viernes 29 de octubre de 2010
Juan Francisco Coloane (especial para ARGENPRESS.info)
Néstor Kirchner a pocos meses de haber sido nominado presidente, lanza una frase que remeció a la audiencia y especialmente al Fondo Monetario Internacional. Ocurrió en los 15 minutos de su discurso a la Asamblea General de la ONU en septiembre de 2003: “Los muertos no pagan”. Se refería a la gigantesca deuda de la Argentina con el Fondo.
Su discurso estuvo pleno de connotaciones a situaciones internas, pero también envió mensajes directos sobre Irak. Su crítica al unilateralismo en la invasión a Irak, apuntaba a que se usaban los DDHH en acciones bélicas que imponían una nueva doctrina de seguridad con la acción preventiva. Tuvo una convergencia universal y fue el único jefe de estado que hizo referencia al tema, en esa dimensión, en ese estilo, el estilo Kirchner. Nacía un pilar en autonomías regionales para recuperar equilibrios internacionales y contener la monotonía de la supremacía unilateral de algunas potencias.
Se podrán recordar muchas cosas de Néstor Kirchner, buenas o malas de acuerdo al punto de vista y le puede suceder a cualquier político de fuste. Especialmente del tipo que representaba Kirchner, tal vez el más importante líder del Partido Justicialista después de su fundador Juan Domingo Perón, y el que lidera la recuperación económica de la Argentina enfrentando su peor crisis post Segunda Guerra Mundial.
Lideró la recuperación de una nación que no debía estar donde estaba. En la banca rota y con los peores indicadores sociales de su historia. Sin embargo, en el plano internacional será recordado incuestionablemente como el líder que inaugura una nueva etapa en la cultura de las negociaciones con las agencias generadoras de las deudas externas en los países subdesarrollados, como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional.
Argentina será siempre un país con posibilidades de recursos para adoptar un sistema de desarrollo económico y social alternativo al que se observa en la complicada Europa, y en el acosado Estados Unidos por equivocaciones de políticas de su propia fabricación.
Después de la Segunda Guerra Mundial las instituciones del sistema llamado Bretton Woods como el Banco y el Fondo, gradualmente se apoderan de los diseños de políticas sociales y económicas de los países en vías de desarrollo. Al fragor de la guerra fría, estas instituciones bregaron para que los países pobres adoptaran el modelo económico capitalista a ultranza, sin dejar el mínimo espacio de negociación para acceder a recursos en la eventualidad de que alguna nación planteara un modelo de desarrollo alternativo.
Hay ejemplos ilustrativos de naciones en que mientras sus dinámicas políticas internas sugerían alternativas al capitalismo ortodoxo, debieron someterse a un permanente secuestro de las políticas de Bretton Woods. Es el caso de India, Indonesia, Sri Lanka, o naciones en África como Ghana, Malí, Senegal, Zimbabwe, Mozambique y en la región, Chile y hasta el propio Brasil, por citar algunos ejemplos. (Ver: “50 Years Is Enough”.Danaher.1994)
Rápidamente se instala el estilo "K" aludiendo a un sello para decir y hacer. La frase pegó en el oído y pegó en otras partes. Fue un golpe directo al FMI responsable principal de las políticas económicas de los países dependientes del crédito externo.
Néstor Kirchner negoció la deuda paso a paso y se recordará que durante 10 meses concentraba la atención política del país. Se trataba de recuperar las confianzas, interna y externamente. El 9 de marzo de 2004, Argentina decide pagar al FMI tras seis meses de negociaciones, 3.100 millones de dólares, de una deuda externa bordeando los 90.000 millones de dólares. La actitud de negarse a pagar la deuda en los plazos exigidos por el FMI fue clave. Algunos lo interpretaron como un literal chantaje y que Argentina se desplomaría por la pérdida de la confianza internacional. Con todo, el anuncio significó una alarma global. La suma de las deudas que Argentina y Brasil tenían contraídas con el FMI representaba la mitad de la cantidad adeudada al FMI a nivel global.
Ese desafío de Néstor Kirchner, representó un punto de inflexión histórico, porque no se podía pagar lo que no se tenía. De allí que la frase “Los muertos no pagan” adquirió ribetes globales y su simbolismo de alguna forma fue como un estilete en la barriga del FMI.
En el análisis más depurado, las deudas externas son una acumulación de políticas económicas fallidas cuyos diseños responden a una responsabilidad compartida entre el Fondo y los gobiernos, entre el Estado y el sector privado y más aún, a un tipo de capitalismo que no funciona en países subdesarrollados; al menos sea bajo la bota militar.
Ese desafío argentino al FMI, según The Guardian del 9 de marzo de 2004, "podría provocar un efecto dominó en los países deudores llevando a la bancarrota al propio Fondo". Posteriormente, la negociación directa de Kirchner y la de sus ministros en Dubai provocaron un verdadero “sismo” en la forma de decir las cosas: realista y atrevida.
En el libro “El saqueo a la Argentina ”, (María Seoane, otoño 2003), Néstor Kirchner es descrito apenas como un “cacique provincial” lanzado en una carrera presidencial para suceder a Carlos Menem, que había colocado a la Argentina en lo que es quizás su peor crisis. Pocos auguraban en ese otoño, que en septiembre del mismo año Kirchner estaría liderando la negociación de una de las deudas externas más gigantesca del planeta, solo comparable con la del Brasil.
El liderazgo de un candidato que salió segundo en primera vuelta (y única tras la renuncia de Menem), pero cuya popularidad ascendió vertiginosamente por la negociación con el FMI y la recuperación de las confianzas en el sistema financiero, es inédito en la región.
Se hace cargo de un país en medio de una crisis de doble punta. La interna, marcada por una incertidumbre económica y social en una nación mostrando indicadores inauditos para su dotación de recursos. En Capital Federal y Gran Buenos Aires, el 10% más rico de la población percibía 34 más veces que la misma cantidad de pobres. La externa por la inmensa deuda con el FMI.
Argentina en los informes el Banco Mundial mostraba un 17% de familias en situación de hambre (2002). Una encuesta del Instituto de Nutrición señalaba que entre el 12 y el 20% de los niños sufrían una forma desnutrición crónica, con carencias notorias en Zinc, Yodo y Vitaminas. Otra encuesta mostraba que un 40% de familias no accedían a la canasta básica alimenticia. Uno de los mayores productores agrícolas del mundo, un gran exportador de cerebros científicos, un país adelantado en rubros significativos en el plano de la educación y las tecnologías modernas, se sustentaba sobre una base social frágil. Por eso en su discurso en la ONU el estilo Kirchner fue más allá que una perorata demagógica para ganar adeptos a su postura frente al FMI: "Los muertos no tienen como pagar." Nacía el estilo "K".
Su legado se recordará siempre como el que lideró la recuperación económica de su país en la peor crisis de su historia post Segunda Guerra Mundial. También se le recordará como el que reposiciona al Justicialismo atravesando una de sus peores crisis, después del pobre desempeño de Carlos Saúl Menem como Presidente y el fracaso de Fernando de la Rúa , que termina renunciando.
Sus esfuerzos por la reparación y justicia respecto a las violaciones a los Derechos Humanos de las dictaduras militares son inéditos en la región. Hay que decirlo sin ambages. Ningún jefe de estado se atrevió como Néstor Kirchner.
Aquella frase “Los muertos no pagan”, hacía recordar los cuentos de Borges, Hernández y Quiroga, se anclaba en la historia argentina. El estilo "K" no es un invento. No hay nada impostado, ni es marketing, sino convicción. Es como el bolero, para decir adiós, sólo tengo que decirlo.
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