del Morro. Esta gran marcha de obreros de ese domingo era algo distinto porque llegaban seguros de lograr el petitorio y porque venían mujeres y niños.
Con una trayectoria de lucha que venía desde 1886, los gremios del puerto esperaban organizadamente la marcha, representados por sus dirigentes:
Gremio de Panaderos
Ricardo Benavides.
Abdón Espejo
Gremio de Carpinteros
Pedro Pavés
Rodolfo Fernecien
Centro de Estudio Social Redención
Manuel Aguirre
Carlos Segundo Ríos
Gremio de Jornaleros
Francisco Monterreal
Gremio de Pintores
Luis Ayala
Gremio de Lancheros
Eduardo Jofré
Gremio de Albañiles
Juan de Dios Castro
Gremio de Gasfiteros
Don Rosario Solís
Gremio de Carreteros
Abel Cueto
Gremio de Maestranza
Miguel Segundo Silva
Arturo Espinosa
Armando Tucas
Gremio de Abasteros
Agustín Muñoz
Gremio de Sastres
Francisco Sánchez
Gremio de Cargadores
Ventura Ortiz
Como en el mejor de los domingos el mar les daba la bienvenida con su brisa de siete y media de la mañana, a la que se sumaba el solidario recibimiento de los gremios, con un encuentro que parecía más una fiesta que una paralización de faenas.
En la intemporalidad de nuestra memoria, aquel día fue uno de esos que iluminamos el futuro con una promesa de multitud que será escuchada, por eso es que los trabajadores luego de haberse instalado en la Escuela Santa María y ante una ciudad expectante, constituyeron el Comité de Huelga con Delegados :
Presidente : José Briggs
Vicepresidentes : Manuel Altamirano
Luis Olea Castillo
Tesorero : José Santos Morales
Secretario : Nicanor Rodríguez
Pro-secretario : Ladislao Córdova
Delegados:
Oficina San Lorenzo: Francisco Ruiz
Oficina Santa Lucía : Don Rosario Calderón
Oficina San Agustín: Roberto Montero
Oficina Esmeralda : Juan de Dios González
Oficina La Perla : A. Meléndez
Oficina Santa Clara : Pedro Sotomayor
Oficina Santa Ana : Samuel Toro
Oficina Cataluña : José Paz
Oficina Argentina : Luís Córdova
Oficina Palmira : Evaristo Pereda
Oficina San Pedro : Félix Paiva
Oficina San Enrique: José M. Cáceres
Oficina Cholita : Arturo Tapia
Oficina Sebastopol : Manuel Quiroz
Oficina San Pablo : Ladislao Córdova
Oficina Cóndor : José Montenegro
Oficina Pirineos : Germán Gómez
Pozo Almonte : Pedro Aranda
Oficina Buen Retiro : Ignacio Morandé
Oficina Carmen Bajo: Ramón Fernández
Oficina San José : Julio Irigoyen
Y de este Comité de Huelga surgía el
Primer Instructivo Obrero
1. Asociarse a los del gremio.
2. No traicionar a los compañeros.
3. Ser activo y consciente.
4. Concurrir a asambleas y conferencias.
5. No dejarse explotar.
6. Estudiar libros y periódicos obreros
7. Dejar las tabernas y prostíbulos.
8. Revelarse contra los verdugos.
9. Atraer a los indiferentes.
10. Instruir a sus hijos.
Angélica Palleras N.
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